Concentración, ayer, por la conversión de la casa de V. Aleixandre en la Casa de la Poesía. |
En diciembre de 2009 tuve el honor de participar en un recital conjunto en la casa de Vicente Aleixandre, en la antigua Velintonia, 3. Se trataba de un homenaje a Gerardo Diego. Allí estaban Pureza Canelo (Presidenta de la Fundación G. Diego), Javier Lostalé (periodista de RNE), Francisco Javier Díez de Revenga (Catedrático de Literatura), Alejandro Sanz (Presidente de la asociación de Amigos de Vicente Aleixandre)... y muchos escritores más.
Como consecuencia de aquella velada, escribí un poema al cedro que el poeta plantase en su jardín.
El cedro
A Vicente Aleixandre
Una tarde de invierno, un grupo de poetas
abrimos el candado del jardín
y entramos en tu casa, viendo cómo
se abría una pared como costilla,
pintando grietas hasta la techumbre.
El vaho de nuestro aliento se extendía
por el salón helado, silencioso,
la enorme biblioteca abandonada
y las habitaciones carentes de latidos.
Los ojos tropezaban con las sombras
de libros en estantes descolgados,
fantasmas melancólicos, privados de caricias.
Fue entonces cuando uno de nosotros
se acercó al ventanal, donde bailaba
un escuadrón de copos ordenados
y recitó unos versos. Nos turnamos.
Nuestras voces trepaban por el aire,
donde se arracimaban y giraban
como un loco derviche de fonemas,
mezclándose con otras anteriores.
Los rostros revelaban gestos nuevos.
El cedro que plantaste con tus manos
veía en nuestros pómulos paisajes
que no creyó que fuese a ver de nuevo.
Sus ramas nos miraban tras el vidrio
como huérfanos sucios, hechizados,
por la lumbre tensada como un nervio.
Colmamos su renuncia de esperanza,
su memoria de anhelo.
Todas las estaciones estallaron
en sus hojas, cubiertas por tapetes
rojizos, rubios, verdes o estampados.
A la noche nos fuimos, con lentos pasos torpes,
lo mismo que exiliados en columna
camino a la frontera más lejana.
La luz recuperada se quebró.
Las noches de vainilla, jaspeadas,
los astros y la piel se extraviaron.
El árbol se sumió en la soledad,
la casa en su derrota de pedernales ígneos.
(Poema inédito)
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