Piel de lobo, Lara Moreno. Lumen. 2016. 264 páginas. 19,90 euros.
Uno de los temas más atractivos y complicados sobre los
que escribir es el de las relaciones familiares. En todas las casas existen tabúes
que ocultar, relaciones mal avenidas que acaban explotando, y traumas
infantiles cuyas asombras alcanzan a adultos carentes de recursos –de
sensibilidad, de inteligencia emocional– para encarar con éxito sus vidas. No
deja de ser curioso que una institución tan importante desde que nacemos sea a
la vez un nicho de problemas, de conflictos, de rencores de lo que a menudo es
mejor tomar distancia. Al fin y al cabo, la sangre no deja de ser un líquido
viscoso; lo relevante no es el genoma que uno hereda o comparte con otros
miembros de su especie, sino la red de valores que los une y sostiene para
garantizarles su protección. Pero no siempre resulta sencillo separarse de ese
núcleo, por muy tóxico que sea. La inercia, la culpa o la inseguridad sirven de
argamasa para recomponer un muro roto. Y de eso trata la última novela de la
autora sevillana Lara Moreno (1978). El libro relata la vida de dos hermanas
(Sofía y Rita) durante las vacaciones estivales, tras la separación de la
primera y la muerte del progenitor. Se localiza en un pueblo costero, en la
antigua casa familiar, gérmen de secretos e infectada de hormigas (como la
casa, por cierto, de Subsuelo, de Marcelo Luján; novela que también aborda el motivo de las
conflictivas relaciones fraternales). Ambas hermanas cargan con el fardo de un
secreto erótico, el de la pequeña (Rita) es verosímil, mientras que el de la
mayor (Sofía) resulta un tanto forzado y parece el imprescindible pago del
tributo al morbo del que pecan, por igual, novelas y películas. No obstante,
abre un motivo importante dentro del libro: el del necesario reajuste sexual en
una pareja que acaba de tener un hijo. Éste es un bomba cuya onda expansiva
expulsa a las afueras del matrimonio la belleza, el descanso, el sexo. Sofía
ama a su vástago pero le resulta un extraño, lo repele y lo quiere a partes
iguales. Ni ella ni su hermana saben desenvolverse por la vida. Las une su
necesidad común de otras personas que las protejan y cuiden. Se sienten
vulnerables. De ahí que sean interdependientes, que no sean capaces de
renunciar la una de la otra, y que a la vez, les resulte difícil aguantarse.
Cada hermana constituye un espejo que refleja una imagen conocida e hiriente.
Tanto que al final deciden romperlo en mil pedazos, en un desenlace de gran
intensidad emotiva que se viene gestando durante toda la novela. La historia
viene contada por un narrador omnisciente y por Sofía, que actualiza a los
lectores acontecimientos importantes de la infancia de ambas. Un rasgo a
destacar del estilo es el uso de sintagmas nominales con la función de
complemento del nombre, un rasgo poco habitual a día de hoy, pero que gozó de
gran estima en el Barroco: “en esta mañana pañuelo blanco”, “la lonja escama
gigante”, “pestañas abanico”. Además, la incoroporación de los diálogos al
texto, sin guiones –como se hace en la narrativa anglosajona– dota al libro de
agilidad.
Sin duda, Lara Moreno es una de las voces más singulares de nuestra
narrativa reciente. No rehúye los conflictos entre los personajes, sino que va
buscando su colisión; evita los lugares comunes –novelas protagonizadas por
escritores–, y aborda asuntos actuales de los que pocos hablan –las tensiones
familiares, la crianza de los hijos, el duelo por la separación–. Novela
realista, Piel de lobo ofrece un pormenorizado estudio de la complejidad de la
psicología humana, del combate que entabla la angustia contra la
confianza.
Reseña publicada en el blog La Tormenta en un vaso. original, aquí.