Enser, Luis Luna. Huerga y Fierro Editores. Colección Rayo Azul. 79 pp.
Breve reseña
Luis Luna ha levantado en su último libro de poemas, Enser, una atmósfera claustrofóbica. No en vano, la mayoría de los breves poemas en prosa que lo componen se localizan bajo la superficie. Así, el agua, la tierra y la nieve constituyen la frontera entre la oscuridad que aborda el libro y la luz, que el poeta rechaza. Por lo tanto, el sujeto que enuncia en los textos emprende un viaje por el interior de sus preocupaciones. Un viaje verbal por el subconsciente. De ahí que el libro sea un laboratorio de sugerentes imágenes (“ebanista del hielo y de las amapolas”). El lenguaje se ofrece como un recurso de expresión meramente provisional, y por ello, transformativo; sujeto al cambio, igual que la existencia. Por otra parte, si la vida carece de lógica, no hay razón alguna para que entre los enunciados exista una relación de causalidad. Enser se abre al misterio. Somos nosotros, los lectores, quienes dotaremos de congruencia a los fragmentos permitiendo que sus hallazgos verbales resuenen en nosotros, alumbren como relámpagos nuestros recuerdos, golpeen como martillos sobre las rocas de nuestras emociones. Y vaya si lo hacen. ¿Qué ocultan los abismos interiores? Una constelación de “heridas” y “laceraciones”. A medida que avanza el libro, un ser se abre camino por la noche, un ser marcado a fuego por el mal, desgarrado por jirones de angustia y de violencia. En la memoria se conservan fragmentos de un pasado. Abundan las alusiones a una infancia perdida, no sabemos si es propia o pertenece a otros; a desapariciones y a muertos. La misión del poeta es recordarlos. Hacer llegar a ellos un sendero luminoso de palabras para que los lectores sepan de su efímera existencia. Es la escritura de Luis Luna un acto de amor por la vida, pese a la oscuridad.
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