lunes, 24 de marzo de 2014

Poema de Apátrida



 
Hubo un día hace tiempo que soñaste
con un hogar alegre en una tierra
distinta de esta otra en la que vives.
                     …

Una dulce muchacha me sonríe
agarrada del brazo de su padre,
camina entre los bancos de la iglesia
por las alfombras rojas
que suben al altar,
recubierto de un manto bordado con escudos
y una corona regia.

Esta muchacha sabe que es la hora
en que un anillo enlaza lo que el cuerpo
ya había prometido con su entrega.

A ella miran nerviosas las familias
presentes en la fiesta de la boda.

Esta joven tendrá la casa de sus sueños,
y dos niños pequeños que se duerman
con la simple lectura cada noche
de cuentos en la cama
nada más acostarlos.

Pero ignora
las marcas de los puños del marido
en las puertas del baño y la cocina.

Los escudos raídos.
La corona quemada.

Qué lejos queda ahora este banquete,
los besos aplaudidos,
el vino y la ternera.

De aquella ingenuidad de tu sonrisa
sólo quedan las briznas de estas fotos.

 
   (Apátrida. Hiperión. Premio Arte Joven de Poesía. Comunidad de Madrid. 2005)

jueves, 20 de marzo de 2014

Apuntes sobre mis libros III: Apátrida



 
Tras el incendio de Napalm, vino el fuego controlado de Apátrida (Premio Arte Joven de Poesía de la Comunidad de Madrid. 2005), mi poemario medieval. Dividido en Libros y en Cantos, aborda –sobre todo– los temas de la identidad, el recuerdo y la memoria. En el Libro I, la voz que enuncia relata un angustioso viaje a través de la infancia y del amor (Cantos I y II). En el Libro II se enfrentan dos visiones del mundo: la de quien experimenta la vida como una pérdida constante, y la de quien, pese a la caducidad, exprime la existencia para sacarle el jugo. Ambas actitudes, representadas por los símbolos del agua y el cristal, protagonizan un diálogo dialéctico a mitad de libro (recuperando la tradición del debate medieval –entre el alma y el cuerpo, el vicio y la virtud, el agua y el vino…–), que gana la segunda. Como resultado, en el Libro III la voz que habla asume el devenir de la existencia a la que vez que confía en su perdurabilidad en el tiempo. El libro es recipiente de la vida, como lo son el mar que contiene los restos de naufragios o el yacimiento arqueológico cuyos sedimentos revelan las edades del mundo. Las citas que acompañan a Apátrida –tomadas, entre otras obras, de la Eneida, la Odisea y la Biblia– tienen una motivación semántica: suponen una relectura de los clásicos y un diálogo con nuestra tradición; es decir, la polifonía asegura que el pasado subsista en el presente.

El título de la obra hace referencia a los poemas del Canto I, al exilio forzado, a la pérdida del territorio infantil; pero también al viaje interior de quien dialoga consigo, se conoce, localiza un problema y trata de enmendarse (“Es por eso que duda de que tengan/ un rango superior al espejismo/ las cosas/ que van siendo/ desde entonces”, “Con el paso del tiempo/ las personas están/ pero no permanecen”, “Yo no tengo/ quien venga a demostrarme/ que el mundo es”, “En algún sitio/ alejado de mí, de este papel/ que entinto con tu sombra,/ alguien te vive./ Y te recuerdo yo”). Al final, el amor, la familia, la pertenencia a un grupo (becarios de la Resi, herederos de lo más granado de la intelectualidad española de preguerra: Juan Ramón, Federico...), e incluso la mascota, acaban anclando a la vida al –errático– sujeto que enuncia.

En Apátrida, lo mismo que en Napalm, encontramos una mezcla estética, aunque no tan acusada. La manifestación del inconsciente abre la puerta a un estilo irónico y surrealista que contrasta con la sobriedad, el laconismo y la contención asociados a la reflexión consciente. De esta forma, ambos libros –a través del discurso estético– muestran las complejidades y contradicciones de la mujer y el hombre modernos.

La épica de Apátrida (2005) consiste en la heroicidad de un sujeto que es capaz de viajar en busca de sus miedos y preocupaciones para doblegarlos. En Napalm (2001), sin embargo, ningún personaje realizaba esta gesta: emprendían tu transformación demasiado tarde, cuando las circunstancias externas ya los estaban abocando a la enajenación y a la locura. Dos libros (separados por cuatro años), dos actitudes frente al mundo.

