Sostiene Jorge Riechmann que a los occidentales nos resulta más asequible imaginar el fin de la especie humana que el final del capitalismo. Así de interiorizado tenemos el sistema económico que muy posiblemente nos conduzca al colapso. Son muchas las novelas y películas que abordan este asunto. Hoy me interesan destacar las que imaginan que la extinción se deba a un virus o a una bacteria letal. ¿Se acuerdan de las películas Cyborg (1984) o Doce monos (1995)? En ambas se habla de una pandemia mundial que ha reducido a mínimos a los seres humanos. ¿Les suena? Más recientemente, el tema se ha puesto moda entre los escritores españoles. La crisis energética y económica de 2008 fue un aviso para navegantes. Miles de personas comenzaron a preocuparse por el agotamiento de los recursos naturales que satisfacen la demanda de la población mundial. Las cuentas no salían. Éramos siete mil millones de almas exigiendo agua potable, consumiendo petróleo y suspirando por tecnología. Han pasado trece años desde entonces, y las cosas, como es evidente y notorio, han empeorado. La desvastación de ecosistemas y la destrucción de hábitats han soltado por el planeta un coronavirus que ha segado la vida de tres millones de hombres y mujeres. La Covid-19 ha encarnado la pesadilla que cineastas y novelistas habían creado en sus estudios para nuestro entretenimiento. Me refiero a autores como Ismael Martínez Biurrun, Eduardo Vaquerizo o César Mallorquí.
La primera de las obras narrativas de las que voy a hablar se titula Nos mienten; la firma el segundo autor mentado, y vio la luz en 2013 de la mano de Fantascy, la división de Ci-fi de Pinguin Random House.
Vaquerizo nos dibuja un doble escenario apocalíptico. Nos habla del colapso dentro del colapso.
La primera fecha clave data del 2035. Ese es el año en que desaparecen la Unión Europea y de la democracia española. En su lugar, gobierna los destinos de los antiguos ciudadanos comunitarios la Confederación Empresarial Paneuropea que puso a las guerras corporativas que asolaron el viejo continente (en las que se emplearon armas nucleares y se destruyeron ciudades enteras). Dicha confederación tiene delegaciones en todos los países de la extinta UE.
Tras aquel cambio, la civilización occidental cedió sus libertades a cambio de una falsa seguridad. Nos mienten se localiza en un Madrid distinto al actual, pero reconocible. En la cúspide del organigrama político se encuentra el Presidente de la Confederación empresarial madrileña. Justo debajo, distintas familias se reparten el poder en función de su actividad empresarial: los Ramoneda, que dirigen empresas biotecnológicas; los Villamil, abogados; y los Vaaden, que se dedican a la industria eólica. Cada familia cuenta con su propia policía privada.
El mapa urbano también sufrió modificaciones. Lejos de la almendra central, en el extrarradio, crecen cinturones de pobreza y de solidaridad vecinal (donde ahora se localizan Alcorcón, Getafe, Leganés o Parla). La prestación de servicios públicos esenciales (alumbrado, escuelas, recogida de basura…) sólo se garantiza en Madrid capital. Este escenario no dista demasiado del que pinta Biurrun en Un minuto antes de la oscuridad, casualmente, también editado por Fantascy.
En el centro, en cambio, los jóvenes disfrutan de gimnasios o bares, visten ropa de diseño, y viven en apartamentos minúsculos, pero perfectamente equipados con tecnología punta: paredes que se convierten en pantallas de plasma (guiño a Bradbury), sensores médicos integrados en el inodoro para calibrar la salud del usuario, y miniconsolas de conexión encefálica que ofrecen una percepción mejorada de la realidad, entre otras muchas cosas.
Como ven, se trata de una sociedad polarizada, de donde ha sido barrida la clase media. Todo lo contrario de lo que leíamos en las novelas galdosianas. En este siglo XXI los autores tienen (tenemos) claro que la estratificación es lenta, pero imparable.
Si ya hemos analizado el decorado, vayamos a los personajes. La protagonista de la obra es Nora, un veinteañera que trabaja como escolta para la familia Ramoneda. Está casada con Domingo, con quien comparte profesión y veinte maravillosos metros cuadrados. Otros compañeros del gremio han modificado su ADN para mejorar su rendimiento mediante el aumento de masa muscular, o la introducción en sus cuerpos de implantes biotecnológicos con objeto de ser más resistentes. Pero ellos aún no. (De este asunto nos hablaba ya Laura Gallego en su novela greenpunk Las hijas de Tara, 2006.)
La trama del libro descansa sobre el descubrimiento que realiza Nora del proyecto “Cielo e Infierno”. Al frente del mismo, se encuentra las megacorporaciones que dominan el mundo. Es su respuesta al segundo colapso que se avecina, el que presumiblemente acabará con la especie humana. ¿La razón? La de sobra conocida y siempre ignorada: no hay energía fósil ni renovable para sostener el sistema, tampoco agua potable, ni es posible alimentar a los catorce mil millones de seres humanos que campan en el globo. Cuando lleguen la escasez y las hambrunas, se desatará tal nivel de violencia, que acabaremos por matarnos los unos a los otros (de fondo suena Cenital, de Emilio Bueso -2012-; y el testigo lo recogerá el José Antonio Cotrina de La deriva -2018).
Por supuesto, la gente podría sublevarse contra ese destino aciago. De hecho, los poderosos temen ese rebelión. Así se lo confiesa a Nora el primogénito de la familia Ramoneda, Ernesto. El simple impago de las hipotecas acabaría con el castillo de naipes que sostiene a los ricos. Pero la ciudadanía, sostiene el joven millonario, está anestesiada, “es un animal entrenado para no morder”.
Hace tres años, la escritora Marta Sanz publicaba una columna en El País contra la “resilencia”, contra nuestra capacidad de adaptación, vista la imposibilidad de que se operen cambios estructurales en nuestra manera de organizarnos. Vaquerizo denuncia la misma manipulación. ¿Por qué amoldarnos a cualquier circunstancia, por adversa que sea, e ignorar el futuro que nos aguarda si seguimos por la senda del crecimiento y la devastación?
El proyecto “Cielo e Infierno” es una cápsula de salvación para la humanidad. Dado que la evolución natural ha desarrollado un homo sapiens imperfecto, se trata de que asegurar de que toda la hornada original sea aniquilada al 100% (por medio de un virus creado por bioingeniería para la ocasión), y sustuida por una versión mejorada en un laboratorio, la homo sapiens novus.
A partir de esta revelación, que cuesta la vida al protegido por Nora, la novela es una sucesión de escenas de acción: huidas, asaltos, traiciones y combates. No en vano, recaerá sobre los hombros de la guardaespaldas la acusación de asesinato. Y el homicidio se paga con la vida.
Nos mienten es una novela bien escrita, de ritmo ágil y lenguaje claro. Como pega diré que los personajes son algo planos. No obstante, la novela tiene el interés de la premonición, de la crítica social y de la denuncia del capitalismo. Para lectores a los que les guste la ciencia-ficción y el género distópico.
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