martes, 23 de mayo de 2023

Una grieta en la noche


Una grieta en la noche, Laura Baeza. Páginas de Espuma. 2022

 

 

 

Supongamos que la noche es el inconsciente. Que en ese pozo oscuro se ocultan toda clase de traumas. Imaginemos que en las profundidades de la psique el magma negro modela pesadillas, va dando forma al dolor que no fue procesado por la mente, pero que tenemos registrado en secreto en nuestra biografía. Pues ahora pensemos en las consecuencias de que exista una grieta en ese sótano, en la posibilidad de que el recuerdo traumático emerja con toda su potencia en el plano consciente, en el desequilibrio psicológico que puede producir en una persona que sus monstruos interiores salgan de su escondite y tomen el control de sus acciones. El volumen de relatos Una grieta en la noche aborda, precisamente, estos asuntos en los seis relatos que lo integran.  

 

El boxeador Menandro “la Chinche” Mendoza, el policía local Antonio o los hermanos mellizos Marco y Valeria (protagonistas de mis relatos preferidos: Quinto round, Veladoras y Una grieta en la noche) conviven con sus sombras, cargan con unas heridas que no pueden nombrar y que los recluyen dentro de su mundo. De ahí sus dificultades sociales, su enajenación. Todos ellos comparten un sentimento de soledad que los hermana, así como son personajes desheredados de la fortuna. El yo oculto se manifiesta a través de las pesadillas y del destrozo de muñecos con carácter simbólico. La colección de relatos que firma Laura Baeza no es libro de terror, y sin embargo, indaga en los peligros de que una experiencia negativa, no procesada por el cerebro, regrese con toda crudeza para resquebrajar la lámina de la realidad.

 

Si interesante el fondo, no digamos la forma del conjunto. Sobresale el estilo de los relatos de apertura y cierre. El primero (Quinto round) está narrado por un adolescente. De ahí las concesiones a la verborrea, al registro coloquial, al monólogo interior de un crío que testimonia la vida apicarada de su “carnal”: un hermanastro que trabaja como mozo de carga, abandonado por sus padres, que sueña con rehacer su vida con los puños. El sexto y último relato (Una grieta en la noche), en cambio, se ofrece al lector como una pirotecnia de metáforas. Con una estética deslumbrante, de artificiera, la narradora evoca un pasado con potentes imágenes ígneas o astronómicas (“necesitaba la soledad del espacio en el que sólo orbitábamos mi mamá y yo, y que mi tío Marcos representara el mismo cometa que pasa quién sabe cada cuántos años”).  

 

En cuanto a la técnica, sobresale Veladoras, breve dietario escrito por Antonio, un policía de origen humilde que investiga el asesinato de una bruja que conoció de niño. Su final, es maravilloso. 

 

La mirada de Laura Baeza se centra también en otros motivos candentes, esta vez, de la relidad mexicana: las desapariciones de niños, la censura de periodistas, la inmigración ilegal. Una grieta en la noche se mueve como un péndulo entre dos extremos: lo privado y lo público, la psicológico y lo social. 

 

Una lectura muy recomendable.  

 

En cuanto a la edición, es preciosa. Dan ganas de escribir un colección de relatos para que los publique Páginas de Espuma.


miércoles, 17 de mayo de 2023

En la Feria del Libro de Madrid

 


Faltan justo diez días para que comience la tradicional feria del Libro de Madrid. Este año tendré dos participaciones en el mismo día.

El sábado 3 de junio firmaré ejemplares de La sirena que no sabía nadar en la caseta 290 (Editorial Lastura), de 18:00 a 19:15. 

A continuación, intervendré en una mesa redonda para conmemorar el 50º aniversario de Ediciones Cátedra. Será en el pabellón de CaixaBank, de 19:30 a 20:30. Los demás integrantes del acto son: Josune García, (directora de Cátedra) José Francisco Ruiz Casanova (colaborador de la casa) y Jenaro Talens (profesor, poeta y director de la colección Signo e Imagen). Presentará el acto Fernando Bonete. 

Será un gusto veros por allí, charlar y daros un abrazo. ¡No me dejéis sola!





lunes, 15 de mayo de 2023

En Gran Central Station me senté y lloré

 


En Gran Central Station me senté y lloré, Elizabeth Smart. Traducción y notas de Laura Freixas. Periférica. 2009. 155 páginas.