lunes, 17 de marzo de 2014

Dublín



Es un domingo dublinés sombrío, y todo está muerto a la hora del té.
Mi buena mujer y yo nos sentamos en el silencioso Royal Hibernian.
¿Teatro y películas? ¡Dios! Hace semanas que se vendieron las 
                                                                                      [entradas.
¿El Buttery Pub? ¡Cerrado! ¡Sus brillantes grifos secos!
Mientras, alrededor del hotel, lo que era neblina se espesa hasta la 
                                                                                   [niebla.
En la chimenea, una diminuta chispa en un tronco apagado.
Mientras, el té mengua en las tazas de blanco ártico y se desliza
por nuestras entrañas de domingo con sonido de ola congelada.
Y la neblina y la niebla arden en confusión de lluvia
que arrastra el oscuro hollín por los helados y fúnebres cristales.
Y la última de las tartaletas descansa moribunda en su bandeja,
y el último de los troncos se extingue y se hunde en el fuego,
y lo que queda del té lava los dientes de porcelana
mientras la lluvia cae furiosa mientras el hielo
susurra sermones sobre palidez y blancura durante todo el día,
y a la vez, la niebla, la neblina y la lluvia envejecen y se emploman 
                                                                                     [en gris.
Y las estatuas se llenan de polvo imbuidas en sus oscuras ropas 
                                                                                      [invernales
mientras la lluvia, la niebla y la neblina amenazan las nieves 
                                                                                     [vespertinas.
En mitad de este silencio, la puerta chirría un lamento,
y un viejo señor entra con una sonrisa de invierno desolado.
Mientras suspira profundamente, nos mira a todos con fijación, 
                                                                                 [y habla. Bueno,
sonríe ¿Cómo lleváis el domingo? 


Ray Bradbury. Vivo en lo invisible. Nuevos poemas escogidos (traducción de Ariadna G. García y Ruth Guajardo González. Salto de Página. 2013)

sábado, 15 de marzo de 2014

Imán



 
NO serán suficientes las caricias para decir  “te quiero”,
pero mi mano aprieta el corazón
tendido como un puente hacia tu boca.
No caben más guirnaldas en mis venas,
ni más miel en tus pechos.
El más breve latido de tu carne
es un astro que tira de mis ardientes músculos
hacia su mar de brasas o carbones.
Ya en órbita,
doy forma a tu sonrisa con mis labios.
La tarde lentamente va llegando
allí donde termina el tobogán,
mientras cuento uno a uno
los gajos de ternura que me llevo a la boca.
La hostilidad del mundo,
las hélices de plomo
que cortaban el vuelo
a todos nuestros globos y cometas,
vive fuera del cuarto.
En el cuarto,
nuestro amor siembra puertos
donde las naves tienen corazones atados a los puños,
y los mapas revelan
la duda de las norias,
y las brújulas huelen
el resplandor del oro,
y los sueños desbordan los bolsillos
cada vez que se zarpa.
Monedas de sudor
acarician tus senos
y van dejando un rastro
de pisadas de estrellas.
No me duele la vida
cuando veo en tus ojos de gorrión mojado por la lluvia
lo risueño del niño
que espera sonriente como un ancla
su regalo.
No me escuecen las alas
cuando tus labios vienen a salvarme
del incendio en que vivo,
y la pasión nos toma la cintura,
y el ritmo de la sangre golpea los tabiques
y deshace la cama.

Nuestro amor empapela las paredes del cuarto
y vivimos felices entre algodón y fresas.

En la calle es distinto,
la gente nos recibe con una calurosa bienvenida 
                                         [a base de volcanes,
y el odio es un revólver
que apunta a nuestras manos cuando van enlazadas,
que apunta a nuestros labios si nos damos un beso.
Pero somos más fuertes,
y nuestro corazón bombea en las ventanas
                                          [sin miedo a los cristales.




                           (De mi libro Napalm. Premio Hiperión. 2001)



viernes, 7 de marzo de 2014

Funcionarios interinos

Foto tomada de http://elgomezmorenosemueve.blogspot.com.es/2011/11/apuesta-por-la-marea-verde.html


La Consejería de Educación de la Comunidad de Madrid impide que los profesores funcionarios interinos de la enseñanza pública tengan acceso a los cursos de perfeccionamiento de una lengua extranjera. Sí pueden optar a ellos, sin embargo, los funcionarios de carrera y en prácticas; así como los docentes de la enseñanza concertada y privada. El argumento que alegan es la falta de estabilidad laboral.

Vamos a ver: los interinos que estamos trabajando, a día de hoy, en los institutos madrileños llevamos años en las listas: como mínimo dos o cuatro. (Recordemos que en las últimas oposiciones –2012– no se ofertaron plazas para las didácticas de Lengua y Matemáticas, cuya última convocatoria se remonta al 2010.). Es más, el 90% de los funcionarios interinos acumulamos una experiencia todavía mayor, pues hemos aprobado la oposición no una vez, sino varias. Señora Consejera, ¿no es suficiente estabilidad dos años de desempeño de un oficio? ¿Y cuatro? ¿Y diez? La mayoría de nosotros, por lo visto, tiene más estabilidad en su puesto que usted, que asumió su cargo en 2011.

Otra cosa, a los interinos la administración nos contrata por cursos. Y como ya he dicho, todos acumulamos bastantes nombramientos. ¿Y va a tener preferencia sobre nosotros un docente de la enseñanza concertada o privada que haya sido fichado solamente para un año académico?

Y por último, los interinos somos funcionarios. Hemos superado una oposición muy exigente, al igual que nuestros compañeros funcionarios de carrera, en prácticas y en expectativa; y al contrario que los docentes de la concertada y privada. ¿Y no nos vamos a merecer, tras tanto esfuerzo y tanto sacrificio, un trato equivalente al del resto del claustro?

