La periferia del gesto, David Yeste. La Garúa, Barcelona,
2019. 60 páginas.
La editorial La Garúa, fundada en 2004, haciendo alarde
del logo de la casa (un camaleón) vuelve a transformar el diseño de la cubierta
de sus libros, que se vuelve de una calidad exquisita: atractivo como el
envoltorio de un caramelo, contundente como un sarcófago. A Joan de la Vega no
se le escapa un detalle, y arroja a nuestras manos más que un libro, un
obsequio que halaga vista y tacto. Pertenece a esta etapa editorial el último
poemario de David Yeste: La periferia del gesto. El título me recuerda a las obras
que el granadino Rafael Guillén fue sacando a la luz en los 60 y comienzos de los 70: El
gesto, Tercer gesto, Gesto segundo. Lo mismo que en su caso, Yeste recurre a este simbolismo
para evocar la predisposición del cuerpo humano hacia la expresión de estados
anímicos (del afecto a la ira). Este lenguaje no verbal, en ocasiones,
colisiona en una página dos realidades que vienen por caminos diferentes, como
es el caso del demoledor christmas eve:
…Los niños cantan: unos niños
que tienen muy pocas probabilidades
de morir bajo un bombardeo
de proyectiles
que yo mismo estoy sufragando
con mis impuestos. Y tú
con los tuyos…
Cantando y esbozando ese gesto
que se parece tanto a la felicidad.
Mientras, en algún lugar,
alguien sigue ensayando el gesto
de dejar caer un racimo de muerte
sobre una ciudad remota…
A los poemas críticos suma Yeste otros más delicados, a
modo de contrapunto. Un libro, como la propia vida, consiste en la sabia gestión
de tiempos, acciones y respuestas que eviten el colapso. De ahí la presencia
dulcificadora de textos como piel, un poema sobre la complicidad, los pequeños instantes que
nos sacian, el disfrute de un rito en compañía:
Nos gusta tomar jengibre
en infusiones. Con limón,
tal vez miel, o algún tipo de azúcar.
Las tazas humean un ácido leve
que bebemos entre risas…
Yeste es un poeta muy plástico, de línea clara, que gusta
de las imágenes, las alegorías, la ironía y los contrastes. La periferia del gesto nos encara a la desafección (“nos
creemos buenos. Buenos/ en eso de mirar para otro lado”), a la soledad (“Somos
islas arrastrando maletas”), pero sobre todo a la ausencia y a lo perecedero.
Me han gustado mucho también los textos que reclaman una nueva actitud ante el
mundo. Tal es el caso de cuchillo de sierra: cargado de connotaciones ecológicas,
poema que pone en valor el regreso a los orígenes, a una vida sencilla, en
contacto con la nauraleza:
Partir el pan con las manos
es clavar las manos en la tierra
y dejar que enraícen
hasta que sea imposible arrancarlas
sin lastimar el árbol.
En conclusión, David Yeste ha escrito un libro que merece
la pena.
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