Tres poemas compuestos por fragmentos y elipsis. Ergo, no es invención de los autores del 2000.
Grupo 80:
Olvido García Valdés, Caza nocturna.
Girasol, negro párpado, multiplicada
curva para el deslumbramiento. Somos
solo cautivos,
presencias dentro de otros
que nos llevan. Allá, muy lejos,
el taxista le dijo: discúlpeme,
la ciudad es muy grande, solo
manejo por las orillas.
Grupo 90
Álvaro García, Intemperie
Mira el mar. Es un mundo hecho revés de agua,
una torpe llanura. No hay reproche posible
aunque secuestre a unos navegantes.
Hay que desengañarse previamente
de la moralidad de la belleza
para entender su azul y su ruido.
La tierra nos retiene, segura de sí misma.
Hicimos una hoguera de San Juan,
en la playa, y el fuego
casi estaba sabiendo
que nos unía a algo.
Este mar es el mismo en que, hace poco,
Se ha perdido un velero. Hubo tres muertos.
La calle está vacía.
Uno hace el ejercicio de dar a cada cosa
la atención que uno cree que le pide.
Los tejados de la mañana
tapan domingos dentro del domingo,
diferentes ideas de lo que es un domingo.
Y uno mira hacia el mar con un rencor
abiertamente sin destinatario:
no tiene culpa el mar,
que hiptoniza los días igual que las campanas
hipnotizan el aire de este barrio
un poco antes de que despertemos.
Grupo 2000
Los allanadores, Carlos Pardo.
Me he enamorado
porque no has hecho casi nada.
Practicas un ahorro
estético
que no consume apenas.
Basta el cielo de azulejo.
La flor escuetamente blanca.
Vivir es un lujo para quien
no tiene familia
ni es un trepa
y el poema es un frankenstein
cosido a una caducidad sublime.
De mí puedes decir lo mismo.
Éstos de aquí no somos tú ni yo.
Nosotros no existimos, pero
emergemos del ocio
de una noche de hotel
imaginaria. Amarilla
la rúbrica del rombo
de tu falda. Tostadas con tomate.
Aceite con hinojo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario