domingo, 17 de mayo de 2015

Mitin poético



 
"Los dos partidos que se han concordado para turnarse pacíficamente en el Poder son dos manadas de hombres que no aspiran más que a pastar en el presupuesto. Carecen de ideales, ningún fin elevado los mueve; no mejorarán en lo más mínimo las condiciones de vida de esta infeliz raza, pobrísima y analfabeta. Pasarán unos tras otros dejando todo como hoy se halla, y llevarán a España a un estado de consunción que, de fijo, ha de acabar en muerte. No acometerán ni el problema religioso, ni el económico, ni el educativo; no harán más que burocracia pura, caciquismo, estéril trabajo de recomendaciones, favores a los amigotes, legislar sin ninguna eficacia práctica, y adelante con los farolitos... […] Han de pasar años, tal vez lustros, antes de que este Régimen, atacado de tuberculosis étnica, sea sustituido por otro que traiga nueva sangre y nuevos focos de lumbre mental".

Benito Pérez Galdós, 1912, La fe nacional y otros escritos sobre España.

Y esa época de la que hablaba Galdós es la nuestra. Ya es hora de mirar hacia delante y de cambiar las cosas, de romper con el bipartidismo, y de apostar por unas políticas solidarias, decentes y eco-éticas. 

Para contribuir al cambio, una treintena de poetas vamos a participar en un mitin poético a favor de las candidaturas de Ahora Madrid. Deja a un lado la inercia de la Historia, juntos podemos obrar el milagro de la transformación política y ciudadana que necesitamos.

Os esperamos el próximo martes en la plaza de Tirso de Molina, a partir de las 19:00.

martes, 12 de mayo de 2015

Vergüenza


 

En unas semanas son las elecciones autonómicas y municipales, los partidos políticos han cerrado sus listas de candidatos entre sustos y sobresaltos de distintos colores. No hay quién se libre. En la sede de uno de ellos ha tenido lugar esta interesante entrevista entre un neófito en las lides políticas y la presidenta regional de unas siglas muy poco afortunadas.
–¿Qué estudios tienes, hijo? –Le mira con condescendencia.
–Básicos. Sólo poseo el graduado escolar. A mí, eso de los libros no me atrae, ¿sabe?
–¿Idiomas?
–El español. No necesito otros.
–¿Has salido al extranjero? ¿Conoces mundo?
–¿Que si conozco? Soy rico, señora. He recorrido el globo varias veces.
–Estupendo. ¿A qué te dedicas?
–Soy director de una multinacional.
–¿Y tus padres?
–Son grandes empresarios.
–¿También lo son tus hermanos, tíos y primos?
–La mayoría son magnates de la empresa privada, sí. 
–¿Te suena de algo la palabra vergüenza? –Entra de lleno en el asunto que más le importa.
–No, señora. Ni sé de qué me habla. ¿Qué es eso?
–Es la cumbre de la virtud moral. Las mujeres y hombres con vergüenza actúan con miras al juicio ajeno. Les importan las opiniones de los demás. Se preocupan por que sus actos públicos y privados se rigan por el código de honor.
–Pues siendo así, yo no tengo vergüenza.
–¿No?
–Qué va. A mí no me preocupa más que mi opinión. Y de hecho, siempre hago lo que me viene en gana, aunque eso signifique saltarme cada día las normas de convivencia.
–Fantástico, fantástico –da palmas–. Ponme un ejemplo.
–Muchos, si quiere. Cuando estoy entre desconocidos nunca acepto las opiniones de los demás y trato de imponer la mía propia, aunque eso signifique que hable de lo que no conozco.
–¿Y cómo lo consigues?
–Me presento en los cafés muy bien vestido, y hablo como si estuviese en una tribuna. Si es necesario, miento.
–Venga, majo, cuéntame otro.
–Revelo información confidencial de mis trabajadores, los trato de manera humillante, o les ordeno que trabajen hasta las tantas y sin cobrar un duro.
–Me encanta. Es verdad, no tienes vergüenza, ni dignidad, honradez o prudencia. Justo lo que ando buscando. Necesitamos hombres como tú.
–Muchas gracias.
–Dices que no escuchas a la gente.
–Dios me libre.
–¿Y qué harías si estuvieras en un parlamento autonómico, por ejemplo, una tarde de sesiones?
–Lo que mejor sé hacer, señora. Haría oídos sordos a todo comentario ajeno a mis opiniones, que son las únicas que valen. Si fuese necesario, alborotaría en la sala o insultaría al resto de parlamentarios.
–Tienes madera, hijo. No te lo voy a negar.
–Es un honor, viniendo de usted.
–Una última pregunta –clava en él los ojos–. ¿Para qué crees que existen las las autonomías?
–Muy sencillo, para aprovecharme de ellas.
–¿Con qué fin?
–Con el único posible –sonríe, avieso–: privatizar los servicios públicos, y enriquecerme aún más.
–Ni que te hubieran cortado a mi medida –le estrecha la mano, feliz–. Serás consejero de Sanidad o de Educación.

