sábado, 31 de mayo de 2014

De qué va "Inercia": argumento y apuntes


 
Nota de la contracubierta:


Una España futura al borde de entregar sus votos a un partido neofascista. Un aeropuerto. Dos intrusas que se cuelan en las instalaciones para realizar una misión. Una lista de pasajeros sospechosos de haber contratado una mafia. Un cuerpo de vigilantes contratado para impedir que embarquen. El aeropuerto sirve de lugar de encuentro a personajes de distintas clases sociales y de varios países que tratan de sobrevivir a su tiempo como pueden. Trabajadores y pasajeros constituyen el duro mosaico de las consecuencias de la globalización. Sobresale un personaje por encima del resto, Aníbal, responsable del control documental en las puertas de embarque, marcado por una infancia violenta, que carga sobre sus espaldas con el peso de una duda: ¿prefiere escuchar la voz que lo convierte en un hombre individualista o aquella otra que lo convierte en un ciudadano que se involucra? De su decisión depende el destino de varios "irregulares" que tratan de rehacer sus vidas bajo nuevas banderas.

 
Algunas consideraciones mías:

Escribía “Azorín” en La voluntad: “Yo veo que todos hablamos de regeneración… pero no pasamos de estos deseos platónicos… ¡Hay que marchar! Y no se marcha… los viejos son escépticos… los jóvenes no quieren ser románticos…” Estamos en 1902, el destino de España se vislumbra trágico “si no se cambia todo”. El joven escritor (de 29 años) ve en la abulia y en la falta de acción el cáncer del país y de su atraso socio-cultural, industrial y científico: “Y yo no sé qué es más bochornoso: si la iniquidad de los unos, o la mansedumbre de los otros”. Por ello, apelaba a la acción de la ciudadanía para construir entre todos un estado civil más justo: “¡El reino de la justicia no puede venir por una inercia y una pasividad suicidas! Contemplar inertes cómo las iniquidades se cometen, es una inmoralidad enorme. ¿Por qué hemos de sufrir, resignados, que la violencia se cometa?”.

En El árbol de la ciencia (1911), un Pío Baroja de 39 años proponía dos soluciones prácticas ante la vida: “o la abstención y la contemplación indiferente de todo; o la acción limitándose a un círculo pequeño”.

Ambos novelistas parecen interpelarnos. Un siglo más tarde, España vuelve a necesitar un cambio. Y los escritores debemos, como pedía Mariano José de Larra, hablar de nuestro tiempo e implicarnos en él. A mis 37 años, como antes que yo Baroja y “Azorín”, he llevado a la novela no ya sólo una crisis social y de valores, sino también la doble encrucijada de los actos: la aceptación y normalización de las prácticas excluyentes y de la negación de derechos; o su contrario: la resistencia activa. Y en cuanto a ésta, también enfrento dos opciones: la pacífica y la violenta. Yo dejo actuar a mis criaturas a sus anchas por el aeropuerto, espacio simbólico del que ya hablaré algún día. No intervengo en la obra. Así pues, será el lector quien decida con qué carta quedarse.        

viernes, 23 de mayo de 2014

Inercia




Es para mí un honor compartir con vosotros la cubierta de mi primera novela: Inercia (Baile del Sol. 2014).

Firmaré ejemplares de la obra el próximo día 5 de junio, de 19:00 a 21:00, en la Feria del Libro de Madrid. Lugar: caseta de la librería Atticus Finch.

El día 12 de junio participaré en una presentación conjunta de novedades de Baile del Sol en la librería El Dinosaurio todavía estaba allí (C./ Lavapiés, 8. Madrid). A las 20:00.

jueves, 22 de mayo de 2014

Galdós y la novela contemporánea




 
Benito Pérez Galdós. 1870. “Observaciones sobre la novela contemporánea en España”:


   El gran defecto de la mayor parte de nuestros novelistas, es el haber utilizado elementos extraños, convencionales, impuestos por la moda, prescindiendo por completo de los que la sociedad nacional y coetánea les ofrece con extraordinaria abundancia. Por eso no tenemos novela… El público ha dicho: “Quiero traidores pálidos y de mirada siniestra, modistas angelicales, meretrices con aureola, duquesas averiadas, jorobados románticos, adulterios, extremos de amor y odio”, y le han dado todo eso. Se lo han dado sin esfuerzo, porque estas máquinas se forjan con asombrosa facilidad por cualquiera que haya leído una novela de Dumas y otra de Soulié… En la novela de impresiones y movimiento, destinada sólo a la distracción y deleite de cierta clase de personas, se ha hecho aquí cuanto había que hacer, inundar la Península de una plaga desastrosa, haciendo esas emisiones de papel impreso, que son hoy la gran conquista del comercio editorial. La entrega, que bajo el punto económico es una maravilla, es cosa terrible para el arte…

domingo, 11 de mayo de 2014

Primer capítulo de Inercia


 

Prólogo


 Fuenlabrada.


