sábado, 23 de mayo de 2020

Corrección comentario Grupo del 98

 

Tema: El fragmento aborda dos temas que se remontan al Barroco y que son nuclerares en el universo literario del autor: el desengaño y el contrastre entre la apariencia y la realidad.

Resumen: Augusto, el protagonista de la obra, resuelve suicidarse; pero, antes, se traslada a Salamanca para entrevistarse con un experto sobre el tema: Miguel de Unamuno. Allí, Augusto demuestra conocer la obra del filósofo; y éste, la biografía de su invitado (incluída su vocación autoaniquiladora). Este conocimiento le sorprende y angustia. Por último, Unamuno acaba por desvelarse la razón por la que no se pueda suicidar, así como el secreto de su existencia: es un ser de ficción.

 
Nuevo concepto de novela.

  • La voz que enuncia en este fragmento es la de un narrador en primera persona que dice llamarse Miguel de Unamuno. Se trata de un yo protagonista. No obstante, dicho narrador –que se declara autor del relato que leemos– posee un conocimiento total no sólo de los pormenores de la situación que se nos cuenta, sino incluso de las motivaciones psíquicas del segundo personaje que interviene en la misma: Augusto. Este cruce de planos entre el mundo real y el de ficción es propio del nuevo concepto de novela que acuña el rector de Salamanca: el de nivola.
  • Por lo que respecta al orden cronológico del fragmento: es lineal. Ahora bien, y empleando la nomenclatura de Genette, el narrador utiliza las técnicas del sumario (párrafos primero y segundo) y de la elipsis (¿cuándo llega Augusto a Salamanca? ¿cuándo se encamina a la casa del autor?) para acelerar el tempo del relato; y al revés, recurre a la técnica de la escena para ralentizarlo (todo el diálogo). Está claro que al escritor no le interesan las transiciones, los meandros, y por eso, sin más dilación, sitúa a sus dos personajes frente a frente para dialogar.
  • Esta urgencia de Unamuno por enfrentar a sus criaturas lo lleva también a  prescindir del uso de descripciones (de Salamanca, del despacho, del atuendo).
  • Esta ausencia de temporalización y de espacialización –de cronotopos, según nomenclatura de Darío Villanueva– es otro de los rasgos de la nivola.
  • Unamuno hace descansar el peso del fragmento en el diálogo. No le importa la acción exterior a sus criaturas, como tampoco su aspecto, sino su viaje interior, su pulso anímico, que se nos revela en sus intervenciones. Al igual que en sus obras teatrales, Unamuno busca en la nivola el conflicto y el drama ante el progresivo conocimiento de la Verdad. Precisamente, para enfatizar la crudeza de la verdad desnuda, el autor omite las precisiones circunstanciales. De esta manera, además, universaliza su obra. José Paulino Ayuso ve en esta sobriedad: la exposición de la angustia humana y la proyección de la conciencia.
  • Por último, los personajes representan dos roles (maestro-discípulo) así como dos instancias anímicas (seguridad-angustia). Son meras abstracciones de conceptos (verdad-mentira). Esta combinación de novela y filosofía es otro de los rasgos de la nivola.

Ya explicaba Unamuno en su poética para la antología de Gerardo Diego que es un “hereje” literario, que no entiende de preceptos. Su nivola responde a esta necesidad de un arte ligado íntimamente a sus necesidades y motivaciones. No obstante, podemos encuadrarla entre las nuevas tentativas del renovación de la novela que se ensayan en Europa a comienzos del siglo XX, y en concreto, entre aquellas que son de cuño existencialista, como las Metamorfosis de Kafka (1916),  Los apuntes de Malte Laurids Brigge (1910), de Rilke; y El árbol de la Ciencia (1911), de Baroja.


Estilo expresivo de los personajes:
 
Unamuno, el maestro, defiende una tesis: y Augusto, el discípulo, trata de asimilarla. Ambos mantienen una conversación asimétrica. Este reparto de roles se proyecta en las intervenciones de cada personaje. Vamos a verlo: 

El interlocutor Unamuno, por su condición de autoridad (es escritor), goza de un estatus privilegiado con respecto a su invitado. Esta posición jerárquica de superioridad se revela en distintos niveles de uso del lenguaje: morfológico (tutea a Augusto), semántico (sigo a Austin) realiza actos ilocutivos de orden o mandato, buscando un efecto perlocutivo en su interlocutor (“no te muevas”) y prosódico (eleva el volumen para reforzar sus órdenes, para mostrar su desesperación o para enfatizar su tesis). Además, en una ocasión arrebata el turno de habla a Augusto.  

Augusto: Ocupa un papel jerárquico inferior. Como en el caso precedente, su rol tiene su proyección en los distintos niveles de uso del lenguaje: morfológico (recurre a la fórmula cortés de tratamiento: “usted), prosódico (no acaba sus oraciones, lo que revela dudas e inseguridades) y sintáctico (la repetición de oraciones “No me lo explico…no me lo explico”; y “¿Cómo que no estoy vivo?”, “¿Cómo que no existo?” connotan incertidumbre y desorientación).  
 

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