 

 

“Quien aquí veis, fugaces transeúntes de este parque,

fugaz como vosotros, junto al río,

en la mañana de la primavera,

es más que un rey, pues más que un rey es ser

un hombre enamorado”

 

 

Esto escribía Francisco Brines en Palabras a la oscuridad (1966). Tenía 34 años.

 

Elizabeth Smart abandona la metáfora regia por la divina, escala un grado más. Tras el cumplimiento del deseo, dice la protagonista de En Gran Central Station me senté y lloré: “yo también seré un dios”. Tanto es así, que a partir de entonces, se fundirá con el mundo:

 

“Soy una de sus olas, que se desbordan y saltan. Soy ahora la misma melodía que los árboles, los colibríes, el cielo, la fruta y las verduras en hilera. Soy todo o cualquiera de esas cosas”

 

El amor endiosa a quien lo siente. Lo vuelve invulnerable. Quien ama se proyecta sobre el orbe, porque su propia cuerpo es limitante, y el amor lo rebosa. Elizabeth Smart, por otro lado, recurre a diferentes metáforas sacadas de los frutos del campo para referirse al hombre que su personaje ama:

 

“Él es todas las cosas: la noche, las mañanas elásticas, las altas flores de Pascua y las hortensias, los limoneros, las palmeras, las frutas, los pájaros y el sol en el estanque”.

 

Es decir, el amor de los amantes (al menos, al comienzo del relato) se encuentra en armonía con la naturaleza. Las metáforas evocan su plenitud y dicha. Este desbordamiento me recuerda a la estética barroca, y de hecho, no deja de recordarme a Lope de Vega, y en concreto, a Peribáñez y el Comendador de Ocaña.  

 

Del mismo modo, la autora canadiense recurre a la simbología para referirse al sexo. Su novela es muy lírica. El culmen de la pareja se produce en la “Tercera parte”. Él equivale a las “mareas”, el “rocío” y las “lluvias”; representa el elemento del agua, la fertilización. Ella, por su parte, equivale a la “tierra”. En la “Cuarta parte”, cuando ambos sean detenidos, Smart incluirá citas intercaladas del Cantar de los cantares (libro de Salomón) para evocar con los símbolos bíblicos la pretérita unión de los amantes.

 

¿Y por qué emplea Smart semejante inflacción de metáforas y símbolos? La clave radica en el carácter secreto de la historia que cuenta. El estilo es cómplice del tema que trata. El fondo determina la forma.

 

En Grand Central station me senté y lloré se basa en una experiencia autobiográfica. La autora se distancia de su vida levantando un muro retórico. Al fin y al cabo, no le interesa la confesión de los promenores de su existencia, sino la evocación de sus estados de ánimo. Se basa en la realidad para, después, elevarse al cielo de las categorías estéticas. No ha escrito un diario, sino un producto artístico.

 

Además, las figuras enmascaran el mundo real. Por supuesto que podemos descodificar su sentido e incluso proponer interpretaciones propias. Pero lo que cuenta es su intento por ponerlo difícil. Lo que narra atañe a diferentes personas en el mundo extralingüístico, los pronombres tienen referentes. De ahí que la autora rechace el realismo por un lirismo dual: elegante con unos e inmisericorde con otros.

 

¿Qué narra? Una historia de amor a tres bandas, desde el punto de vista de la amante de él. Una pasión inevitable, prevista por el destino. La obra alude a la influencia helena de los hados sobre la vida humana. Dice la narradora: “El amor me posee, y no tengo alternativa”. Detrás escucho a Garcilaso: “No fue por elección de mi albedrío”. Esta fuerza irresistible pasará como una apisonadora sobre la biografía de Elizabeth Smart. El determinismo, por otro lado, pertenece a la tradición neoplatónica, que experimentó un auge en el Renacimiento y se extendió al Barroco. Digo esto porque la naturaleza que se nombra en el libro, más que un paisaje, es un trasunto de la armonía amorosa, una proyección neoplatónica de la perfección divina (hasta la mitad de la obra. Luego todo se tuerce).

