sábado, 17 de noviembre de 2018

Nuevo poemario: Ciudad sumergida

Amigos:

Es para mí un placer comunicar que ediciones Hiperión acaba de publicar mi nuevo libro de poemas, Ciudad sumergida. Estuve trabajando en este libro cuatro años. Os dejo por aquí la información de contracubierta. En breve, la fecha de presentación y una extraordinaria entrevista que Nuria Azancot me ha realizado, a propósito de la obra, para El Cultural.

 
Ariadna G. García es poeta, novelista, antóloga, traductora y analista literaria. En su trayectoria lírica destacan títulos como Napalm (2001), Apátrida (2005. Escrito en la Residencia de Estudiantes, gracias a una beca), La Guerra de Invierno (2013), Helio (2014), Las noches de Ugglebo (2016) y Línea de flotación (2017. Publicado en Puerto Rico). Ha ganado los premios de poesía Hiperión, Arte Joven de la Comunidad de Madrid, Internacional Miguel Hernández y El Príncipe Preguntón. 

De su novela, Inercia, se ha dicho que fue “un extraordinario debut” (Devoradora de Libros).
      Profesora de secundaria desde hace una década, ha preparado ediciones de clásicos para Akal: Antología de la poesía española 1939-1975 y Poesía española de los Siglos de Oro. Además ha colaborado con SM en la elaboración de sus nuevos libros de texto de Lengua Castellana y Literatura (3º y 4º ESO).
      Ha traducido, junto a Ruth Guajardo, la lírica de Ray Bradbury: Vivo en lo invisible. Nuevos poemas escogidos (Salto de Página).
     Su labor crítica ha sido recogida en el volumen Cornucopia. Reseñas de literatura contemporánea (Polibea).


Ciudad sumergida nos habla de la muerte y de los modos de enfrentarla: la memoria, la genética y el cuidado de la biosfera para la preservación de nuestra especie (y de toda forma de vida en La Tierra). “Poemario de fuerza cósmica” (Javier Lostalé), la voz que enuncia se va expandiendo matemáticamente como la naturaleza: de la propia conciencia, acaba descentralizando el “yo” para empatizar con el resto de seres, trascendiendo el concepto de “comunidad humana”. Esta alteridad in crescendo viene manifestada -simbólicamente- por la sucesión de Fibonacci. De fondo resuenan los ecos de Walt Whitman, Juan Ramón Jiménez, Mary Oliver e Inger Christensen.


viernes, 16 de noviembre de 2018

Últimos poemas de amor. A la memoria de Paul Éluard

Breve reseña
 

Últimos poemas de amor. A la memoria de Paul Éluard (Madrid, Hiperión, 2018), de Elsa López (Fernando Poo, Guinea, 1947) es un poemario a dos voces, donde se alternan los puntos de vista de una mujer y un hombre sobre su deteriorada relación de pareja, sostenida a lo largo de los años. Esta doble perspectiva permite una mayor indagación en las causas del desgaste, enfrenta dos miradas y las hace converger en una idéntica melancolía. Las palabras de ambos evocan un pasado que no existe. La vida es ha tornado fraudulenta. El deseo de entonces se ha perdido. La alegría ha sido sacrificada en el altar de la costumbre. Escribía Cernuda: “No es el amor quien muere, somos nosotros mismos”. Elsa López desarrolla esta idea, entre otros, en este poema emocionante:



Ellos suben la cuesta
con el caminar incierto del herido.
Llevan la cruz sobre los hombros
y abierta la carne en oscuras hileras.

La corteza se desprende del tronco
y cae sobre la tierra.
Una forma desgarradora de secarse y morir.

Porque el árbol no sabe.
El árbol desconoce esa destrucción
que lo reduce a cenizas.

Lo mismo que tú sabes
que no hemos de volver a celebrarnos.

