sábado, 23 de julio de 2016

Primera reseña de Las noches de Ugglebo



Os dejo la estupenda reseña que la escritora Gracia Iglesias ha publicado en La Tormenta en un Vaso sobre mi primer relato infanto-juvenil: Las noches de Ugglebo, Premio de Poesía El Príncipe Preguntón (Diputación de Granada, 2016).

Podéis leerla aquí.


domingo, 17 de julio de 2016

Y así mi comienza mi relato Las noches de Ugglebo

  
1.    El archipiélago



En el medio del Báltico
se agrupan dos mil islas misteriosas
y muy poco pobladas.
Algunas son de roca y sólo miden
lo mismo que una barca;
pero las hay más grandes
y están llenas de bosques. Tierra adentro,
las mujeres y hombres
han construido aldeas con sus manos
y cultivan los campos
o pescan en el mar.

                   Ahora es de noche.

En la isla de Nagu
se oye el rumor del viento entre los árboles,
cantan los grillos, brillan las estrellas
y se escuchan los pájaros nocturnos.
La leña arde con fuerza en las cabañas
donde la gente duerme
a resguardo del frío.
                                   Nadie sabe
que a diez metro de altura un búho joven
asoma la cabeza por el hueco
de un tronco ancho y fuerte.
Apenas ha dormido en todo el día,
de lo tenso que estaba. Le han cambiado
las plumas de las alas y está eufórico.
Piensa volar con ellas hasta el amanecer. 


(Las noches de Ugglebo. Premio de Poesía infantil El Príncipe Preguntón. Diputación de Granada. Ilustraciones de Susana Román. 2016) 
 

miércoles, 13 de julio de 2016

Tres palabras

Con Poniatowska, que me firmaba un libro para Ruth. 
Foto del novelista Alfonso Domingo.

He sido invitada por la Casa Real en dos ocasiones para asistir a la entrega del Premio Cervantes en Alcalá de Henares. La primera vez fue en 2004. Y entre las anécdotas de la velada recuerdo que tuve la oportunidad de ser testigo del acto desde el estudio portátil que había instalado RNE, gracias a mi querido Javier Lostalé. En 2013, sin embargo, se me quedaron grabadas unas palabras de Elena Poniatowska poco antes de su gran momento. Todo el mundo conoce su discurso en el Paraninfo. Fue publicado y comentado en diferentes medios. Yo me quedo con tres palabras previas. La breve oración que dijo para realizar la prueba de audio y de funcionamiento de los micrófonos. Estaba justo encima de mi banco. Esas tres palabras nos dan la medida de una escritora sublime, fuerte y cercana. Fuerte porque reconoce sus debilidades y se enfrenta a ellas. No aparenta lo que no es. Su fortaleza descansa en su franqueza. ¿Qué dijo?: "Tengo mucho miedo".     



viernes, 1 de julio de 2016

La zanja




La zanja. Nuria Ruiz de Viñaspre. Editorial Denes. XII Premio de Poesía César Simón. 2016. 74 páginas. 10,50 euros.


 

Cuando una escritora o un escritor se sientan a escribir tienen ante ellos, de entrada, varias opciones estéticas. En algunas ocasiones reproducirán miméticamente el mundo, y en otras defenderán la autonomía del texto, la suspensión de su función representativa. Habrá quien siga los esquemas métricos de moda en las últimas décadas (sobresale la silva de verso blanco), y quien ejecute una melodía musical propia, independiente y original. A veces los autores emplean en sus versos un lenguaje normativo, sencillo, claro, cercano a la lengua estándar (“Escribo como escupo” declaraba Blas de Otero), o al revés, tienden al hermetismo, a la expresión oscura. Estas son algunas de las variables sobre las que los poetas meditan antes de enfrentarse al texto. Ninguna es mejor que otra. Todo depende de la valía del autor. Todas son necesarias. Los humanos somos seres complejos, poliédricos, buscamos distintas respuestas a lo largo de la vida, nos hacemos multitud de preguntas que varían a lo largo del tiempo. Nuestra sed es insaciable. No nos vale un esquema. Desbordamos las pautas. Decía José Martí que cada libro tiene un rostro, un lenguaje; y de la misma forma, nuestras carencias tienen diferentes fisionomías, por eso vamos a la zaga de libros que nos reflejen en nuestra multidimensionalidad. Las opciones estéticas por las que se decanta Nuria Ruiz de Viñaspre en su último libro, La zanja (Premio de Poesía César Simón), podríamos catalogarlas de vanguardistas. En una selva lírica caracterizada por los ritmos fijos (combinaciones de heptasílabos y de endecasílabos), la verosimilitud y la denotación, se agradecen los poemarios de propuesta estética arriesgada. Las piezas que lo componen, salvo alguna excepción, no hacen referencia al mundo extralingüístico. No hay asideros fuera. No existen los vínculos referenciales entre las expresiones de los textos y el mundo exterior. Nos movemos en las interioridades del sujeto que enuncia (de ahí el título del libro, la zanja, como otros poetas han optado por la “galería” o el “teatro bajo la arena”). Las imágenes de las diferentes composiciones se hilan con una sorprendente batería de figuras retóricas, esas que la mayoría de los poetas tienen olvidadas en los trasteros y altillos de sus casas. A saber: concatenaciones (“dentro de mí hay una carta/ y dentro de la carta hay un sobre/ y dentro del sobre hay un ciervo…” p. 14), sinónimos (“se apisonan se clavan se hincan” p. 22), paranomasias (“The End del Edén” p. 63), calambur (“y el hielo es-clavo” p. 32), anáforas (“y siento hielo en mi cerebro/ y el aire se enfría/ y se congela el mundo” p. 32), rima en eco (“o ser músculo minúsculo para adentrarse en el yo mayúsculo” p. 58), aliteraciones (“los rles de sus brazos/ zanjas/ los rieles de su cuello/ zanjas/ el carril por el que discurría su sexo” p. 50) y alegorías (mención a la zanja, el socavón, el pico, la pala…). Ruiz de Viñaspre ha jugado con el idioma, se ha divertido con él. Como sentenciaría Juan Carlos Mestre, ha demostrado insumisión hacia el lenguaje normalizado. El mundo de la inconsciencia es caótico, un magma denso en ebullición constante, amorfo y potente. De ahí que la autora se haya decantado por las asociaciones semánticas y fonéticas para tejer su discurso. En la zanja no existe el lenguaje racional. Por eso tampoco encontramos en (la mayoría de) los poemas ni signos de puntuación ni conectores. Abundan las percepciones fragmentadas. La voz que enuncia ni narra ni argumenta. Se deja llevar por un fluido de conciencia que avanza dando saltos de unos temas a otros: el amor, el metalenguaje, el deseo o la condición humana. 
Dentro del conjunto destaco un poema dedicado a Gaza, es la única pieza con deixis referencial a una región del mapamundi. La ironía, en este caso, se alía con una sutil denuncia política. El trabajo con el lenguaje que ha llevado a cabo Nuria Ruiz de Viñaspre, tanto en este libro como en otros anteriores (Pensatorium, La Garúa. 2014), le ha abierto las puertas de una antología de reciente aparición, nacida para abrir una cuña en el –masculinizado– canon poético español: (Tras)lúcidas. Poesía escrita por mujeres. (1980-2016), compilada por Marta López Vilar y editada por Bartleby. Que tengan suerte ambas. 

Esta reseña ha sido publicada por La Tormenta en un Vaso. Enlace original, aquí.