lunes, 19 de diciembre de 2016

La luz impronunciable

 La luz impronunciable, Ernesto Kavi. Sexto Piso. 2016. 126 páginas. 16 euros.


Escribía George Bataille: “La angustia, no menos que la inteligencia, es un medio de conocimiento”. La luz impronunciable, teñida de dicha emoción, trata de alcanzar la sabiduría y de encontrar las razones que empujan a unos hombres contra otros, pero el intento es en vano: “sólo hallé/ en mis labios desolación”. Ernesto Kavi parece dialogar con la aspiración –igualmente frustrada– de Juana Inés de la Cruz por comprenderlo todo (recuérdese el Primero sueño); así como con la agonía de Miguel de Unamuno, para quien el conocimiento suponía una fuente de sufrimiento. “Todo el saber/ es dolor”, sentencia el mexicano; mientras que para el rector salmantino, la conciencia es “tormento”. Con estos ecos aúreos y contemporáneos, entre otros que veremos en breve, Ernesto Kavi teje un texto potente, que indaga y ahonda en la luz y en la oscuridad de la vida en la Tierra. La simbología del libro hunde sus raíces es la estética sanjuanista (la llama y la noche), si bien el poemario no es, en absolusto, una obra que podamos tildar de mística; es decir: la voz que enuncia no busca a Dios, ni se transforma en la divinidad, ni apela al recogimiento interior para purificarse, enmendarse y perfeccionarse, ni transita por las tres vías tradicionales de la mística medieval (purgativa, iluminativa y unitiva). Lo que sí encontramos, y se trata de una gran acierto de Ernesto Kavi, es una incorporación de imágenes y citas de cuño clásico –y hasta bíblico– a su propio mundo poético. Así, merodean por los Cantos del libro sintagmas como “ciervo vulnerable” (que juega con el “ciervo vulnerado” de San Juan) o “mi amado”, y oraciones como “Los dormidos de corazón/ ¿hasta cuándo dormirán?” (que remiten a la vez a San Pablo y al coro de escritores ascéticos-místicos del siglo XVI, desde Pedro de MedinaLibro de la vida, 1548– a fray Luis de León: ¡Oh, despertad, mortales!”, Noche serena). Ernesto Kavi recurre al sortilegio hipnótico de una imagen que se repite a los largo de los Cantos para envolvernos en una sinfonía (“Bajo el sol”). Con un estilo sobrio, nominal, enumerativo, limado al máximo, simbólico y falto de signos de puntuación, la voz que enuncia nos informa de que ha sido testigo de lo malo y lo bueno de la Humanidad. De la destrucción inicial, la voz se reconcilia con nuestra especie dando gracias al amor y a la naturaleza. No falta en el libro un hermoso carpe diem cercano al Cantar de los Cantares.  

Decía Clara Janés que la poesía y la mística se parecen en su carácter errático, ambas dan un rodeo a ciegas en torno a un “elemento fugitivo”. La experiencia de vida, en este caso, es lo inefable (de ahí el título de la obra). Precisamente por eso, este libro –que apenas sugiere, connota, aquello que pretende– es tan bello.      




Esta reseña ha sido publicada por La Tormenta en un Vaso. Enlace al original, pinchando aquí.

sábado, 17 de diciembre de 2016

Mis poemas, traducidos al portugués



En 2009, Antonio Miranda -director de la Biblioteca Nacional de Brasília, Brasil- me tradujo al portugués la Poética de mi segundo libro Napalm. Cortometraje poético (Premio Hiperión, 2001). Para leerla, pinchad aquí.

Y en 2015, Marcia Pfleger tradujo para la revista brasileña Mallarmargens algunos textos de mi quinto poemario (cuarto en orden de publicación): La Guerra de Invierno (Premio Internacional Miguel Hernández-Comunidad Valenciana, Hiperión, 2013). Para leerlos, pinchad aquí.


jueves, 15 de diciembre de 2016

Jurado de El Ojo Crítico 2016



Un jurado compuesto por: Berna Harbour (exdirectora del suplemento Babelia), Adolfo García Ortega (escritor y traductor), Rafael Espejo (poeta), Ariadna G. García (escritora, crítica literaria, profesora), Marta López Vilar (poeta, traductora, profesora), Luis Antonio de Villena (poeta), Juan Carlos Morales (director del programa El Ojo Crítico), y Berta Tapia Zamora (jefa del Área de cultura de RNE): hemos acordado conceder el premio El Ojo Crítico, modalidad Poesía, al libro Los allanadores, del poeta madrileño Carlos Pardo. Enhorabuena.

Os dejo la página de RNE, donde informa del premio, del jurado y de la bibliografía del autor. Pinchad aquí.




martes, 13 de diciembre de 2016

(Tras)lúcidas, en Quimera



Nueva reseña de la antología (Tras)lúcidas, compilada por Marta López Vilar para Bartleby. Ya vamos por la 2ª edición. La firma Alberto García-Teresa en la revista Quimera. 

viernes, 9 de diciembre de 2016

El álbum de las rejas

El álbum de las rejas. Omar Pimienta. Ediciones Liliputienses. 2016. 84 páginas. 11  euros.

Un libro puede gustarnos por su cuestionamiento del mundo, por el placer estético que nos suscita, por el asombro que produce en los lectores. Raras veces se alinean los planetas y encontramos una obra que concilie las tres variables. Hoy estamos de suerte, porque El álbum de las rejas, del mexicano Omar Pimienta, es uno de esos libros que impactan, que golpean, en los que seguimos pensando mucho tiempo después de su lectura, que reorganizan el texto sobre el papel, que experimentan con la hibridación (en este caso, de verso e imagen fotográfica), que nos recuerdan que aún hay caminos para la poesía, pero que –como decía Federico García Lorca al hablar del arte dramático- hay que atreverse a caminar por ellos. Omar Pimienta (1978, Tijuana) es un hombre de frontera, lugar de tránsito, de paso, de esperanza, de desarraigo, pero también –ya desde los antiguos cantares de gesta–, zona de peligro y amenaza. De ahí que los temas que aborda el autor en este y otros poemarios, sean la búsqueda de la propia identidad (a través del recuerdo y de la memoria familiar) así como la crítica a la militarización de la –controvertida– frontera entre México y los Estados Unidos. Omar Pimienta poematiza distintas experiencias personales siguiendo un orden cronológico. Cada poema es la cristalización de una sutileza y de una inteligencia excepcionales. Tan pronto juega con los violentos contrastes (en los poemas dedicados a su padre, quien atravesó la frontera con documentos falsos), como narra con versos rotos la muerte brutal de un deportado a manos de la policía,  recurre a la ironía para bularse de un agente fronterizo (plasmando la impunidad con que las autoridades vejan a la gente), mezcla el inglés y el español en varios poemas (fantástico aquel donde relata sus días de soldador de barcos en San Diego: “what do you do for a living? /respondo:/ I build destroyers”), o echa mano de metáforas púgiles o circenses para enmarcar sus textos. Omar Pimienta no sólo narra historias que sobrecogen, que nos informan de cómo es la vida en el límite de dos mundos, en la misma línea que une y separa familias y pueblos, sino que evoca la incertidumbre del migrante por medio de versos desencajados, ausencia de signos de puntuación, y un lenguaje directo, cuando no vulgar. Sin duda, ediciones Liliputienses, capitaneadas por José María Cumbreño, ha publicado uno de los mejores libros de poemas en lengua castellana del 2016. Una obra auténtica, que mira a la realidad de cara, que sacude por dentro: “esto no es una mentira/ no es una mentira acerca de la mentira/ esto es la verdad   la última verdad”. 
De Hispanoamérica vienen voces muy potentes. Omar Pimienta es una de las destacadas. Ahora que Donald Trump es presidente electo y ha prometido deportar a tres millones de indocumentados (esa mano de obra barata que está salvando al país de la bancarrota) es más que necesaria una mirada crítica sobre los migrantes mexicanos y sobre la frontera. Bienvenida.              


jueves, 8 de diciembre de 2016

Reseñas de poetas nacidos a partir de 1969



En el año 2003, con el apoyo incondicional de Jesús Munárriz e Hiperión, Álvaro Tato, Guillermo López Gallego y yo publicamos la antología generacional Veinticinco poetas españoles jóvenes (2ª edición, 2006). Aquel libro pretendía mostrar un panorama general de la poesía que algunos de los autores más jóvenes estábamos escribiendo a comienzos de siglo. Como antología que era, hubo que seleccionar una veintena de nombres, y la selección se sometió a la crítica de todos los poetas incluidos. Al final, cerramos en veinticinco. Con el tiempo, muchos otros poetas -al margen de los antologados- han ido sacando libros estupendos, y en la medida que he tenido tiempo y ocasión, desde el año 2007 -según se iban publicando- he visibilizado sus obras y las he dado a conocer a través de mis reseñas literarias, aparecidas en La Tormenta en un Vaso, Culturamas, La estafeta del viento o en mi propio blog, El rompehielos. En ocasiones, he tenido la suerte de hablar de estos poetas y de sus libros en mi espacio radiofónico La luz de la linterna, que me cedió el incombustible Javier Fernández dentro de su programa Castillos en el aire (Radio 21). Hoy recupero en esta entrada dichas reseñas, a modo de recuento y balance.