Una forma, como otra cualquiera,
de secarse y morir.


lunes, 12 de noviembre de 2018

Ideario narrativo de Chimamanda Ngozi Adichie

En la pasada Feria del Libro de Fráncfort la escritora nigeriana Chimamanda Ngozi dio una coferencia de la que se hizo eco El País. Aquí recojo algunas declaraciones. Todo el texto lo tienen pinchando aquí

 
No se debe hablar porque uno esté seguro de que le van a apoyar, sino porque no puede permitirse el silencio.

A veces me llaman activista. Y a menudo siento que me tira la contrariedad, que mi espíritu se resiste, porque no es una palabra que yo utilizaría jamás para describirme. Quizá porque crecí en Nigeria y vi a los que yo considero activistas de verdad, personas que dan su vida por causas, gente que muestra el tipo de dedicación extraordinaria al que yo solo puedo aspirar.

Me veo a mí misma como escritora, como narradora, como artista. Escribir es lo que le da significado a mi vida. Es lo que más feliz me hace cuando va bien. Es lo que más me entristece cuando va mal.

Pero también soy una ciudadana. Mi responsabilidad como artista es mi arte. Mi responsabilidad como ciudadana es la verdad y la justicia.

Si puedo cambiar una mente, si puedo conseguir que una persona piense de manera crítica he ganado mucho, porque he contribuido a dar un pequeño paso en el largo camino hacia el progreso.

El arte puede iluminar la política. El arte puede humanizar la política. Pero a veces, eso no basta. A veces es necesario involucrarse en la política como política. Y esto no podría ser más urgente hoy en día.

El mundo está virando; está cambiando; se está oscureciendo. Ya no podemos jugar según las viejas reglas de la complacencia.

Este es el momento de la valentía, y para mí la valentía no es la ausencia de miedo. Es la determinación de actuar a pesar de tener miedo.

Es el momento de relatos más complejos: no basta saber cómo sufren los refugiados o de qué modo no encajan en una nueva sociedad; también debemos saber qué hiere su orgullo, a qué aspiran, y quién arma las guerras que los convirtieron en refugiados para empezar, de quién es la responsabilidad.

Es el momento de proclamar que la superioridad económica no significa superioridad moral.

Es el momento de la audacia en la narrativa, el momento de los nuevos narradores. Es importante tener una amplia diversidad de voces, no porque queramos ser políticamente correctos, sino porque queremos ser precisos. No podremos entender el mundo si seguimos fingiendo que una pequeña parte de él representa al mundo en su totalidad.

Es el momento de replantearnos cómo pensamos los relatos. La cuestión de los derechos humanos no hace referencia solo a las grandes historias de represión gubernamental. Trata también de relatos íntimos

Hoy en día, en todo el mundo, las mujeres están hablando alto, pero sus historias siguen sin oírse realmente.

Es hora de que dediquemos más que simple palabrería al hecho de que los relatos de mujeres son para todos, no solo para las mujeres. Sabemos por las investigaciones que las mujeres leen libros escritos por hombres y por mujeres, pero los hombres leen libros escritos por hombres. Es hora de que los hombres lean a las mujeres. Es hora de poner fin a esa pregunta de “qué quieren las mujeres”, porque ya es hora de que todos sepamos que las mujeres quieren simplemente ser miembros de pleno derecho de la familia humana.

Hoy en día existe un gran vacío en el espacio imaginativo de muchas personas en todo el mundo. Es imposible sentir empatía por las mujeres porque las historias de mujeres no se conocen verdaderamente; las historias de mujeres no se consideran universales.

Las mujeres siguen siendo invisibles. Las experiencias de las mujeres siguen siendo invisibles.

La literatura es mi religión. He aprendido de la literatura que todos tenemos defectos, que todos los humanos tenemos defectos. Pero también he aprendido que podemos ser bondadosos, que no necesitamos ser perfectos para poder hacer lo que es justo y correcto.

No traslado a menudo escenas de mi vida a la ficción, pero en una ocasión lo hice con una escena concreta en la que por primera vez empecé a entender lo que significaba ser negra.

