Para celebrar la plata que Ray Zapata acaba de conseguir en suelo, en las Olimpiadas de Tokio, comparto por aquí un poema de Napalm (Premio Hiperión, 2001), escrito en noviembre de 2000, tras los Juegos de Sidney. El texto está inspirado en un gimnasta extraordinario, al que descubrí en Atlanta 96, el ruso Alexei Nemov: la música hecha músculo. También resuenan de fondo los comentarios de la periodista deportiva de RTVE Paloma del Río.
Escena interior (a).
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SABIENDO lo exigente
de la competición
en el siempre difícil aparato
de barras paralelas que es la vida
te pasarás las horas
metido en el gimnasio
haciendo curl de pesas con las palmas
metidas hacia dentro
levantando los discos de entre ocho
a doce kilogramos de auto-estima
que tendrán tus mancuernas.
Entrenando
tres veces por semana
(un día de descanso
después de cada entreno)
alcanzarás el tono
muscular adecuado para luego
no desequilibrarte si el destino
—una cuenta bancaria
con saldo negativo, un embarazo
imprevisto— estuviese
en tu contra.
Buscando una mayor
fijación a la barra esparcirás
una mezcla (según necesidad
o gusto de atleta)
de amigos y parientes a lo largo
de las zonas de apoyo.
Te aconsejo
que lleves protectores por si acaso
descubras la traición
en aquellos momentos de mayor
vulnerabilidad
para que sus efectos
de lija
no te corten