jueves, 12 de febrero de 2015

Contrastes de Vietnam (II)



 

 
Hué.
Vietnam Centro.


En el centro de la república sentimos el temor de los campesinos que vivieron en el entramado de túneles abiertos en las piedras, que rezaron a diario a sus dioses para que los americanos no entraran con cargas explosivas y para sobrellevar más tiempo su vida de animales, pese al dolor, el hambre, la incertidumbre y el miedo reinantes en esta oscuridad tan densa que hasta puede comerse.

Contemplamos la exuberancia de la naturaleza y no damos crédito a que medio siglo antes se hubiesen producido matanzas aquí, como si la belleza fuera una barrera infranqueable para el exterminio. Pero los cráteres de las bombas en medio de los arrozales lo confirma. En ellos aprendieron a nadar los niños de varias generaciones, y algunos -los más hondos- se han convertido en prósperas piscifactorías.

Si los americanos perdieron el combate se debió al espíritu irredento del pueblo oriental, a la alquimia de su carácter, que transforma el gusano de la muerte en un vuelo de vida. La muerte se deja sentir a un lado y otro de la carretera. Separadas por el asfalto, las tumbas y pagodas de miles de soldados y campesinos comparten la tierra y escuchan un mismo coro de lágrimas: la triste partitura que escribieron, para viudas y huérfanos, las troneras de la 173ª Brigada Aerotransportada. Miramos en silencio las cruces oxidadas y las flores de loto. No fue una guerra de misiles, sino de soledades.


Recuerdos de nuestro viaje a Vietnam en 2010

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