lunes, 4 de julio de 2022

Lecturas inspiradoras


 Estas son las lecturas que me inocularon el deseo de escribir novelas. Estamos hablando del año 2005. En enero de 2006 empezaba a trabajar en el primer borrador de mi primera novela, Inercia. En realidad, no tenía intención de que fuese un trabajo extenso. Un amigo me había retado a presentarnos los dos, con sendos relatos, a un certamen de El País; pero a las 30 páginas yo ya veía que me pasaba de frenada. Necesitaba desarrollar mi mundo narrativo. Las lecturas de Ishiguro, Auster, Oksanen, Cunningham, Connelly y Capote me dieron herramientas para hacerlo. Destripaba sus libros para aprender sus trucos. El curso 2011-12, que lo pasé en el paro por los recortes de Lucía Figar en Educación, acabé mi primer borrador del libro. Luego vinieron las lecturas de amigos (Toni Hill, Juan Gómez Bárcena, Teresa Bailach), cuyas aportaciones fueron fundamentales para mejorarlo. Por entonces, leía y preparaba las reseñas para el portal La tormenta en un vaso de los grandes novelistas de género que empezaban a despuntar en este país (Bueso, Biurrun, de Paz, Ruiz...). En fin, quería codearme con ellos, y en 2014 se cumplía un pequeño milagro: publicaba mi distopía en Baile del Sol. Me presentó la obra Roberto de Paz, en La Casa del Libro. Entre el público, Ismael M. Biurrun. Unos meses más tarde, comenzaba la primera versión de mi segunda obra narrativa, El año cero. Esta vez, un thriller. En la trastienda, Mazzucco, Ford... De nuevo la mirada exigente y certera de Teresa Bailach fue clave para la puesta a punto de la obra. La sacaría en 2019 de la mano de una editorial de reciente creación: Ménades. La presenté en el Café Libertad. Me acompañó el novelista y crítico David Pérez Vega. Ignacio Elguero de Olavide me entrevistó, a propósito de su lanzamiento, para La estación azul (RNE). Y desde entonces, no he parado de escribir narrativa. Pero de eso ya hablaré en otro post.

  

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