El problema migratorio actual se produce cuando los exiliados proceden de África o Asia. Los intelectuales comunitarios miran de frente a un drama al que los políticos de la Unión no dan respuesta alguna. En algunas ocasiones, los artistas narran el viaje completo de esos de hombres y mujeres que recorren miles de kilómetros hasta alcanzar España, Francia o Gran Bretaña (Caso, Winterbottom, Olivares); en otras, muestran la amenaza constante de la deportación, incertidumbre con la que aprenden a convivir los sin papeles (Haneke), pese a estar integrados en su nuevo país desde un punto de vista social, afectivo y laboral (Cantet); y por último, en otras ocasiones describen un momento dramático de la fuga, ese en que los sueños quedan varados en una playa fría y desierta, bajo un cielo cubierto, a la espera de un modo de proseguir su marcha, de cumplirse (Lioret, Kaurismäki).
Las películas Welcome y Le Havre abordan el mismo asunto (la solidaridad de los ciudadanos de Francia hacia un joven emigrante ilegal que, habiendo sido descubierto por las autoridades –y separado de su grupo–, anhela cruzar en solitario el Canal de la Mancha). Sin embargo, sus respectivos directores lo hacen desde una perspectiva diferente, lo que implica que la técnica de ambos también sea distinta.
Welcome
Philippe Lioret
Lioret firma una obra trágica. Su intención es crear un espacio de debate político que anule la controvertida ley de inmigración francesa. Para lograrlo, ahonda en la intensa relación entre dos personajes solitarios, a la deriva, perdidos dentro de sí, de sus mundos de anhelos imposibles. Bilal es un adolescente kurdo de origen irakí que pretende reencontrarse en Londres con su novia. Simón, un antiguo nadador profesional en pleno proceso de divorcio. El coraje del muchacho, su determinación y valentía, suponen una tabla a la que se abraza bien fuerte su entrenador, que se contagia de ellos para exteriorizar sus emociones y recuperar a su esposa. Bajo la pálida luz del mar del Norte, delatadora y violenta, se enciende la cálida llama de la empatía entre dos hombres de culturas y de edades distintas, a los que ata un mismo objetivo, ese que nos vincula a todos más que ningún genoma: ser felices.