viernes, 14 de septiembre de 2018

Un final para Benjamin Walter

Un final para Benjamin Walter, Álex Chico. Candaya. Barcelona. 2017. 254 pp. 16 euros.

Un final para Benjamin Walter es una especie de diario escrito por su autor, el poeta y docente de secundaria Álex Chico. Compuesto por capítulos breves, cada uno supone una pieza de lego con la que recomponer una vida, un pedazo del mapa de las últimas horas del celébre filósofo y crítico alemán fallecido en Portbou, un trozo del espejo que habrá de devolver la imagen borrosa, cubierta de vaho, de un hombre elevado a la categoría de símbolo del refugiado, exiliado o apátrida. El libro gira en espiral desde el paisaje que envuelve al mito hasta su propia esencia, la niebla de su biografía. Chico se detiene en la estación de ferrocarril, en el cementerio o en el memorial de Karavan para crear la atmósfera de lo irrecuperable: “ahí no sólo reposa lo que queda de un hombre, sino la suma de restos y de personas que alguna vez huyeron de la barbarie”. Walter Benjamin, como Antonio Machado, perdió la vida en la frontera, empujado por el miedo y el horror al fascismo. En nombre de la libertad. Portbou y Colliure representan la resistencia a los totalitarismos. De ahí, por ejemplo, que el régimen franquista tratara de ocultar el lugar de la muerte de Machado poniendo en su baja por defunción en el Cuerpo de Catedráticos de Instituto que había perdido la vida en un campo de concentración en Francia (así consta en un documento que puede consultarse en el IES Cervantes, donde tenía la plaza al estallar la guerra). De ese modo, se eliminaba del imaginario colectivo la posibilidad de la subversión, la defensa de la alternativa, la lección de coraje. Álex Chico reflexiona en su diario sobre las causas del abandono de los pueblos fronterizos, limítrofes entre los estados español y francés, liderados respectivamente –en 1940– por el general golpista Franco y el presidente colaboracionista Vichy: “se trata de una historia que genera vergüenza, una historia fea que conviene olvidar, porque remover en el pasado puede pasar factura en el presente, puede alterar la tranquilidad de quien esconde una memoria turbia”. Ishiguro también centraba su última novela, El gigante enterrado, en este mismo asunto: ¿olvidamos nuestro pasado para construir un futuro sobre la amnesia, o recuperamos su memoria para limpiar bien la herida, que cicatrice y no supere más adelante? El debate no puede ser de mayor actualidad. Pero quizás las páginas más memorables del libro sean aquellas que el escritor dedica a la caducidad, a la transitoriedad de la existencia, o la frustración de su intento por dar sumaria cuenta de una vida, pues sólo encuentra girones, fragmentos que, como escribía yo en Napalm, apenas ofrecen una versión limitada de un mundo ilimitado. La verdad es que me ha gustado mucho el libro hasta casi el final, que ya repite ideas e incoporta un afluente un poco innecesario. Por lo demás, su estilo es impecable, lírico y lapidario:  “Portbou no es más que la narración de un silencio”. Su pensamiento, hondo. Su fin, digno de alabanza: “hacer regresar una lejanía”. 

Foto de Andy Solé
Junto a su lectura, recomiendo la de un poemario que cita Chico al comienzo de su crónica: Elegía en Portbou, del también profesor –ya jubilado– Antonio Crespo Massieu (Bartleby, 2011), obra de gran belleza estética y de alta tensión emocional. 

La fotografía de cubierta, del propio Álex Chico, portentosa.




Dejo AQUÍ mi reseña de otro libro mencionado por Chico en su ensayo: El truco preferido de Satán, Walter Benjamin (Salto de Página, 2012).

Y AQUÍ, mi artículo sobre la novela de Ishiguro (Anagrama, 2016).


No hay comentarios:

Publicar un comentario