Los árboles caídos también son el bosque es un volumen que recoge once relatos. Aunque su escritura finalizó en 2015, no fue publicado hasta 2024. Este libro forma una trilogía con las obras El sol mueve las sombras de las cosas quietas (2019, editado también en el 2024) y La paciencia del agua sobre cada piedra (que salió de imprenta en 2023). Es decir, hablamos de una escritora que, pese a que se hacía de rogar el viento de las mesas de novedades, no cejaba en su quehacer literario y, brújula en mano, se dirigía al Norte, confiando en llegar a su destino antes o después.
Lo primero que sorprende de esta colección de cuentos es su estilo. En efecto, los párrafos son breves; las oraciones, cortas: pura pincelada. Alejandra Kamiya, argentina de origen japonés, ha escrito un libro lírico, sugestivo y evocador. La autora nos recuerda que existe la belleza incluso en lo macabro: la guerra, la soledad, el abuso, la violencia, la muerte. Sus textos están traspasados por el amor. Con qué delicadeza relata el vínculo con el hijo, con el padre, con la amiga del alma, con la vecina anónima… Pese a la simpicidad de sus argumentos, estos relatos emocionan por la sinceridad que desprenden. De vez en cuando se cuelan entre las líneas versos de poetas (“alguien dijo que hay que mirar una rosa hasta pulverizarse los ojos”; de otra Alejandra: Pizarnik), así como obsesiones de otras protagonistas que tienen hijos. Es el caso del cuento “Breves como un trébol”, donde un bebé de 24 meses, sólo en el centro de un corral, es atacado por una oveja, frente a la mirada de una madre que se encuentra al otro lado de la alambrada: “Lo veo y siento miedo. Una aguja de miedo. Es algo que ha nacido en mí junto con él, este miedo. Un miedo tan real que puedo tocarlo, como toco este alambre. Tiene púas”, que recuerda al relato Distancia de rescate, de Samanta Schweblin. Si nos fijamos en la cita anterior, apreciamos la musicalidad de sus palabras. Escondidos, ralentizando el ritmo de una madre que no puede llegar hasta su hijo, se esconden versos alejandrinos, terriblemente lentos y angustiosos: Lo veo y siento miedo. Una aguja de miedo. / Es algo que ha nacido en mí junto con él. / Un miedo tan real… De donde se desprende que Kamiya domina a la perfección la técnica de su oficio.
Los árboles caídos también son el bosque es un libro altamente recomendable, poético, sutil, que habla de asuntos que sentimos como propios: el sentido de la vida, el desarraigo, la pérdida o la fuerza para salir adelante. No conocía la editorial, Eterna Cadencia, que ha editado un volumen precioso. No lo dejen pasar.
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