Antología. Juana Inés de la Cruz
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viernes, 30 de octubre de 2020
Mudanza del isonauta
De la mano de TusQuets nos llega la nueva entrega poética del infatigable Jorge Riechmann: Mudanza del isonauta. Fiel al estilo que lleva cultivando desde la última década, Riechmann recurre al poema breve y al aforismo para, siguiendo el ejemplo de san Pablo, hacernos despertar. Pero los corintios modernos vivimos sumidos en un letargo demasiado profundo. De ahí la insistencia del autor, libro a libro, en echarnos bidones de agua fría para sacudirnos el sueño y tomar los mandos de esta civilización que se autoinmola. "No añadas/emoción a los poemas" se impone como condición formal. Poco importa. Los textos tienen ya de por sí tanta carga ideológica, que nos implosionan por dentro. "Nos falta/ lenguaje/ para decir lo que viene", nos advierte. Quizás sea esa la razón de la abundancia de neologismos con lo que trata de denunciar la huella humana en el mundo: "arboricidio", "desfaunación". ¿Nos falta voluntad para obrar un cambio en nuestro estilo de vida? ¿Qué diría "Azorín" si nos viese? Riechmann señala con el dedo la causa de la futura catástrofe que acabará con nuestra especie: "La tragedia del mundo/es en el fondo la pereza" (p. 56). 115 años, y seguimos igual que denunciaban los escritores del 98. Estáticos y ciegos, consumiéndonos en nuestra "ardiente oscuridad". Buero Vallejo, otro que se llevaría las manos a la cabeza si contemplase cómo seguimos levantando fundaciones, ahora digitales, que ocultan a la vista la amarga realidad. "No te quedes mirando", nos apela Riechmann. El problema, me temo, es que la ciudadanía mira sin ver. Más "humor", "piedad" y "amor" reclama el poeta a sus conciudadanos. Y yo auguro que en pocos meses tendremos libro nuevo de este poeta capital de la lírica española, porque, como él mismo sostiene: "aunque los niños no entiendan/.../no por eso hay que dejar de hablarles".
jueves, 29 de octubre de 2020
Mi novela "Inercia", en la revista Quimera
En su último número, la revista Quimera publica el artículo "La literatura proyectiva española desde las crisis: Una visión de conjunto", firmado por los críticos Rubén Sánchez Trigos, Isabel Clúa y Fernando Ángel Moreno. En sus páginas se nombra mi primera novela, Inercia, publicada por Baile del Sol en 2014.
Dejo aquí la cita:
"En este sentido, cualquiera que eche un vistazo a la ciencia ficción española de los últimos veinte años, y especialmente de la última década, se encontrará con una narrativa comprometida y crítica, quizás incluso desquiciantemente pesimista. Incluso las tramas de personajes individualistas y cínicos pivotan en torno a cuestiones socio-políticas polémicas y ásperas como el cambio climático, la corrupción política, las ambigüedades de los movimientos ideológicos sistematizados o la relación con los países menos desarrollados. Esto ha llevado a interesantes incursiones en la distopía, como Inercia (2014), de Ariadna G. García, o a reflexiones sobre nuestra sociedad desde un punto de vista más ciberpunk como Flores de metal (2007), de Lola Robles".
Un lujo aparecer junto a Jorge Carrión, Guillem López, Féliz J. Palma, Emilio Bueso, Ismael Martínez Biurrun o Sofía Rhei.
Artículo completo, AQUÍ.
sábado, 24 de octubre de 2020
Nuevo poemario: Sublevación
Es para mí un placer comunicar que Pre-Textos acaba de publicar mi nuevo libro de poemas, Sublevación. Hoy comparto con vosotros la cubierta. En breve, algún poema. Las 42 piezas que lo componen las escribí entre febrero y abril del año 2018. Ya os contaré más cosas. La obra se pone a la venta el próximo miércoles 28 de octubre. ¡Reservadlo! Luego le dan el Nobel a una y os quedáis sin ejemplares... ;D
jueves, 22 de octubre de 2020
En el nuevo libro crítico de Juan Carlos Abril
El profesor y poeta Juan Carlos Abril incluye en su nuevo libro, Panorama para leer. Un diagnóstico de la poesía española (Bartleby, 2020), un artículo sobre mi poemario Ciudad sumergida (Hiperión, 2018).
Os dejo aquí la contracubierta de la obra:
Panorama para leer. Un diagnóstico de la poesía española completa una cartografía de los libros de poesía más importantes aparecidos en España entre finales de 2014 y finales de 2018. El volumen recoge una selección crítica de los poemarios que Juan Carlos Abril ha reseñado en revistas y medios especializados e incluye desde poetas nacidos a mediados de los años 60, hasta aquellos que lo hicieron a principios de los años 80, sirviendo una amalgama de estilos, corrientes, tendencias y singularidades que viene a sumarse al debate sobre las diferentes estéticas activas y se propone ante todo como una invitación a la lectura de poesía.