 

Si el diálogo con la tradición grecolatina se percibe en el determinismo que mencionábamos, también lo apreciamos en las múltiples alusiones mitológicas que atraviesan la obra (Dido, Leda, Dafne…), así como en el guiño epicúreo al goce del presente compartido con la persona deseada (“Nada puede ser más ahora que ahora”). No obstante, la novela entronca también con lo más granado de la mística. Buena parte de la simbología amorosa la encontramos en las Meditaciones de Diego de Estella (el imán, la fuerza gravitatoria que ejerce sobre nosotros quien amamos).

 

Comentaba al principio que Smart nos sugiere contrapuestos estados de ánimo a lo largo del libro. Como un péndulo, oscila entre la dicha y la desesperanza, la alegría y la pena. Los sentimientos se despliegan en toda su complejidad. La culpa y los celos conviven con la empatía hacia la esposa (“¿Es que no hay otra vía para mi libertad que su martirio?”). Pero, ante todo, sobresale el deseo (“Cierro los ojos y tiemblo, esperando el paraíso: va a tocarme”). La euforia de la correspondencia se extiende al mundo en su totalidad (“todo lo que tocas acaba de nacer”). En cambio, la desesperación por la ausencia vuelve los días una tortura (“El no tenerte daba a mi vida sabor a infierno”. Escribe Amalia Bautista: “sé que no puede ser más que el infierno/ porque en este lugar no estás conmigo”).

 

En Grand Central Station me senté y lloré es un libro maravilloso. Con potentes imágenes, rico en alusiones, descarnado, sutil. Me dice un amigo y antiguo compañero de La Central de Callao que se encuentra descatalogado. Pues yo desde aquí lanzo una petición a Periférica: hagan un favor a los lectores, reedítenlo.

 

domingo, 14 de mayo de 2023

Mi sirena en La estación azul de los niños (RNE)

 


Ayer, sábado 13 de mayo, mi álbum infantil La sirena que no sabía nadar (Lastura) se dio un chapuzón en el programa de Radio 5 La estación azul de los niños (RNE). Muy agradecida a Noemí Martínez Tévar por el cariño dedicado a mi cuento (bellamente ilustrado por Nayara Rosario).

Podéis escucharlo aquí:

https://www.rtve.es/play/audios/la-estacion-azul-de-los-ninos/estacion-azul-ninos-rock-piano-manu-guix-sirenas-no-saben-nadar/6888702/ 

 

 

domingo, 7 de mayo de 2023

Enser

 

 


Enser, Luis Luna. Huerga y Fierro Editores. Colección Rayo Azul. 79 pp.

 

 

Breve reseña

 

 

Luis Luna ha levantado en su último libro de poemas, Enser, una atmósfera claustrofóbica. No en vano, la mayoría de los breves poemas en prosa que lo componen se localizan bajo la superficie. Así, el agua, la tierra y la nieve constituyen la frontera entre la oscuridad que aborda el libro y la luz, que el poeta rechaza. Por lo tanto, el sujeto que enuncia en los textos emprende un viaje por el interior de sus preocupaciones. Un viaje verbal por el subconsciente. De ahí que el libro sea un laboratorio de sugerentes imágenes (“ebanista del hielo y de las amapolas”). El lenguaje se ofrece como un recurso de expresión meramente provisional, y por ello, transformativo; sujeto al cambio, igual que la existencia. Por otra parte, si la vida carece de lógica, no hay razón alguna para que entre los enunciados exista una relación de causalidad. Enser se abre al misterio. Somos nosotros, los lectores, quienes dotaremos de congruencia a los fragmentos permitiendo que sus hallazgos verbales resuenen en nosotros, alumbren como relámpagos nuestros recuerdos, golpeen como martillos sobre las rocas de nuestras emociones. Y vaya si lo hacen. ¿Qué ocultan los abismos interiores? Una constelación de “heridas” y “laceraciones”. A medida que avanza el libro, un ser se abre camino por la noche, un ser marcado a fuego por el mal, desgarrado por jirones de angustia y de violencia. En la memoria se conservan fragmentos de un pasado. Abundan las alusiones a una infancia perdida, no sabemos si es propia o pertenece a otros; a desapariciones y a muertos. La misión del poeta es recordarlos. Hacer llegar a ellos un sendero luminoso de palabras para que los lectores sepan de su efímera existencia. Es la escritura de Luis Luna un acto de amor por la vida, pese a la oscuridad.