                                                               Fígara


jueves, 7 de mayo de 2015

Distancia de rescate


 
Distancia de rescate, Samanta Schweblin. Random House. 2015. 124 páginas. 13,90 euros.



Nuestra civilización industrial se consume, y pretende arrastarnos al abismo con ella. De mil modos. Uno consiste en mermar nuestra capacidad reproductora. La contaminación, los transgénicos, los pesticidas tóxicos o el ritmo acelerado de nuestras existencias están infertilizando a la humanidad, al menos en los países más desarrollados. No hay más que ver y oír la cantidad de anuncios de clínicas de reproducción asistida para constatarlo, no hay más que hablar con familiares y amigos para ver el alcance del drama. Pese a todo, con dinero y ánimo, salimos adelante. La mayoría. Pero ahí no acaban los problemas, sino que empieza una nueva ronda de incertidumbres y de inseguridades. Las madres y padres del siglo XXI han de enfrentarse a enemigos invisibles que acechan a sus vástagos. De poco importa que unas y otros calculen la distancia de rescate necesaria para socorrer a sus hijos en caso de emergencia. Porque hay amenazas que no se pueden ver. Muchísimas. Desde la vida virtual on line y las redes sociales, al aire que respiramos, o al mercurio espolvoreado en los peces que nos comemos. Así, la maternidad y la paternidad convierten a las mujeres y a los hombres en seres vulnerables. Más que nunca hasta ahora. Se vive con el miedo. Miedo a la malformación del feto, al cambio brusco y repentino del carácter de nuestro descendiente, a la destrucción del vínculo sentimental, y a la pérdida física. Pues de esa gradación del pánico, precisamente, nos habla Samanta Schweblin en su primer relato extenso, que sin ser una obra de terror, flirtea con el género.

La obra se sostiene por medio del diálogo entre dos personajes: David (un niño de 9 años) y Amanda (madre de Nina -una niña de 3- y amiga de Clara -la madre del primero-). Ambos interlocutores invierten sus roles sociales, siendo el niño quien guía la conversación, plantea las preguntas, y elige y descarta los temas a tratar. La función de David, por tanto, es metadiscursiva, pero sobre todo, es el encargado de imprimir ritmo a la historia, de dotarla de un carácter de urgencia, de generar tensión en los lectores. Amanda, a su vez, será la responsable de la narración de los hechos que la tienen postrada en una cama, convaleciente. Este diálogo-marco, por otra parte, activará una segunda intriga, donde Clara –la madre del niño– asumirá el rango de para-narradora de un accidente previo al que nos ocupa.



Poco más se puede decir de una obra tan breve (124 páginas, la letra generosa) sin delatarla. Sólo añadiré que su autora –argentina de nacimiento– conoce sobradamente los cuentos de Horacio Quiroga y Julio Cortázar, es decir: sabe cómo introducir ya no la fantasía –que también–, sino el horror en nuestro mundo cotidiano. La huella de Carlos Fuentes y Juan Rulfo también marcan la páginas del libro, de lectura inquietante y perturbadora.


Reseña publicada en La Tormenta en un Vaso, aquí.

 

viernes, 1 de mayo de 2015

La historia de Kiêu



La Tormenta en un Vaso publica mi reseña del buque-insignia de la literatura vietnamita, la epopeya La Historia de Kiêu, de Nguyên Du (s. XIX). Enlace, aquí.