lunes, 19 de octubre de 2020
El iris salvaje
Escribía Antonio Machado que todo verdadero poeta es un metafísico frustrado. Y lo cierto es que las mejores voces que ha legado la poesía lírica española abordan el asunto de la divinidad, del anhelo o consumación de la unión mística o del deseo de integración de la conciencia en un Todo. San Juan de la Cruz, fray Luis de León, Miguel de Unamuno, Juan Ramón Jiménez, Vicente Aleixandre, Blas de Otero o José Ángel Valente son quizás los autores más representativos de dichas inquietudes. Sus palabras recuperan el espíritu sacro del lenguaje. Sirven al ritual de comunicación con una energía cósmica que envuelve al universo. Tal vez por ese vínculo con nuestra tradición me guste tanto el buque-insignia de la poeta norteamericana Louis Glück: El iris salvaje, galardonado con el premio Pulitzer en 1993, y editado en España por Pre-Textos (2006). La concesión del Nobel a la escritora neoyorkina supone una excusa maravillosa para dedicar unas líneas a un libro excelente. Lo primero que llama la atención de la obra es la confluencia de voces. Glück, como todo poeta que se precie, ha asumido una serie de riesgos en la elaboración del poemario. De modo sorpresivo, cede la enunciación de los poemas a un amplio elenco de flores (violetas, valerianas, amapolas, flores silvestres, tréboles…), a un ente superior y a un sujeto femenino de naturaleza humana (digamos, su alter ego). Ya San Juan de la Cruz permitía que el “prado de verduras/ de flores esmaltado” dialogase con la amada en su célebre Cántico espiritual. Mary Oliver, otra soberbia poeta americana, también dotaba de logos a las rosas en Felicity (Valparaíso, 2017). Lo que sorprende en los textos de Glück no es tanto la humanización de la flora como su desparpajo. Así, las flores silvestres no tienen reparo en afear a su interlocutura, representante de la humanidad, que desprecie la vida terrena, caduca (“la amplitud del campo”), por la espiritual o eterna. Su crítica es despiadada:
…tu pobre
ideal del cielo: ausencia
de cambio. ¿Mejor que la tierra? ¿Y cómo
podrías saberlo si no estás ni aquí
ni allá? (p.71)
En otras ocasiones, sus preguntas incisivas son extremadamente dolorosas. Es el caso del diálogo entre la rosa blanca y su anónima interlocutora humana (“¿Lograrás sobrevivir donde yo no he de durar/más allá del primer verano?, p.109), en el que Glück da la vuelta al tópico romano del Collige, virgo, rosas.
La visión del mundo que encierra la mirada de la divinidad no resulta menos cruda. Su blanco siguen siendo las mujeres y los hombres. Tan pronto se centra en su imperfección espiritual (“vuestras almas deberían ser inmensas/…/ os concedí todos los dones,/el azul matinal de primavera,/tiempo que no supisteis usar”, p. 43), como denuncia su constantes desavenencias y enfrentamientos:
¿Cómo puedo ayudaros si cada uno
quiere algo distinto?...
Escuchaos a vosotros mismos rivalizar
unos con otros.
Y os preguntáis
porqué desespero… (p.83)
A este cruce de reproches se suma los que lanza a dios el sujeto humano. En su albarán no faltan las quejas por su “ausencia”, por su “silencio”, por su inaccesibilidad, por su nula empatía hacia el “terror” que produce la idea de la muerte o hasta por su sadismo (“¿te estimula la desesperación?”). A menudo esta voz recurre a la ironía para manifestar su rencor:
Una vez creí en ti: planté una higuera.
Aquí, en Vermont,
donde nunca hay verano. Fue una prueba: si lograba
vivir, demostrarías tu existencia.
Y según esa lógica no existes. O existes
solo en climas cálidos… (p.87)
Así y todo, El iris salvaje rezuma optimismo por medio de su simbología: las azucenas nacen pese a lo efímero de sus existencias. Tienen la osadía de ser, aunque apenas disfruten de un instante en el mundo. La rosa silvestre “florece contra la oscuridad”, se reivindica a sí misma por medio del color, símbolo de su resistencia a las adversidades. La campanilla de invierno se arriesga a la alegría aun cuando sabe de su caducidad. Por otro lado, la flora del poemario impone su belleza a un mundo donde estamos de paso. Nos recuerda que el sentido de la vida es vivirla. Detrás resuenan los ecos de Margaret Atwood, pero sobre todo, de mi poeta norteamericana preferida: la sin par Amy Lowell.
Louise Glück ha cumplido el ideal que exigía Höderlin a los poetas. Ha vivido su escritura peligrosamente, ha saltado sin red. Se ha arriesgado. No ha querido girarse hacia el sol, como miles de autores esclavos de una fórmula. Ella gusta de poseer un estilo independiente: “Algunos creamos nuestra propia luz”.
Libro de gran hermosura, tenso, irónico, profundamente espiritual, revelador e intuitivo, El iris salvaje colmará la sed de poesía de los buenos lectores, esos que rechazan el “pequeño vaso de agua de pozo” (Lorca dixit) que los grandes grupos editoriales ofrecen sin el menor escrúpulo.
Por cierto, enhorabuena a Pre-Textos por su fidelidad y por su sensibilidad literaria, que han obtenido un merecidísimo reconocimiento con la concesión del Nobel a su autora.
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