Yolanda Castaño. Profundidad de campo. Aquí.  
Alberto Santamaría. Interior metafísico con galletas. Aquí.
Julieta Valero. Los heridos graves. Aquí.
José Ignacio Montoto. Tras la luz. Aquí.
Olga Novo. Los líquidos íntimos. Aquí. Y audio, aquí (pinchad, después, en podcast).
Ben Clark. Los últimos perros de Shackleton. Aquí. Y La fiera, aquí.
Verónica Aranda. Café Hafa. Aquí. Y Épica de raíles, aquí.
Francisco José Martínez Morán. Obligación. Aquí. Y audio, aquí.
Gracia Iglesias. Gritos verticales. Aquí.
Andrés García Cerdán. Barbarie. Aquí.
Nuria Ruiz de Viñaspre. La zanja. Aquí.
Jesús Jiménez Domínguez. Contra las cosas redondas. Aquí. Y Frecuencias, aquí.
Sofía Rhei. Las flores de alcohol. Aquí.
Cristian Alcaraz. La orientación de las hormigas. Aquí.

miércoles, 7 de diciembre de 2016

Poesía completa, César Simón



Amigos:

La Tormenta en un Vaso publica mi reseña de una obra espléndida, y no reconocida en su justa medida: la Poesía completa del poeta valenciano César Simón. Para leer la crítica, pinchad aquí. Se trata de un autor imprescindible.




jueves, 24 de noviembre de 2016

Épica de raíles





 
Épica de raíles, Verónica Aranda. Devenir. Premio Internacional de Poesía Miguel Hernández-Comunidad Valenciana. 79 páginas. 2016.



Verónica Aranda (Madrid, 1982) lleva más de una década viajando de un país a otro, de un poemario a otro diferente, arrastrando de una oscuridad a otra de su cabeza los muebles de las emociones y del pensamiento. En once años ha publicado diez libros de poemas (Poeta en India, Tatuaje, Alfama, Postal de olvido, Cortes de luz, Senda de sauces, Café Hafa, Lluvias continuas, La mirada de Ulises y el libro que presentamos hoy: Épica de raíles. También ha posado para los fotógrafos de varios premios (Joaquín Benito de Lucas, Antonio Carvajal, Margarita Hierro, Adonáis, Antonio Oliver Belmás, Arte Joven de la Comunidad de Madrid e Internacional Miguel Hernández-Comunidad Valenciana); así como ha jugado por un tiempo a ser otro, se ha probado su vida como una nueva prenda con la que protegerse de la costumbre, la inercia de los días, los fechadores parados en seis números pese al paso de las estaciones (Claros, del poeta luso António Ramos Rosa). En una década, paisaje y sentimientos han girado en las manos de Verónica, han hecho escala en sus versos. Cada poemario de la autora es un carrete de hilo que nos une a un lugar o que nos zurce los rotos que dejó la nostalgia. Con el tiempo, las experiencias se alejan, disminuyen poco a poco en el retrovisor de la memoria, por eso Verónica recurre a la añoranza: lupa que aumenta los recuerdos para mirarlos bien. Por tamaña empresa, acaba de ser incluída en la antología Re-Generación, elaborada por el profesor y crítico José Luis Morante.

Épica de raíles nos ofrece una hermandad de palabras dispuestas a proteger al recuerdo del olvido. Las espadas defensoras han sido sustituidas por imágenes potentes, de gran plasticidad: “La noche es una herida de colmillos de mono”, pero el resultado es el mismo: la preservación del cáliz de la experiencia vivida.

El libro se divide en cuatro partes. Selva es, sin duda, la más sensual. El título remite a un doble significado geográfico y simbólico: a la India y a América, pero también a los cuerpos enredados lo mismo que lianas (“Me acaricias la nuca, se abren paso/ las yemas de mis dedos por tus ingles”). Épica de raíles, por su parte, es una suerte de road movie poética a bordo de trenes. El sujeto lírico realiza un viaje iniciático (“Vine también a sondear mis límites”). En el trayecto, anota meticulosamente la vida que contempla alrededor. Así, abundan las descripciones costumbristas de ambientes y de escenas localizados en la India. En esta sección aperece el motivo del doppel, la mujer que protagoniza los textos se desdobla, se observa desde fuera como si se tratara de un elemento más del paisaje. Su silueta se recorta sobre maizales, campos de bueyes, templos de Shiva… y hasta en una ocasión, sobre costas heladas argentinas. Canícula, a su vez, se centra en el Caribe (Cuba, Puerto Rico). La autora apela a sentidos de los lectores con alusiones a caricias, al aroma del café, a bodegones de cocos, o a rumores de océano, pregones y ladridos. Con Azul glaciar se cierra el poemario. Sobresalen los textos dedicados a personajes concretos: una matriarca (Estirpe), un mendigo que pela mandarinas (Ártica).

