Americanah, de Chimamanda Ngozi Adichie. Literatura Random House. 2014.
605 páginas. 24´90 euros. En ebook, 12´99. Traducción de Carlos Milla Soler.
No siempre comprendemos a los personajes de novela, a
menudo diferimos en nuestras opiniones, vemos el mundo desde esquinas
contrarias, y no los entendemos. Puede que sus actuaciones o palabras nos
saquen de quicio, y que entren en conflicto con nuestros valores, con la visión
del mundo que nos hemos forjado con el tiempo. Aún así, nos interesamos por sus
vidas, por sus andanzas, porque sabemos que hay una parte nuestra que se
explica algunas de esas cosas, que reconoce que en los comportamientos humanos
existen mil matices, que no todo es blanco o negro, que es muy fácil poner
etiquetas (bueno- malo, correcto-erróneo, ético-inmoral), pero que si
escarbamos en el fondo de cada uno, las columnas de los prejuicios caen. Y el
que esté libre, que lance la primera piedra.
Que un autor consiga de ti que te zambullas en la vida de
su personaje principal, que intentes ver el mundo a través de sus ojos, pese a
la distancia inicial que te aleja de él, es una proeza a la altura de muy
pocos. La nigeriana Chimamanda Ngozi Adichi (1977) es una de ellos. Lo logra
con su última novela: Americanah.
La obra relata la vida de Ifemelu, desde su adolescencia
hasta su edad adulta. Comienza in medias res, cuando a los treinta y tantos años
decide abandonar su país de acogida (los Estados Unidos) para regresar a
Nigeria. El libro compagina el presente de Ifemelu con el amasijo de recuerdos
y experiencias que la empujan a tomar su decisión.
El comienzo del libro se centra, pues, en su etapa de
instituto y en los primeros cursos en la universidad. Estas páginas parecen
sacadas de una entretenida (y típica) novela juvenil sobre el despertar del
erotismo. No obstante, encontramos en ella el eje sobre el que girará toda su
historia: Obinze, su amor de juventud; un muchacho resuelto, amable y atractivo
del que le separará su visado de estudiante en Filadelfia. El dolor de la pérdida,
su recuerdo indeleble, se enquistarán en ella como un tumor. Si la descripción
de Lagos resulta atractiva a un lector europeo, la lucha por la adaptación de
una extranjera a un país extraño es portentosa. Ifemelu, de familia acomodada
en Nigeria, descenderá al abismo de la humillación en el país de las
oportunidades. Americanah denuncia no ya sólo el trato vejatorio hacia los
inmigrantes, sino la discriminación racial de los blancos hacia los negros y de
los negros locales hacia los africanos. Algunas oraciones son demoledoras: “yo
no me consideré negra hasta que llegué a los Estados Unidos”. En adelante, el
libro pondrá una lupa sobre la letra pequeña de la nación (el precario nivel
educativo en la enseñanza media, la hipocresía social…). El hilo argumental son
las distintas relaciones sentimentales que Ifemelu mantiene a lo largo de los años
con hombres de distintas razas, desde que aterriza hasta que se convierte en
una bloguera
afamada.
La novela se cierra con el regreso de la protagonista a Lagos.
Allí se reencontrará con Obinze, de quien se nos ha narrado sus dificultades en
Londres (carece de papeles y se pone a merced de una mafia, que lo explota a
destajo). Para entonces, cada uno de ellos carga con una vida insatisfactoria y
agrietada, construida desde el dolor y los sueños apartados.
Americanah es, ante todo, un libro sobre la identidad, sobre
la reivindicación de una misma, de sus raíces, de su modo de ser. El fuerte carácter
de Ifemelu le ayuda a encontrarse a sí misma en donde otros sucumben a la
influencia externa. Valgan como símbolo su acento y su pelo. No renuncia a la
dicción nigeriana ni a las trenzas propias de su tierra natal. Pero que nadie
piense que se trata de un camino fácil de recorrer. La depresión convive con la
esperanza, el acomodamiento con la melancolía, la felicidad con las ganas de
aplastarlo todo. Chimamanda Ngozi critica por igual la vida de Nigeria, la dependencia de
las mujeres hacia los hombres, el consumismo, las carreras profesionales
truncadas por la maternidad, la apariencia o el fanatismo religioso.
De traducción impecable, el libro goza de una prosa
elegante, cuidada, dulce y de un léxico variado; el caudal necesario para
nombrar la diversidad de emociones y sentimientos (a veces contradictorios) que
sienten sus protagonistas. Un estilo que al final, te acerca a ellos.
Un libro valiente, ambicioso, que acumula sentimientos e
ideología; una novela total, minuciosa en su análisis de la psicología humana.
De lo mejor del año. Corran a sus librerías.
Les dejo una conferencia de la autora sobre los peligros de las versiones únicas sobre los países y las personas. Pinchen aquí.
Esta reseña ha sido publicada por la revista digital Culturamas. Aquí.