“La verdad es que se avecina una
crisis. Japón está en manos de hombres de negocios codiciosos y de políticos
débiles. Con gente así, es normal que cada día haya más miseria. La única
solución es que nosotros, los jóvenes, hagamos algo. No creas que soy un
agitador de masas. A mí sólo me interesa el arte… La función de Okada-Shingen
es abriles los ojos a jóvenes como tú y crear obras de verdadero valor para
estos tiempos difíciles que corren” (Un artista del mundo flotante. 1986). Kazuo Ishiguro sitúa este monólogo del pintor
Matsuda en 1949. Otro creador, Ono, sostiene la tesis contraria: “El mayor
interés del artista es plasmar la belleza que pueda tener ante sí”. Ambas
opciones existen desde tiempos remotos. Emilio Bueso, con su demoledora Cenital, opta por la primera.
Frente a las obras utópicas de la
Antigüedad (La República, de Platón) y del Renacimiento (Utopía, Tomás Moro), desde comienzos
del siglo pasado han cobrado fuerza las narraciones distópicas, es decir, aquellas
que vaticinan un futuro siniestro para la raza humana. Muchas de ellas dibujan
un escenario totalitario que inhibe las emociones, censura las artes y ata el
libre albedrío (Un mundo feliz, Huxley; 1984, Orwell; Fahrenheit 451, Bradbury; Kollocaína, Boye; El cuento de la
criada,
Atwood); otras especulan sobre el aumento de la violencia individual (La
naranja mecánica,
Burgess) y de la ejercida por el estado (Perseguido, King; o la trilogía de Los Juegos
del hambre,
Collins); en algunas, se sublevan las máquinas (2001. Una odisea en el
espacio, C.
Clarke; ¿Sueñas los androides con ovejas eléctricas?, K. Dick); y en las menos, se
augura una involución que devuelve a los hombres al mundo preindustrial de la
Edad Media (Dudo errante, Hoban). Cenital pertenece a este grupo.
Con cada una de sus novelas, Emilio
Bueso ha cruzado
un umbral distinto: el del terror en Noche cerrada (2007), el gótico en Diástole
(2011) y
ahora ha atravesado el de la distopía o novela de anticipación. No parece que
haya género que se le resista. Tres disparos, y otras tantas dianas en el
corazón de sus lectores. Disfruta con sus libros. Y se nota.
Cenital es su obra más compleja. La más
arriesgada. Bueso teoriza
sobre el derrumbamiento de la sociedad por el impacto de la crisis económica y
del agotamiento de los recursos energéticos. La caída del imperio capitalista,
obliga a los pocos supervivientes a una regresión, a un desandar lo andado, a
una vuelta al origen. Los personajes que pueblan Cenital (la ecoaldea en la que
se han agrupado, en el límite de Castellón) trabajan codo con codo para
sobrevivir en su comuna autosuficiente. Viven en el año 2014. A dos de los
recortes que padecemos, del darwinismo social que nos estratifica, del golpe que supone
la subida de impuestos y el encarecimiento del transporte, de la privatización
de Repsol YPF en Argentina, del aumento del paro, de la nueva reforma laboral…
Y esa pequeña distancia cronológica, de pronto, nos angustia.
La estructura del libro trata de
armonizar la historia civil con la hipótesis de Bueso, que no deja de ser una ficción
que a la vez que colma nuestras ansias de entretenimiento, advierte de los
riesgos de economía neoliberal. La obra, pues, hila dos tipos de discursos que
se van alternando: ensayo y narración.
Ensayo. Cenital combina la creación de un mundo
narrativo, literario, con el comentario y la reflexión sobre los
acontecimientos reales que afectan a los individuos con independencia de su
nacionalidad. Todas estas ideas, a su vez, se dividen en dos grupos. Por un
lado, tenemos las citas textuales que Emilio Bueso toma prestadas de algunos de los
ecologistas más importantes (Guy McPherson, James Howard Kunstler…) o de obras emblemáticas de la
ciencia-ficción (Mad Max, 1984..). Es decir, en la novela encontramos ecos de trabajos anteriores,
con los que contrae una deuda ideológica. Y por otro, se encuentran los post
que Destral, el
protagonista del libro, publica en su bitácora. Este personaje, pues, es lo
suficientemente crítico como para no admitir los cambios en el parámetro moral
que hacen que su conciudadanos soporten, en nombre de la crisis, la pérdida
constante de sus derechos. Con su blog arenga contra las políticas neoliberales y trata
de romper la ilusión de normalidad que ciega al resto de la gente. Lo hace con
urgencia. Hemos tocado techo. Sobrepasamos el límite. No hay tiempo para el
cambio. Vamos en un tren sin frenos hacia la pesadilla. Su objetivo es el
reclutamiento: “Escríbeme. Sal de ahí. Deja tu empleo. Deja de comprar basura.
Vende tu casa. Vende tu coche. Huyamos. Juntos podríamos llegar muy lejos.
Podríamos sobrevivir” (p. 35).
Narración. De nuevo, se abren dos
caminos. Por una parte, Bueso relata el paso del rito, el cambio o la transformación a
la que se vieron obligados los habitantes de Cenital. Atrás dejan su identidad
y oficio (soldado, sacerdote, temporero, becario…). Cada uno de ellos se
reinventa, pone a 0 su cuentakilómetros y colabora en un proyecto común: la
supervivencia. Y por otra parte, narra las aventuras y peligros que corren los
miembros de esta comunidad tras el hundimiento energético y hasta el 2014. El
estilo literario se torna brusco, descuidado, como la vida improvisada que llevan los
cien aldeanos de la ecoaldea. Cuando el hambre, la violencia y las inclemencias
del tiempo te miran a los ojos no hay lugar para las florituras de lenguaje.
Trepidante, de alto voltaje
ideológico, cruenta y visionaria, Cenital atrapa al lector desde la primera
línea, y levanta un monumento a la cruzada en contra del capitalismo salvaje y
despiadado.
Aterradora.
Imprescindible.