“Nada tiene coherencia”, dice el sujeto que enuncia, pero el libro desmiente esa premisa. La mirada que alumbra el escenario del mundo va tejiendo una manta de calidez y asombro. El motivo de la expedición, además, es una constante en la obra de Verónica. Su bolígrafo abre rutas sobre el papel para que nos busquemos en los viejos asientos de madera de trenes de vapor, en cafés y en senderos, de Japón a Marruecos, o de la India a Cuba.

Descorran las persianas, abran las ventanillas, átense los cordones. La vida es un viaje que con cada libro de Verónica acaba de empezar.        


lunes, 21 de noviembre de 2016

Presentación del último libro de Verónica Aranda



Amigos:

Mañana tengo el honor de presentar en la librería La sombra el último libro de poemas de la autora madrileña Verónica Aranda, Épica de raíles, con el que ha obtenido el Premio Internacional de Poesía Miguel Hernández-Comunidad Valenciana. Será a las 19:30.

Os esperamos.


viernes, 18 de noviembre de 2016

Tres con Tango



 
Con Tango son tres, Justin Richardson y Peter Parnell. Ilustraciones de Henry Cole. Kalandraka. 2016. 32 páginas. 15 euros.


Si hace unos días, a colación de mi reseña de la novela juvenil Los nombres del fuego, lamentaba que no hubiese protagonistas homosexuales en la narrativa dirigida a nuestros adolescentes, hoy festejo que la editorial Kalandraka haya publicado el cuento infantil Con Tango son tres, donde sus autores abordan de manera sencilla y emotiva el tema de la adopción de bebés por parte de parejas homoparentales. Qué falta nos hacía que una editorial importante, con lectores a un lado y otro del Atlántico, se atreviera a sacar a la luz un relato como éste, pensado para los más pequeños. Recordemos, no obstante, que algún sello modesto había dado ese paso valiente con anterioridad. Pienso, por ejemplo, en La librería, que en 2005 puso a la venta Amigos y vecinos (con textos de Lawrence Schimel e ilustraciones de Sara Rojo). Pero las incursiones de relatos en nuestra vida real, donde abundan las parejas de madres que hemos tenido hijos por reproducción asistida o de padres que los han conseguido por adopción o acogida, son –como muy bien sabemos– bastantes escasas. Con Tango son tres se basa en un hecho verídico ocurrido en el zoo del Central Park hacia 1998. El texto –de Justin Richardson y Peter Parnell–, compuesto por fragmentos breves, delicados, narra la historia de amor de una pareja de pingüinos varones y su tenaz deseo de formar una familia. Las imágenes que lo acompañan –a cargo de Henry Cole– son realistas, a veces se simultanean varias en una sola página, y transmiten de manera eficaz los sentimientos de frustración, ternura y alegría que viven los personajes: Roy y Silo (la pareja), Tango (la hija de ambos) y Rob (su atento y perspicaz cuidador). Con libros así los niños se familiarizan con un –¿nuevo?– modelo de familia, cada vez más presente en nuestra sociedad, al tiempo que se refuerzan los modelos afectivos de muchos de esos pequeños, que así, el día de mañana serán adolescentes y adultos reafirmados en su sexualidad y seguros de sí mismos. Ahora sólo falta que los colegios y CEIPSOS lo tengan en sus bibliotecas, y que los maestros y maestras den el paso de leerlo dentro del aula, de recomendarlo y de abordar sin prejuicios y con naturalidad los temas de la diversidad familiar y de la afectiva. En muchos institutos abundan los muchachos y muchachas que temen salir del armario por miedo “a la soledad”, así como aquellos otros que, ya sea por un sentimento de culpa o de rechazo, muestran una actitud disruptiva dentro del aula. Qué bien les habría venido leer a tiempo un libro como Con Tango son tres. La nueva generación de lectores, por fortuna, podrá tener el día de mañana un futuro más pleno.    

lunes, 14 de noviembre de 2016

Tu amor es infinito

 Tu amor es infinito, Maria Peura. Sexto Piso. Traducción de Luisa Gutiérrez Ruiz. 208 páginas. 2016. 18 euros.



