Café Jazz El Destripador, Luis Artigue. Oviedo, Pez de plata. 2020. 294 páginas.
Tras la lectura de la brillante Donde siempre es medianoche, pensé que Luis Artigue tendría bastante difícil igualar los megavatios de aquella premiada novela (recibió el Celsius en la categoría de ciencia ficción y fantasía españolas). Pero si de algo va sobrado el narrador leonés es de potencia lumínica: tiene una obra verdaderamente deslumbrante. Café Jazz El Destripador guarda similitudes compositivas con su libro anterior. De nuevo el protagonista recurre (mal que le pese) a la mediación de un experto en psicología para orientarse en este valle de lágrimas. Sólo que ahora este personaje viene encarnado por un “pastor santero” que emplea sus habilidades psicoanalíticas para someter a terapia a un obstinado espíritu doliente que ha poseído el cuerpo de Miles Davis, el célebre trompetista. Así empieza un apasionado, lírico e imaginativo viaje regresivo por la mente del músico hechizado hasta el París finisecular: gótico, arrabalero, galante y libertino, de salones imperiales y muchachas con sífilis. Y es que Miles, en una vida previa había sido el poeta maldito Charles Baudelaire. A partir de este punto, se simultearán dos tramas igual de exuberantes, creativas e intensas. Una transcurrirá en París (1840-1868); la otra entre St. Louis City, Nueva York, Los Ángeles, París y Newport (1940-1958). La primera estará protagonizada por la hija bastarda de Baudelaire, cuyo espíritu martiriza la mente de Miles David, hasta medio destruirlo; la segunda, por este joven músico y por el mítico Charlie Parker, el genio de Harlem: un hombre lúcido, audaz, innovador, delincuente, egoísta y enfermo, siempre al límite de su capacidad de resistencia. Luis Artigue dedica las páginas más lúcidas de su libro a la reflexión meta-artística. Contrapone dos modos de ser y estar en el mundo, a los que asocia dos concepciones distintas de la música. Por un lado, Charlie Parker simboliza al artista total, obsesionado y ebrio de su obra. Sus ansias de libertad, su insatisfacción perpetua, su rebeldía, su deseo constante de emociones lo llevan a la invención de nuevos (y arrebatados) ritmos. De modo que su drama personal queda plasmado en sus composiciones. En el otro platillo de la balanza se encuentra el joven Davis: un muchacho tierno, generoso, de estilo equilibrado, imaginativo, sereno y sensual. Dos polos. Dos actitudes. Dos estéticas. Y en medio, Artigue que nos lanza un puñado de preguntas: ¿cuál es la función del arte: exaltarnos, consolarnos, mejorarnos (elevarnos al amor, a la bondad)? ¿Qué precio hay que pagar por el éxito? ¿Se puede crear una obra perdurable “desde la normalidad” o es requisito indispensable tener un espíritu turbio? ¿Emana la belleza del dolor o de la alegría? ¿Qué persigue el artista: crear una música pegadiza, “con emociones de contrachapado”, de consumo rápido que le reporte fama y dinero; o componer temas hondos, emanados de dentro, con un estética exigente y un estilo culto que, no obstante, comunique un mensaje de corazón a corazón? Este Artigue, está claro, no solo habla de melodías y salas de conciertos, realiza una reflexión general sobre cualquier disciplina creativa (¡Ay, la lírica!) y toda forma de interacción humana (la superficial & la verdadera).
Con frenéticos cambios espacio-temporales, una prosa magnética y un refinado sentido del humor, Luis Artigue nos regala un viaje sorprendente, lleno de contrastres (la gloria, la decadencia de un músico; el París integrador frente a la Nueva York racista; los artistas, los gánsters…). Café Jazz El Destripador es una novela inteligente, alocada y entretenida en donde se revela el mundo propio de su autor. La edición, simplemente, maravillosa. Las bellas ilustraciones de la cubierta, el interior y la postal que acompaña al libro las firma Ángel de la Calle. Para tenerla en casa. Ya saben qué pedir a Santa Claus.
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