miércoles, 3 de abril de 2013

Por qué Finlandia


 
Con frecuencia los libros no se buscan, se nos imponen. Una sensación concreta en un lugar determinado puede convertirse en el detonante de un texto, y este primer poema, a su vez, con sus nuevos tonos y temas puede anunciarnos que el horno de la mente ya está listo para que lo llenemos de palabras. Un viaje a Finlandia, al que siguieron otros, fue el detonante, el temporalizador y la carga explosiva de mi nuevo libro de poemas: La guerra de invierno (Premio Internacional de Poesía “Miguel Hernández-Comunidad Valenciana”), que pronto verá la luz en Hiperión. El frío, la nieve y el silencio del país nórdico me produjeron un sinfín de emociones, positivas y negativas. La inmensidad, el asombro, la belleza, el recogimiento o la plenitud, encontraban su reverso en la amenaza, el pánico, la angustia, el vacío, el peligro o la muerte. Y todas ellas eran simultáneas. Con estos ingredientes emocionales comencé a preparar la masa de mi poemario. Pero en la lírica, además de los afectos, me interesan las ideas. Existen dos modelos de conductas: la competición y la cooperación. El primero enfrenta a los individuos, el segundo los une. En Finlandia, debido a la meteorología, la sociedad ha estrechado sus lazos para garantizarse la supervivencia. Y este es uno de los valores que defiendo en mi libro. Si la guerra ruso-finlandesa es una metáfora de la lucha por los recursos, del sálvese quien pueda, del darwinismo y de la destrucción de competidores, encontramos en el libro otros poemas en sentido contrario, que nos hablan de la solidaridad humana y de la colaboración por el bien común. Dos modelos humanos. Dos modelos políticos. España. Finlandia. Mientras aquí se desmantela el estado del bienestar y se privatizan la Educación o la Sanidad públicas, nuestro vecino del norte puede alardear de tener el mejor el sistema educativo de Europa: 99% público y gratuito. Mientras aquí los políticos (PP) desprestigian a los docentes, nos llaman vagos, nos acusan de falta de conocimientos, despiden a miles de profesionales (los eufemísticos recortes) y hacen contratos precarios a los funcionarios interinos (de media jornada –es mi caso–, tercios y cuartos), en Finlandia se prestigia la imagen de maestros y profesores, auténtica columna vertebral que garantiza la estabilidad de un país, su democracia. Con 11 millones de españoles bajo el umbral de la pobreza y 6 millones de parados, hoy más que nunca son necesarias la solidaridad y la colaboración; un Estado que integre a la ciudadanía, que la cuide y proteja; una Educación pública sólida y de calidad, que otorgue las mismas oportunidades (laborales, sociales) a las personas sin importar su origen. Lo contrario es la polarización, la exclusión, el desamparo y el abismo.           

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