La narrativa finlandesa lleva unos años pegando fuerte en nuestras librerías. Dejando al margen al mítico Artoo Paasilinna, en el último lustro se han traducido las novelas de Sofi Oksanen (Purga, 2011; Cuando las palomas cayeron del cielo, 2013), Riikka Pulkkinen (La verdad, 2012), Tuomas Kyrö (Vatanescu y la liebre, 2014) y Katja Kettu (La comadrona, 2014). A esta nómina acaba de semarse otra voz singular, la de Maria Peura (1970). Si hay un denominador común en las jóvenes escritoras finlandesas es la potencia de su estilo, con una clara propensión a la metáfora para ocultar la dura realidad que se describe. A ninguna de estas mujeres le tiembla el pulso a la hora de relatar sus historias, violentas y dramáticas. En el caso de Peura, Tu amor es infinito afronta el tema de la pederastia y la violencia doméstica. La modalización es interna, Saraa –de apenas siete años– nos narra en tiempo presente sus vivencias en casa de los abuelos maternos, cerca de Rovaniemi (Laponia). Su relato es altamente lírico, con tendencia a la evasión surrealista y al buceo dentro del inconsciente. Este rasgo de estilo obedece tanto a la ingenuidad de la narradora como a su desesperado intento de escapar –siquiera por medio de la imaginación– de unas experiencias dolorosas y humillantes. Peura describe a la perfección las contradiciones afectivas de la niña, su rico mundo interno dominado por una naturaleza que cobija y abriga. Los propios lectores sentirán la parodoja de caer bajo el hechizo de unas palabras, a menudo, cargadas de sensualidad, al tiempo de repeler aquello que connotan. La traducción de Luisa Gutiérrez es muy meritoria, pues el juego de imágenes, así como la intrincada red de emociones que teje el relato, suponían un reto de difícil ejecución. Lirismo, oraciones simples y canciones infantiles son la base técnica de un libro demoledor, tremendo por lo que tiene de real, por lo que denuncia de nuestras –en apariencia– modélicas familias y sociedades. Que nadie se fíe, parece decir la autora, del blanco de la nieve: bajo la pulcritud se esconde un lodazal.  
   
Esta reseña ha sido publicada en La Tormenta en un Vaso. 

Enlace al original, pinchando aquí.









sábado, 12 de noviembre de 2016

(Tras)lúcidas, en Babelia



Amigos:


Os dejo por aquí la reseña que el crítico y poeta Luis Bagué Quílez publicó el pasado julio en Babelia (El País) sobre la antología (Tras)lúcidas, preparada por Marta López Vilar para Bartleby (2016), y en la que tengo el honor de estar presente.
 


jueves, 3 de noviembre de 2016

Coloquio sobre poesía cubana



Amigos:

El próximo lunes 7 de noviembre tengo el honor de participar en un coloquio sobre poesía cubana actual escrita por mujeres. Tendrá lugar en la librería Enclave (de libros), a las 19:30. Comparto mesa con las poetas antillanas Zurelys López Amaya y Gleyvis Coro, además de con el editor de la editorial Polibea -Juan José Martín Ramos- y de la directora de la colección de poesía americana en dicha editorial (Todas las noches se oyeron...): Verónica Aranda.   



Yo hablaré de la poética de la autora Jamila Medina Ríos y leeré textos suyos.


No os lo perdáis. Os esperamos ;)

A.

Autoría de la foto: Ariadna G. García. Jamila en la Residencia de Estudiantes.


viernes, 28 de octubre de 2016

Defendiendo la Educación Pública, en El País



Os paso el enlace a la edición digital de El País, donde aparezco junto a mi familia en la pasada manifestación del 26 de octubre en favor de la Educación Pública, pinchad aquí.



Nos vemos en las calles,
A.


miércoles, 26 de octubre de 2016

Los nombres del fuego


Los nombres del fuego, Fernando J. López. Santillana. 2016. 320 páginas. 11 euros.







¿Cuántas novelas españolas, de aventuras, recuerdan que estén protagonizadas por mujeres adultas o adolescentes? Dentro del mundo de la narrativa juvenil no es extraño encontrar historias donde las jóvenes lleven la voz cantante, pero cuando el asunto a tratar supone desafiar al sistema, sacar lustre a la valentía, enrollar el sendero conocido y desplegar un camino ignoto, defender a tu pueblo de una amenaza exterior, usurpar un cargo ajeno a tu destino y hacerlo con esfuerzo, como quien soporta sobre los hombros una lona muy gruesa, o recorrer la cara oscura de la vida, entonces el número de mujeres heroínas desciende de modo escandaloso. La isla de Bowen supone un continente aparte construído por César Mallorquí. Donde los árboles cantan es otra ¾ bendita¾ rareza, en este caso de Laura Gallego, un emblema de que los tiempos cambian y de que las mujeres están (nos estamos) reinventando a pasos de gigante. A ese ¾todavía escaso¾ listado de obras sumamos ahora un nuevo título: Los nombres del fuego, del novelista y dramaturgo Fernando J. López. Escritor y docente, Fernando aborda en su novela varios temas de peso, esos que otros prefieren evitar o por ignorancia o por falta de sensibilidad o porque piensan que les restará lectores: el bulling homófobo, la reivindicación de la libertad de la mujer, o la defensa de la igualdad entre sexos. Pocos autores de narrativa juvenil incluyen en sus relatos personajes homosexuales. Javier Ruescas tuvo los arrestos de hacerlo en la trilogía Play. Y basta de contar. Se agradece, pues, que en Los nombres del fuego, novela destinada a lectores adolescentes, aparezca una pareja de chicos y que se visibilicen las dificultades que atraviesan. Dificultades que ponen en jaque la democracia en Europa, en esta Europa que afila los cuchillos en lugar de los lápices. Pero más allá de los temas que trata el libro, su atractivo descansa en la estructura y en la hilvanación de dos mundos diferentes separados por quinientos años. Echando de mano de conceptos matemáticos como la física cuántica, la entropía, o la teoría de las cuerdas, Fernando teje un libro con dos lanas. Una procede del Imperio azteca de Moctezuma, Xalaquia, y la otra de la España de hoy, Abril. Ambas adolescentes se cuestionan su identidad en una batalla asimétrica contra su propio tiempo. Xalaquia es una heroína, una figura legendaria que se duele de su destino adverso. Abril no se enfrenta a la realidad exterior, sino sólo a la íntima. Su mundo civil no se tambalea, si bien es cierto que al final de la obra se barrunta un futuro de sangre -que no necesariamente caerá sobre ella, como sí lo hace sobre Xalaquia-