Los niños estaban agarrados al borde de la piscina y se miraban a los ojos con seriedad; en las pupilas de ambos se reflejaban el agua y el odio; sólo tenían siete y ocho años, pero estaban decididos a escapar de su casa aquella misma noche.
Aníbal, el mayor, había diseñado una estrategia infalible. Silvia, la pequeña, asentía mirando de reojo, con la cabeza medio sumergida, la parte opuesta del rectángulo líquido. Justo enfrente de ellos, su padre estiraba los brazos y realizaba ejercicios de calentamiento. Apenas tenían unos minutos para sellar su pacto, resolver las dudas y recordar los pormenores del plan. Unos minutos sólo. Lo que tardara el padre en alcanzarlos.
El frío entumecía sus pequeños cuerpos.
La determinación calentaba su ánimo.   


(De mi novela Inercia, que en breve publicará Baile del Sol)


martes, 6 de mayo de 2014

Epílogo de Helio



 
En la vida hay cosas importantes, y otras menos importantes. Por un lado estás tú –el Tú del diálogo soberano–, y por el otro las menos importantes.

Lo que vale en la vida, lo único que da sentido y valor a ésta, es el amor. Si hay amor, todo lo demás se dará por añadidura; y si falla el amor todo lo demás se desmorona, se descompone, se desvanece. Como decía Claudio Rodríguez en Casi una leyenda: “¡Si es el amor sin dueño, si es nuestra creación:/ el misterio que salva y la vida que vive!”

Enamorarse es volar (con todos los riesgos y desmesuras que ello comporta, y si no que se lo pregunten al enamorado Ícaro, por no mencionar a otros ilustres aviadores); amar es no dejar caer. Esto último exige menos fuego, pero mucho más músculo y constancia. Es la verdadera prueba.

Eros, con todos sus fulgores suntuosos, puede también encerrarnos en un egoísmo compartido. Pero como nos enseñó Emmanuel Levinas –desde detrás de las alambradas de un campo de concentración–, Eros se vuelve amor en el sufrimiento por el sufrimiento del otro.

Recordó (trajo de nuevo al corazón) Juan de Yepes: “a la noche, seréis examinados en el amor”. No examinados por los libros publicados, ni por las ciudades conquistadas, ni por las amantes satisfechas, ni por las elecciones ganadas, ni por las toneladas de acero o cemento producidas, sino examinados en el amor. Esa noche no es la de ningún hipotético e indemostrable Juicio Final, sino la cotidianidad vespertina de cada uno de nuestros días; y ese examen es el único que cuenta de verdad. (Las mujeres, ya por delante de los varones en méritos académicos en un país como el nuestro, también obtienen mejores notas en este examen.)

Ariadna aprende, desaprende y vuelve a aprender en estos poemas. La acompañaremos en su recorrido ígneo –y también en su laboriosa construcción.

Jorge Riechmann


Recordad que presento Helio el próximo 8 de mayo en la Casa del Libro (calle Fuencarral, 119. Metro Bilbao), a las 19:00. Me presenta el poeta Javier Díaz Gil

jueves, 1 de mayo de 2014

Un minuto antes de la oscuridad



 
Un minuto antes de la oscuridad, Ismael Martínez Biurrun. Fantascy. 2014. 320 páginas. 16,90 euros.



