Lumbres, Gema Palacios. Polibea. 2019. IV Premio "Javier Lostalé".
Tradicionalmente, se identifica
la luz con el espíritu. Un alma perfecta emite un destello deslumbrante. Esa
luminosidad simboliza la perfección. Así nos lo explica Juan Eduardo Cirlot en su Diccionario de símbolos. También
puede referirse, seguimos a Jung, a la
parte consciente del ser humano. Y por supuesto, al mundo figurativo que
percibimos a través de los sentidos. A nuestra realidad externa.
Gema Palacios acaba de ganar el premio de poesía joven “Javier Lostalé” con un
poemario inquietante, Lumbres, donde la
autora recela de la luz y
construye un libro que invita al descenso interior, a la evasión
hacia el fondo, huyendo de la exposición a
la claridad. En ese contraste barroco que tensa el libro, llega a la siguiente conclusión:
“amor hacia dentro/ miedo hacia fuera”. La luz es percibida como una amenaza que “rasga”. En otro
momento, se no dice que los ojos se deshacen como almendras de hielo,
y no son escuchados, o incluso que se resquebrajan. Parece que la autora nos prevenga del mundo material,
de aquellos peligros que el resplandor solar esconde, porque nos ciega. Así, la
autora reivindica la inmersión, el viaje al centro, un movimiento interior
hacia la madriguera. Este
repliegue no es ni mucho menos narcisista, si bien nos dibuja un paisaje íntimo
por medio de una simbología personal: grietas, curvas, heridas, albuferas,
barandales… De hecho, abundan las oraciones impersonales construidas con
infinitivo (“Cavar hondo / donde el lenguaje se hace silbido”) o las oraciones
en 3ª persona (“Del otro lado alguien diluye / el cuenco silente de la voz”).
Es decir, lejos estamos de los desahogos superfluos tan de moda hoy entre los
poetas más jóvenes. Gema Palacios nos revela los entresijos de su mundo
interior con un estilo grave, sentencioso y conciso, produciendo en los
lectores una sensación de extrañeza. El subsuelo, el mundo subterráneo tanto
puede significar el inconsciente (el miedo a la soledad y a la ausencia), como el recogimiento espiritual (el sujeto que enuncia se reconoce
“ser un animal / enroscado en el centro/ de su propia fe”) como una
reivindicación antropológica de la humildad, del equilibrio en el que vive quien está equidistante de la luz y de
la oscuridad, de quien proyecta su sombra en la pared gracias a una lumbre, ese
cálido fuego que arde en la penumbra. Abierto a las más variadas
interpretaciones, el poemario de Gema Palacios recoge la retórica mística, de
modo que encontramos en sus páginas algún oxímoron (“dulce agonía”),
sinestesias (“ruido roto”), paradojas (“sufrir de no sufrir”), además de
metáforas alucinadas (“gimo barandales”). Por último, como le ocurriera a Teresa
de Ávila y a Juan de la Cruz,
a la autora no se le pasan por alto las limitaciones del lenguaje para la
comunicación de su experiencia poética. De ahí las alusiones a la “ingrave
mudez”, a los ecos y silbidos en los que se convierte la voz cuando trata de avanzar como un puente hacia
nosotros.
Lumbres es el cuarto poemario de una joven zaragozana de 27
años y un dignísimo premio de poesía joven “Javier Lostalé”. Enhorabuena a su autora,
Gema Palacios, de parte de todo el jurado.
Texto de mi presentación, ayer, del poemario en el Centro de Arte Moderno.
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