martes, 31 de julio de 2018

De conjuros y ofrendas

 De conjuros y ofrendas, Ángela Álvarez Saez. Polibea. Madrid. Prólogo de Marta Fuentes. 114 páginas. 2015.



Ángela Álvarez Saez (1981) lleva doce años publicando libros de poemas y ganando premios meritorios. Allá por el curso 2005-2006 fue becaria de creación de la Fundación Antonio Gala. Unos meses más tarde ganaba el Antonio Carvajal y publicaba en Hiperión su primera obra: La torre de las tortugas, a la que siguieron los títulos Metales en la voz (Premio Gran Hotel Canaria, Vitruvio, 2006), Las versiones del tigre (Vitruvio, 2007), De conjuros y ofrendas (Polibea, 2015), La columna rota (Huerga y Fierro, 2016), La estación de las Moras (Premio Carmen Conde, Torremozas, 2017), El libro de la nieve (Premio María del Villar, 2017. En imprenta) y La casa salvaje (Premio Internacional León Felipe, 2018. En imprenta). Su obra se construye sobre un bosque de símbolos. Es muy visual, muy plástica. La voz que enuncia en De conjuros y ofrendas se aparta del egocentrismo romántico para eregirse en portavoz de quienes acometen el paso del rito. No falta la escenografía tribal (tambores, aborígenes, fuego), el bestiario amenazante (lobos, minotauros, tigres), ni el fin del sacrificio (“Aprendimos a doblegar el miedo”, “a través de un sendero de arterias transparentes/ llegamos a la entrada de nuestra identidad”). La poesía comunica una experiencia de autodescubrimiento que nos atañe a todos. El sujeto que habla dice: “Descubrirse en la extrañeza de la propia voz”. Su viaje es simultáneo a la escritura. Como explicaba José Ángel Valente, el texto es un “conocimiento haciéndose”, una revelación que tiene lugar en la propia exploración del verbo. En ese sondear en la noche, Ángela se adentra en los enigmas del mundo y de su propia concepción: “Tal vez en el libro sagrado…haya un misterio áspero”, que trata de resolver por medio de la palabra, mediante conjuros, ofrendas, oraciones, escenas de caza o bailes chamánicos que brotan del inconsciente. Dámaso Alonso, a propósito de Otero, comentaba: “Toda poesía es religiosa”, en la medida en que “se vierte hacia las grandes incógnitas que fustigan el corazón del hombre”. La joven poeta madrileña refrenda esta tesis con su poemario: “He regresado a la ciudad desconocida, esperando encontrar/ una respuesta”.

Dejo por aquí un par de poemas que dan buena cuenta de la pulsión del libro. Una autora a seguir.


Tormenta

En el sueño aparece un palacio antiguo
con pasillos interminables,
hileras de libros en habitaciones
blancas.
Un reloj mide mis pasos
sobre las losas de piedra,
ahuyentando todas las mentiras.
Al fondo,
una pared de cristal que da al interior de uno mismo.
O tal vez un bosque. Un paseo de estatuas.
Tal vez
el incio de la nieve después del deseo.


Invierno

Los árboles avanzan desnudos hacia la ciudad,
entretejiéndose los sueños a través de sus raíces
y de sus algas azules. Mientras que el pueblo
de tu infancia está a punto de despoblarse.
El fondo del mar huele a leña,
como el primer sorbo de luz de la mañana.
La memoria
hilvana musgo a orillas de febrero.



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