Una editora me dijo que la escena era completamente increíble. La había falseado para poder decir algo relativo a la raza. Me dijo que eso nunca habría sucedido en la vida real.

Quise decirle que en realidad sucedió así.

Pero no lo hice, porque cuando enseño redacción creativa les digo a mis alumnos que “no pueden usar la vida real para justificar su ficción”. Si la ficción es increíble para el que la lee, el que la ha escrito ha fracasado en su arte, que es el de usar el lenguaje para alcanzar la suspensión de la incredulidad.

Se lo decía a mis alumnos porque yo solía creerlo. Pero estoy descubriendo que lo cuestiono cada vez más. Porque lo que creemos o lo que no creemos, lo que nos parece creíble y lo que nos parece increíble, es en sí un marco de nuestras propias experiencias.

¿A cuántas personas negras conocía esa editora? ¿Cuántas experiencias sinceras de personas negras había oído? ¿En qué se basaba para decidir qué creer y qué no creer?

Es hora de ampliar nuestros límites, de ampliar el marco, de saber que lo que ya existe puede ser en ocasiones demasiado limitado como para abarcar la compleja multiplicidad de las experiencias humanas.

Pienso que necesitamos más relatos abiertamente políticos, más relatos que miren al mundo a la cara.

¿Tiene importancia la literatura? ¿Es útil?

Podemos seguir hablando de literatura como un culto que no puede cuestionarse, o podríamos suavizar los límites de nuestras definiciones. ¿Qué significa ser útil? ¿Acaba la utilidad en lo concreto?

Los humanos no somos una colección de huesos y carne lógicos. Somos seres emocionales en igual medida que seres físicos. La utilidad debería estar vinculada a todas las partes que nos hacen humanos.

La literatura nos enseña. La literatura importa.

Leo para que me consuelen, leo para que me conmuevan, leo para que me recuerden la gracia, la belleza y el amor, pero también el dolor y la pena. Y todas estas cosas importan. Todas son lecciones útiles.

domingo, 4 de noviembre de 2018

La casa grande

La casa grande, Rosana Acquaroni. Bartleby, Madrid, 2018. 86 pp.


Un libro de poemas puede ser una ventana abierta de par en par al pasado, un haz de luz adentrándose quebradizo por nuestra galería interior, una acumulación de claridad que denuncia las sombras de la Historia. Y un poeta, a su vez, puede ser un pétalo resistente a las nevadas, frágil y terco; o una nube delicada que oculta una tormenta. Rosana Acquaroni y su último poemario encajan en ambos perfiles como dos velas obstinadas en su candelabro.  

La casa grande desvela un secreto familar. Comienza in medias res y nos relata una historia. Abre un tajo en la fruta madura de una casa para mostrarnos el jugo que guardaba dentro, ácido, agrio. El libro irá alternando, de principio a fin, poemas líricos y narrativos con los que evocar emociones y recuperar el tiempo que quedó sin florecer. Supone un homenaje póstumo a la madre perdida, un recuerdo nostálgico de la infancia abolida y un testimonio crítico del franquismo y la Iglesia.

La obra se divide en cuatro partes. La primera describe el ambiente opulento en que se crió la voz que enuncia: burgués, acomodado. En esa casa grande a ojos de una niña no faltan las “mantelerías de hilo”, “cajitas de nácar”, “las toallas de rizo americano” ni “las colchas de encaje”. No obstante, pese al refinamiento del entorno, las personas que habitan ese espacio soportan sobre sus hombros una tragedia íntima, arrastran un saco de tristezas y culpas que abre un pozo a sus pies. La madre es la querida de un hombre misterioso y adinerado. Comparte con su hija esa confidencia. Pero la doble vida, de horizonte borroso, tiene consecuencias nefastas: “el tálamo escindido”, “la gélida ignorancia de dos cuerpos / que no se resucitan” o “el silencio / enfriando la casa”. Sobresale el poema de la huída, tierno y descorazonador: padre e hija abandonan el hogar para instalarse en un hotel de paso:

“Recuerdo su penumbra,
                        la moqueta gastada,
la filigrana gris
de una luna creciente
sobre el papel pintado.