Uno de los géneros narrativos en moda, por la crisis, es el distópico, cuya fin es pintar un futuro donde la humanidad ha fracasado en su intento de conseguir una sociedad justa y libre para todos. Los géneros son construcciones culturales y agrupan a las obras en función de una serie de convenciones, pero dentro de cada uno podemos encontrar elementos distintivos que permiten divisiones internas. Así, por ejemplo, dentro de la distopía caben novelas localizadas en un estado totalitario que suprime la voluntad humana (1984, Un mundo feliz), o que se desarrollan bajo una dictadura pero incitan a la revolución contra ese orden (Fahrenheit 451, Los Juegos del Hambre, El hombre que gritó “La Tierra es plana”), o aquellas otras que acontecen en pleno colapso energético y civilizatorio y nos hablan de nuevos modelos de agrupaciones humanas que garanticen la supervivencia. A este último grupo pertenecen Cenital (Emilio Bueso. Salto de Página. 2013) y Un minuto antes de la oscuridad (Ismael Martínez Biurrun. Fantascy. 2014). Cenital describe un mundo en ruinas donde los humanos, como el Ave Fénix, tratan de resucitar de entre las cenizas. Obra coral y miscelánea, más que narrar una historia en un marco plausible, nos retrata los distintos tipos que han sobrevivido a la caída de Occidente. Y lo hace sin profundizar en ellos, a vuela pluma, desde un plano aéreo, lo mismo que Luis Vélez de Guevara se propuso en el siglo XVII con su Diablo Cojuelo. Se trata de un libro que habría de ser de lectura obligada en el Bachillerato, si bien de novela al uso tiene bastante poco; ni falta que le hace. Bueso alerta con ensayos, argumentaciones y un pequeño relato distópico de la debacle que se avecina si no cambiamos de modelo económico y frenamos el consumo energético. 



En Un minuto antes de la oscuridad, Ismael Martínez Biurrun coloca a los lectores justo antes, en un Madrid que, no pudiendo garantizar a todo el pueblo seguridad, educación y sanidad, levanta un muro entorno a la M30. En esta distopía no es la renta la que selecciona a los ciudadanos que habrán de sobrevivir, sino su domicilio. Biurrun construye una historia compleja, entretenida, violenta y llena de giros imprevistos con un estilo soberbio. Sin duda alguna, es uno de los mejores escritores de la actualidad. Ahí tienen pruebas: “Sole lo acusaba de vivir dentro de una armadura medieval, mirando al mundo a través de la estrecha rendija de sus obsesiones, incapaz de realizar otro movimiento que no fuera hacia delante”. El protagonista de la obra es Ciro, un profesor universitario de Historia Moderna que ni cobra ni tiene alumnos, por lo que colabora en la cocina de la universidad, de donde roba alimentos para llevar a su esposa y a su hijo. Hombre confiado, de naturaleza tranquila y cobarde, aún cree en el sistema. En las asambleas vecinales de su distrito –un barrio rico de la periferia de Madrid, al otro lado de la M30– es famosa su defensa de las reclamaciones al ayuntamiento para exigir la restitución de los servicios básicos (recogida de basuras, transporte público…), muy consciente de que “en el momento en que dejemos de exigir nuestros derechos como ciudadanos dejaremos de ser considerados ciudadanos”. Esta actitud quijotesca en una periferia asediada por grupos armados, le aleja de su esposa y amigos, que poco a poco emigran hacia los primeros refugios que se abren fuera de la capital. La decapitación del decano y el descubrimiento en clase de una alumna asiática se convertirán en los acicates de su lenta e inexorable transformación. Un minuto antes de la oscuridad combina distopía y thriller para reflexionar sobre conceptos como la ilusión de normalidad, la regulación de prácticas de exclusión social, la adaptación al medio, la anulación del sentido crítico, la paternidad o la pareja. Uno de los ejes sobre los que recae la tensión del libro (además del erótico y de la intriga criminal) es la amenaza que pende sobre la cabeza de los protagonistas, cuyas vidas se encuentran a diario en peligro. Ismael Martínez Biurrun introduce en la cubeta de su libro gotas de terror y violencia como nunca hasta ahora. La banda criminal que hostiga a los vecinos de los barrios residenciales de Madrid es hija del empobrecimiento paulatino de la población, de la lucha por los recursos; pero no lo es menos del desánimo y de la tristeza. En el futuro que describe Ismael la alegría ha dejado de existir. Verdugos y víctimas comparten una falta de proyecto, de fuerza y de energía que los hunde en un pozo irracional. Tristeza. Una palabra. Un sentimiento del que no se habla en el libro, aunque lo define todo. Tristeza por la falta de servicios, por la pérdida del lustre de las calles, por el envejecimiento de los barrios. Tristeza que paraliza los ánimos, distancia a las familias y embrutece las almas. Tristeza. Una emoción que hay que combatir. De lo contrario, quién sabe, puede que un día se cumpla la pesadilla de Ismael. Por eso, no dejen un resquicio al pesimismo, ni levanten un muro antes de tiempo. Un minuto antes de la oscuridad, de lectura amena y fluida, llevará al lector –sin concesiones ni descansos– a un desenlace original y demoledor. Avisados están. No se lo pierdan. 

Esta reseña ha sido publicada por La tormenta en un vaso, la teneís aquí.