Contrastes
La ciudad, Laura Villar Gómez. Liliputienses. 2019. 31 páginas.
Ars Nesciendi, Jorge Riechmann. Madrid, Amargord, 2018. 108 páginas.
En la poesía, como en la vida,
abundan los contrastes, ya sean temáticos o estéticos, cuando no se da la conjunción
de ambos. La joven poeta Laura Villar Gómez acaba de publicar su primer libro, La
ciudad, en Ediciones Liliputienses. Apenas
llega a las 31 páginas, si bien los poemas (dos por cara) suman un total de 468
versos. La autora apenas ha esbozado en su libro los contornos de un tema que
daba para más, pero esas sombras son lo suficientemente poderosas como para
fijarnos en ella. En sus textos nos describe una ciudad nocturna, sonámbula, de
vida artificial. Una ciudad sin habitantes, salvo los fumadores que anuncian su
presencia entre las brasas. Un escuadrón de semáforos, coches, televisores,
luces de neón y pantallas de plasma mantiene iluminada la urbe, pero bajo la
apariencia de animación, la poeta sospecha: “(¿y si detrás de toda esa luz/ no
hubiese más que gente apagada?)” A este leve crítica a la modernidad, suma
Laura Villar un nihilismo unamuniano: “A veces me pregunto/ si no seré acaso yo
también/ una proyección de otro”. Los peligros de la ciudad quedan lejos del
“cerco dorado” que imponen las farolas. No obstante, la autora barrunta que en
un futuro próximo se destruya ese hábitat que confina, dentro de sus fronteras
de hormigón y cristal, al 90% de los humanos: “Los tiempos en que la ciudad aún
respira/ están a punto de agotarse”.
Como contrapartida a esta visión del mundo, podemos leer el último poemario de un autor veterano, de un poeta curtido en la denuncia del capitalismo, que nos sorprende -esta vez- con un precioso libro de poemas mínimos, paisajistas, evocadores de la plenitud que alcanza la existencia inmersa en un entorno natural. Me refiero a Ars Nesciendi, de Jorge Ricehmann. Dando una vuelta de tuerca a la estética de una obra solvente, consagrada, de una línea ideológica muy definida, Riechmann incluye en este generoso poemario (108 páginas): coplas, alguna seguidilla y un gran número de haikus:
Como contrapartida a esta visión del mundo, podemos leer el último poemario de un autor veterano, de un poeta curtido en la denuncia del capitalismo, que nos sorprende -esta vez- con un precioso libro de poemas mínimos, paisajistas, evocadores de la plenitud que alcanza la existencia inmersa en un entorno natural. Me refiero a Ars Nesciendi, de Jorge Ricehmann. Dando una vuelta de tuerca a la estética de una obra solvente, consagrada, de una línea ideológica muy definida, Riechmann incluye en este generoso poemario (108 páginas): coplas, alguna seguidilla y un gran número de haikus:
Ramas de invierno, desnudas:
vuestra verdad no desmiente
las verdes copas de mayo
que tiemblan ya en la corriente.
*
“Mundo de rocío”, dicen
los poetas japoneses…
Es todavía más frágil:
burbujas en la corriente.
Burbujas en la corriente
y las palabras que fingen
certezas para la mente.
*
Suspendida en el aire
como un día perfecto
esa libélula.
Jorge Riechmann nos habla del arte
de conocer la propia ignorancia, al igual
que aconsejaban los pensadores renacentistas. Tanto la lírica popular española como el haiku son
ejemplos de formas sencillas y espontáneas de humanidad, que el autor
reivindica. Sirven de contrapeso a la artificiosidad de la urbe, a la civilización
corrompida y sin alma que habita en las ciudades, esos “mares de asfalto” que
nos describe Laura.
Por cierto, las ediciones de
Amargord y de Liliputienses son preciosas.
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