Las dos camitas juntas.

La orfandad para siempre de mi padre.
Su muda dobladita
                        dentro de la maleta.”


¿Qué puede hacer una niña cuando cuando una fuerza superior la desgaja de su mundo? ¿Qué crédito puede tener la realidad a partir de ese instante para ella? ¿Cómo se crece sin el amor de una madre? ¿Cómo se sale indemne de una “pubertad entristecida”?

La segunda parte del libro es un flash back. Acquaroni nos describe a una madre joven, “menuda”, “deslumbrante” y cosmopolita. Sugiere que ya por aquel entonces era la querida de un hombre, no sabemos si casado. Este amor prohibido, sin embargo, no la hacía feliz. Su vida era una espera. Su cuerpo, una pausa. La presión social, además, la ampujaba por la pendiente del matrimonio forzado (“estas hecha de nadie/ y no sirves de nada sin un hombre”), como a tantas otras mujeres educadas en la obediencia y en la anulación personal.

La tercera parte de La casa grande se centra en la denuncia de los centros psiquiátricos de los años 60. Allí se recluía a las mujeres, se las sedaba, se les retiraba su vida como quien monda el abrigo a un melocotón, se les espantaba los colores, las vaciaban de sueños. Eso al menos, en el mejor de los casos, porque en el peor alisaban su tiempo hacia la muerte:

“AQUEL INFIERNO SE LLAMABA ALONSO VEGA.
Lo dices en un cuento que escribiste después:
Me ataron con correas y apagaron la luz.

Destaca de este conjunto de poemas el del página 68: montaje cinematógrafico de dos escenas antitéticas que transcurren en paralelo: la tortura a la madre y el juego de la hija. Poema intenso, sobrecogedor, que –en mi modesta opinión– debe terminar en esa misma página. La información que se ofrece en la 69 –meramente personal– resta intensidad al texto, lo desinfla.

La cuarta parte es un epílogo que explicita la comprensión y la empatía hacia una madre desgraciada, que tuvo la mala fortuna de nacer en una época donde las mujeres no gozaban de independencia, donde las cruces dictaban los valores morales, donde la sociedad creaba mecanismos para ocultar a quienes desafiaban las convenciones de su tiempo, donde era preferible la destrucción de las personas a su realización plena.

Muy buen libro La casa grande: revelador, cuidado, hondo. Quien se haya cansado de la poesía precocinada e insípida tan de moda hoy, aquí encontrará un pastel de toronja artesanal, dulce y amargo, como la propia vida.



Esta reseña ha sido publicada por la revista Oculta Lit. AQUÍ.


sábado, 3 de noviembre de 2018

Pervivencia de la tradición helena en la literatura española actual


 
Giorgos Seferis (Premio Nobel de Literatura, 1963): “La humanidad de hoy necesita, más que nunca, de la poesía y del espíritu griego”.


Poesía:

En las aguas de octubre, Marta López Vilar:

Apátrida, Ariadna G. García:

Dibujar una isla, Verónica Aranda:

La ética del fragmento, Luis Artigue:


Ensayo:

Cuaderno griego, José María Bermejo:

Cualquier ensayo de Jorge Riechmann.