Sumamente recomendable, Los nombres del fuego promete acción y entretenimiento, a la vez que facilita un censo de prejuicios a erradicar, un albarán de bolladuras e imperfecciones de un mundo que podrá mejorar cuando los adolescentes -lectores de este libro, entre otros- lo hereden.     

Esta reseña ha sido publicada en La tormenta en un vaso. Original, aquí.

 

lunes, 24 de octubre de 2016

Las noches de Ugglebo, en El Cultural



Amigos, el crítico Álvaro Valverde acaba de publicar la reseña de mi fábula infanto-juvenil Las noches de Ugglebo (Premio de poesía El Príncipe Preguntón) en El Cultural. Os dejo el enlace, aquí.


domingo, 23 de octubre de 2016

Las flores de alcohol


Aprovechando que Sofía Rhei publica nueva novela, Róndola, recupero la reseña que escribí sobre su primer poemario, con la que me estrené en el mundo de la crítica literaria hace ya diez años.


Sofía Rhei, Las flores de alcohol. La bella Varsovia. Córdoba. 2005. 70 pp.

 
Conocí a Sofía una tarde de junio de 2004, en el Palacio Real. Yo salía de la Sala de las Columnas, donde Luisa Castro había deleitado a algunos y provocado a otros con la lectura de sus versos, cuando una voz a mi espalda me llamó por mi nombre. Me giré. Estaba a dos metros de mí, con su mirada intensa clavada en mis pupilas. Yo no sabía quién era. Pero me bastó aquella tarde para enmendarlo. Recuerdo que hablamos de todo un poco. Rompimos el hielo con Isaac Asimov e Ítalo Calvino. Había terminado, me decía, una novela deudora de ambos: Las ciudades reversibles, libro caracterizado por el juego, la fragmentación y el perspectivismo. Luego charlamos de otras cosas. Así, en la terraza donde nos apretamos veinte de los poetas que habíamos acudido al Palacio Real, me reveló su interés por la pintura. Por aquel entonces, Sofía ya daba clases de dibujo en un instituto de Vallecas. Me dejó impresionada. Sólo tenía 25 años. De regreso a casa compartimos un taxi. Vivíamos a 10 minutos la una de la otra. Pagó ella. Bajé del coche con el convencimiento de que me había ganado una amiga. Ese verano quedamos con frecuencia para tomar cafés o en mi casa o en la suya. Siempre me ha encantado ir allí, la verdad. Es como estar en un museo. Todo lleno de cosas. Preside el salón el cuadro de un bosque azul pintado por ella. Sobre uno de los armarios puede verse la funda de una guitarra española. Las estanterías están borrachas de miles de libros, frascos, plantas, colecciones de piedras... Así es Sofía: un sorprendente y acogedor aleph. Una mañana de domingo quedamos en una terraza para tomar unas cervezas. No se me olvidará. Bebíamos bajo un sol de mil demonios cuando de repente me pidió una cosa: que leyera el poemario que había escrito. Acepté en seguida. Sólo el título ya embriagaba: Las flores de alcohol.


Desde el mismo título, Sofía Rhei expresa a sus lectores cuáles son los movimientos literarios con los que dialoga: el simbolismo y las Vanguardias. Dos son los poetas a los que rinde homenaje: Baudelaire (Las flores del mal) y Apollinaire (Alcoholes). Las huellas son claras. Un par de veces cita a Apollinaire. Al comienzo de la obra y al final. Primero transcribe un verso suyo. Y luego, en el poema “Credo del bulevar de los sueños Estrella”, parafrasea otro. Sin embargo, la impronta del poeta creacionista va mucho más allá: afecta al fondo y a la forma. Aunque, como veremos, no es estrictamente la única. Otras dos tradiciones (una medieval, otra renacentista) mezclan sus aguas con las del ismo que abandera el legendario artillero francés.

