domingo, 22 de mayo de 2022

Los ritos familiares

Los ritos familiares, Ángela Álvarez Sáez. Lastura, 2022.


Ángela Álvarez Sáez es autora de una obra fructífera. Ha publicado doce libros de poemas, con los que se ha alzado con premios de reconocido prestigio como el “Antonio Carvajal”, el “Carmen Conde” o el “Blas de Otero”. Recientemente ha sacado a la luz su primer texto narrativo: Los bosques violentos. Sus poemarios oscilan entre dos tendencias: una hermética, sustentada en una simbología perturbadora (caso de los libros De conjuros y ofrendas, Polibea, 2015; o La tierra más frágil, Catorce Bis editorial, 2018); y otra de línea más clara, donde el componente irracional convive con la palabra designativa (caso de La estación de las moras, Torremozas, 2017; o de Los ritos familiares, Lastura, 2022).

 

Este último poemario versa sobre algunos temas clave en la obra de Ángela: la maternidad, el linaje y la enfermedad. Consta de tres secciones, que se ofrecen al lector como tres extensos poemas desbordados. Se trata de poemas-río. Una suerte de flujo de conciencia que mezcla distintos motivos, siguiendo la estela del Octavio Paz de Piedra de sol. Dichos textos muestran una tensión dialéctica entre la afirmación de la existencia y la inexorabilidad de la muerte, la infancia y la vejez, el amor y el temor a la pérdida. 

 

El primer bloque se titula “Mamá y papá”. En él se citan el discurso idealizado y la amenaza desasosegante. El poema recupera, a través de la memoria, un pasado paradisiaco. No faltan en él escenas prototípicas de la infancia tanto de la madre como de la hija. Pero por debajo de la línea de flotación se vislumbra el avance de un torpedo que hace saltar el mundo en mil pedazos. La irrupción de los cambios viene simbolizada por aberturas de las que salen o bien elementos negativos (sapos, culebras) o ansias de liberación (ciervos). Y es que se agazapan en las sombras la vejez y su decadencia. Nuestra caducidad.

 

El segundo bloque, “Las hijas”, supone un pretexto para la reflexión sobre diferentes temas: la maternidad tardía, la propia infancia, o el contraste entre los sueños de juventud y la realidad. El poema se abre al exterior, y no faltan las referencias a las redes sociales o a los gimnasios.

 

El tercero, “La familia”, es metaliterario. Su discurso se bifurca en dos senderos: uno que pondera las bondades de la existencia, y otro que enfatiza sus contratiempos.

 

Ángela Álvarez ordena la heterogeneidad de asuntos que aborda en sus poemas-río por medio de dos reiterados recursos literarios: el paralelismo y la anáfora. Estas repeticiones formales se avienen a la perfección al sentido del libro, en la medida que este expone un ritual de prácticas heredades de madres a hijas. Fondo y forma son inseparables, como tiene que ser en los buenos libros.

 

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