viernes, 2 de noviembre de 2018

Cuadernos del Matemático


Ezequías Blanco, fundador y director de los Cuadernos del Matemático. Revista ilustrada de creación, anunció hace unas semanas su cierre definitivo. Nacida en el instituto “Matemático Puig Adam” de Getafe, en 1988, Cuadernos del Matemático ha sido una publicación de culto, independiente, un objeto de arte en sí mismo, en el que hemos colaborado distintas generaciones de poetas, narradores, fotógrafos y pintores. Yo he tenido la suerte de publicar varias veces con ellos. La primera, en 1994. Cursaba COU. Llevaba un año viviendo en Getafe, ciudad a la que regresaba tras una larga ausencia que se ha ido revelando, a la postre, absolutamente fundamental para ser quien soy. Tenía un par de poemarios inéditos. Andaba por entonces tanteando nuevas posibilidades expresivas, tras el impacto primero de los autores renacentistas. Leía con asombro a Blas de Otero, José Hierro, Miguel Hernández, Claudio Rodríguez, Vicente Aleixandre, Federico García Lorca o Luis Cernuda. A Claudio le conocí en Navalcarnero, gracias a mi profesor de literatura de 2º de BUP, el poeta Gonzalo Alonso Bartol; y a Hierro tuve la oportunidad de tratarlo en un par de ocasiones, en calidad de ganadora y accésit del certamen juvenil que lleva su nombre. Soñaba con editar un libro de poemas. Un segundo –e imprescindible– profesor de literatura, Francisco Muñoz Marquina, me animó en COU a enviar algún texto a los Cuadernos. La revista tenía por nido un instituto de enseñanza media, pero se había abierto a las colaboraciones venidas de toda España. Escribí una carta a su director acompañada de un soneto, y al poco Ezequías me escribía al instituto para comunicarme que me publicarían en el número de diciembre (el 13 que sacaban). En él aparece mi poema junto a los de Félix Grande, Miguel Veyrat, Juan Antonio Marín o Antonio Lucas, entre otros autores. Mi felicidad de entonces fue compartida tanto por Francisco Muñoz –uno de esos docentes visionarios que alumbran tu interior– como por Abelardo, mi ex profesor de latín y abnegado jefe de estudios que me cedió su despacho para copiar e imprimir el texto.

Aquí les dejo el soneto –que dejaría inédito en libro–, junto a la breve nota biográfica que pusieron al frente. Aquella primera publicación en una revista cultural de reconocido prestigio, me dio impulso para trabajar en los poemas que conformarían,  año y medio después, Construyéndome en ti.



ARIADNA GARCÍA

Ariadna García tiene 17 años y estudia COU en el I.B. Laguna de Joaztel de Getafe.

MÚSICA SUBACUÁTICA

Concierto de agua y sal abre tu boca.
Resbala en mis oídos, tú, concierto
de los mares. Desata a cielo abierto
la dulce melodía que te toca.

No dejes de soñar y desemboca
en mí. Ven, que te escuche. Ven, por cierto,
no detengas la magia de tu acierto
musical. Báñame como a una roca

entre la espuma, y rompe con tus olas
el silencio. Serena cada instante
con tu cuerpo de sal y con tus colas

de algas. Concierto, ven, no estés distante
en mar abierta. Ven, no estemos solas
mi sombra y yo.
                            Navega raudo, amante.


Sería, precisamente, en el número 19 de los Cuadernos del Matemático donde publicaría uno de los poemas de aquel primer libro, además de un inédito titulado Tapioca (hablamos de diciembre de 1997, entonces ya cursaba 3º de carrera).



Dedico este pequeño homenaje a Ezequías Blanco, por creer en mí en una edad –la adolescencia– en la que tan necesitados estamos de confianza y fe en nosotros. Gracias por abrirme la vereda que todavía recorro.




jueves, 1 de noviembre de 2018

Presentamos "(Tras)lúcidas"



Amigos, el próximo 8 de noviembre presentamos la antología (Tras)lúcidas. Poesía escrita por mujeres (1980-2015), preparada por Marta López Vilar para Bartleby en 2016. La cita será en la Casa de Cultura y Participación Ciudadana de Chamberí (Bravo Murillo, 39), a las 19:30. Recitaremos Rosana Acquaroni, Ada Salas, Vanesa Pérez Sauquillo, Carmen Garrido, Guadalupe Grande, Esther Muntañola y yo. Tenemos un lujo de presentador, el poeta Antonio Crespo Massieu.

¡Os esperamos!