Sofía Rhei analiza un objeto temático: el amor. Pero su enfoque es múltiple. El libro tiene ocho partes. Sobre cada una proyecta una mirada diferente. Igual que una pintora cubista, va colocando los puntos de fuga en varias posiciones. De este modo, alumbra cada vez una cara distinta del objeto. No existe una sola realidad. Nuestra impresión del mundo depende de dónde situemos la perspectiva. Por eso Las flores de alcohol nos hablan de la experiencia amorosa desde ocho ángulos: el deseo, la búsqueda, la posesión sexual, la ausencia, el rencor, la añoranza, el reencuentro y la plenitud. La suma de todos nos da una idea aproximada de lo que puede ser una relación afectiva.

Cambian los enfoques. También la métrica y el tono. Sofía Rhei hace alarde deportivo de sus habilidades técnicas. El amor, ya lo decía Luis Cernuda, “no tiene esta o aquella forma”. Su expresión, tampoco. Así, encontramos en el libro dos sonetos, una lira, cuatro poemas visuales, uno en prosa, verso libre, coplas y haikus. En cuanto al tono, según la experiencia de vida de la que se nos hable, es apasionado, abatido o irónico. Esos estados de ánimo, además -siguiendo a Baudelaire, Del vino y el hachís-, se ponen en relación con una bebida distinta.



En conclusión, la mirada del poemario es totalizadora. Aspira a la verdad. Si bien no deja de ser una mirada que se sabe finita, demasiado concreta. Quizá por eso mismo Sofía Rhei emprende un segundo diálogo con otras dos tradiciones poéticas: la mística y la cortesana, la áurea y la medieval; para universalizarse.

Las propias Vanguardias reelaboraron modelos antiguos. Por ejemplo, Vicente Huidobro, creacionista, igual que Apollinaire, introduce en Altazor un personaje de resonancias bíblicas y mitológicas.

Aquí, en Las flores de alcohol, aparecen motivos cortesanos. Uno es la metáfora del “deshielo”, que alude a una situación inicial de origen trovadoresco: la dureza de la dama y su rechazo absoluto de la corte amorosa del poeta. Esta metáfora, a su vez, la relacionamos con el gusto provenzal por los términos opuestos o enfrentados: hielo-fuego. De hecho, sería imposible derretimiento alguno si previamente no se produjera un aumento de temperatura provocado por la cercanía de una fuente de calor. Otro de los motivos es el debate entre la admiración de su belleza y el lógico deseo de poseer a la amada.

Otra de las huellas presentes en el libro es la que deja la mística. La imagen del “ciervo” que mantiene la mirada hay que relacionarla con el Cántico espiritual de Juan de la Cruz. En el mismo poema, otra imagen, la del “vapor” que desprende el ser amado y llega hasta los ojos del amante, es de inspiración platónica. Según Juan Boscán y León Hebreo, entre otros muchos, la sangre cría espíritus sutiles que salen por los ojos de quien ama “enderezados como saetas” -escribe Boscán- a los ojos primero, y al corazón, después, de la persona amada.

Finalmente, vemos en el libro un eco de las aspiraciones luisianas. Ambos poetas pretenden la unión con el Todo a través de la contemplación o del sexo. No siempre la consiguen. El sujeto que habla en Las flores de alcohol vive en un mundo terreno, rodeado de fauna y flora. Es un individuo que tiene una gran conciencia tanto del cuerpo ajeno como del propio. Ahora, su anhelo sexual trasciende los límites que impone la piel. Aspira a realizarse en las alturas. Sin embargo -no siempre-, termina sepultado bajo el agua, inmerso en el olvido y en la ausencia.

Esta primera entrega de Sofía promete otras muchas. Ya estamos deseando leer su siguiente poemario.



Esta reseña fue publicada en la revista Speculo, que edita la Universidad Complutense de Madrid, en 2006.

Elena Medel y una servidora presentamos este libro en la librería La Central, del museo Reina Sofía, ese mismo año.


jueves, 13 de octubre de 2016

Siomara España (Ecuador)



 
Siomara España (Ecuador, 1976) se ha dejado la piel en varios libros Concupiscencia, Alivio demente, De cara al fuego y Construcción de los sombreros encarnados (entre otros). Cada uno es una piedra de forma y tamaño diferentes, con los que la Siomara ha levantado una sólida pared de mampostería. El erotismo, la muerte o la locura constituyen la terca y obsesiva argamasa que cohesiona al vistoso conjunto de volúmenes. El último rinde homenaje a Thomas Mann, pues da voz a los personajes de Muerte en Venecia. La autora lo escribió coronada por una aurora incandescente a lo largo de una noche. Su bolígrafo trazaba tensas curvas al compás de la 5ª sinfonía de Malher. Apenas durmió dos horas, lo suficiente para acudir a la universidad en donde imparte clases. La corrección del libro le llevó varios días, ahora sí, bajo la suave luz de la templanza. El fuego huracanado del deseo era pulido, pero sus llamas seguían crepitando en la piel y en los labios del amante: “Que no se diga nunca/ se fue sin intentarlo”. La obra de Siomara ha recalado en festivales internacionales de poesía, Ferias del Libro y antologías varias. Recientemente, la editorial Polibea acaba de reeditar en España Construcción de los sombreros encarnados, su última publicación hasta la fecha. 



CONFESIÓN


Que no se diga jamás se lo intentó
que no rodé por el camino
que no tropecé y caí mientras dormía.

Que no se diga locura transitoria para decir amor
sexo para pasión, furia para celo
           [y a la distancia olvido.

Que no se diga aquí no se fraguo el fuego
el delito consumado sabanas mojadas,
mentiras escabrosas lucidez y miedo.

Que no se diga de esta agua no bebí
en esta tierra no viví
en esta cama no soplaron huracanes 
[y volaron como cartas los espejos.   

Que no se superlativise el beso
y no se conjugue el verbo amar 
y que se diga beso
    [en la exacta dimensión de la palabra.

Que se fusione cada silaba en su acento
como un cuento interminable
como un desplegar de leves alas.

Que cada consonante caiga ante el deseo de las palabras
sea grave el sonido en los abrazos
[y leves los fonemas con su luz difuminada

Que no se diga siempre equivocada estaba
su cuerpo acurrucó contra su espalda
que no arrancó gemidos de su boca
que no luchó contra su pecho
que no mintió
que no digirió una a una sus palabras.

Que no se diga  probó de mil venenos
que no se diga atroz  para decir ternura
y no se diga jamás tormenta y fuego
y entre fuego besos
y entre besos celo.
Porque fui nieve y serpiente mujer y viento
y después de viento arado
y después de arado tierra y su simiente.

Que no se diga nunca
se fue sin intentarlo
porque caí mil veces
ante el hondo
transitar de las palabras.                                                                                                          

(De cara al fuego. El Ángel. 2010)

martes, 11 de octubre de 2016

Mara Pastor (Puerto Rico)



 
Los carros de mi casa
tenían los retrovisores pegados con silicona
porque no había dinero para repararlos.
Los espejos fragmentados
como en un rompecabezas mal hecho.
Cuando mirabas por ellos
veías a conductores ebrios, mujeres golpeadas,
adolescentes maquillándose,
niños olvidados en los asientos traseros,
parejas camino a los moteles o a la iglesia,
asesinos vestidos de empresarios,
veías monjas serias que miraban hacia el frente,
al vecino evangélico gritándole a la esposa,
yerberos capsuleando, novios recién casados,
ambulancias,
músicos camino a los conciertos en el anfiteatro,
transacciones de droga, de armas, de huesos,
veías plátanos verdes traídos de Dominicana
y piñas gigantes más dulces que la miel,
veías volkys de colores,
y los contabas y poco a poco desaparecieron,
veías cañas de pescar, tablas de surfear,
las varetas de madera con las que enmarcaba el padre
y que los amiguitos de la escuela
llamaban escopetas,
veías a los policías
que querían multarnos por ir rápido, por ir lento,
por ir con los retrovisores rotos pegados con silicona,
veías la heroinómana en el semáforo
que se quedaba pidiendo monedas
cuando los carros mohosos aceleraban
para llegar a la casa,
a la escuela, a la universidad, al trabajo.
Retrovisores rotos,
movilidad enmohecida por el salitre
mar por todas partes, reflejo de fractal en aguacero,
posibilidad de Yunque, de ave costeña, de yagrumo,
de flamboyán como hemorragia del camino.
En los carros mohosos de mi casa
se hicieron pequeñas revoluciones
amorosas y escolares,
pronuncié correctamente la palabra periódico,
conduje rápido por las autopistas y la ruta panorámica,
me escapé al grito de Lares y a veces vi fantasmas,
en los retrovisores de los carros mohosos
vi los ferrocarriles dándole la vuelta a la isla
y los rostros de la gente
asomados por las ventanas de los vagones
sin que nadie se quejara de no tener aire acondicionado,
vi a mis tíos sin cinturón yendo por la número uno
antes del accidente que hizo llorar tanto a mi madre
y a mi abuelo subiendo la ventana automática
como si fuera un gran adelanto para la familia.
Porque el pasado de esta isla sólo puede verse
en un retrovisor roto con espejos mal pegados:
recuerdos enmohecidos
que están más cerca de lo que parece.



Mara Pastor (San Juan, Puerto Rico, 1980): Arcadian Boutique (2015). También es autora del poemario Sal de magnesio (2015).