La Consejería de Educación lleva tres años discriminando a los funcionarios interinos de la Enseñanza Pública. Esta humillación se para si nos concienciamos de que la agresión a un colectivo es una agresión al conjunto de la comunidad educativa: profesores, alumnos y sus respectivas familias. Frenémosla. Podemos si nos involucramos todos.

miércoles, 5 de marzo de 2014

Apuntes sobre mis libros (II). Napalm



 
Napalm (2001. Premio Hiperión) trata sobre la forja de la identidad. De herencia barroca, el libro alerta sobre la alienación a que conduce un modelo social basado en la asunción de roles y en la pseudolibertad. El espacio y el tiempo que vertebran la obra se convierten en símbolos de dos modos de ser y de estar en el mundo: el coherente o auténtico –el sujeto lírico es dueño de su vida y se conduce por el libre albedrío– y el enajenado, enfermo o psicópata. Cada una de estas perspectivas, a su vez, se caracteriza por un lenguaje, una estética y un tono diferentes. Así, el poemario se mueve entre contrastes: simbología natural/urbana, lirismo/ironía, estilo surrealista/coloquial, conciencia/inconsciencia, esfuerzo/inercia, luz/sombra, cordura/locura, pasado/presente… Obra coral, cada voz alienada se erige en antimodelo de conducta, o si se prefiere, en modelo por reacción; las deudas de la novela picaresca son evidentes: cada personaje realiza un repaso de su vida con un sentido crítico y un propósito de enmienda que nunca llegará a realizarse. Por ello, la voz que abre el poemario se dirige al lector para advertirle del peligro de la apatía y de la inacción; le apela para que haga uso de su libre albedrío y detenga su frustración existencial, acabando así con los imperativos sociales (afectivos y laborales) que lo anulan. Cada relato autobiográfico, por otra parte, recibe la herencia del cuento fantástico del escritor argentino Julio Cortázar, de modo que al final de los mismos irrumpen elementos que proceden del sueño, del instinto y de lo irracional. Todos estos materiales se estructuran con la libertad compositiva que encontramos en el mundo del cine, tan propenso a los cambios narrativos ágiles y veloces (pensemos en Pulp Fiction, de Quentin Tarantino), metáfora del ritmo vertiginoso que viven las ciudades. De las decisiones que tomen los lectores tras conocer a los cuatro protagonistas del poemario (dos mujeres y dos hombres representantes de la España de entresiglos, condicionados por los prejuicios y por la economía de la época) dependerán no ya sólo sus respectivas vidas, sino el devenir de todos; porque la sociedad es la suma de las individualidades. Por tanto, pese a la nota pesimista de las historias relatadas, el libro desprende una confianza absoluta en la capacidad que tiene la humanidad para perfeccionarse –y esta fe es típica del Renacimiento–: de ahí que exista el libro. En la trastienda de Napalm resuenan las voces de Rosario Castellanos (que aboga por la independencia de la mujer) y Roque Dalton (cuyas obras destilan compromiso civil).   

sábado, 1 de marzo de 2014

Apuntes sobre mis libros I. Construyéndome en ti



 
En unos días hará un año que gané el “Premio Internacional de Poesía Miguel Hernández”. Hasta la fecha he publicado cuatro libros de poemas, un número suficiente como para reflexionar un poco sobre ellos. Más ahora, que el quinto está en camino. No quiero, sin embargo, realizar un estudio pormenorizado de ellos. Sólo pretendo recoger algunas notas, leves apuntes. Dicen que el peor crítico de un libro es su autor, pero a mí me parece que cuando dicho autor tiene una conciencia muy clara de su obra, de sus deudas, de su estética y de sus objetivos, está plenamente capacitado para arrojar una pequeña luz sobre sus criaturas. Basta con leer el epistolario y las conferencias de Federico García Lorca o las lúcidas reflexiones de Luis Cernuda y Vicente Aleixandre a propósito de sus libros para testimoniarlo. Si retrocedemos a los Siglos de Oro encontraremos también valiosos análisis metaliterarios de poetas como Juan del Encina, Juan Boscán (quién no recuerda su famosa carta-prólogo dirigida a la Duquesa de Soma donde explica su renovación lírica de raigambre italianizante con objeto de regenerar el desgaste que sufrían los géneros líricos castellanos), el Brocense, Juan de la Cruz, Luis de Góngora, Lope de Vega, Juan de Jáuregui o Francisco de Córdoba.

En alguna entrevista he hablado, por encima, del diálogo de mis libros con la tradición poética española, y ha habido autores (Ángel Luján, Elena Medel) que han resaltado esa digestión de la lírica previa. Cada poemario, pues, se mide con un movimiento artístico –no siempre peninsular– o mezcla en un mismo caudal tributos procedentes de distintos veneros.

Construyéndome en ti (1997). La obra gira entorno al erotismo. Otros temas secundarios son: la toma de conciencia de la propia sexualidad, el paso de la infancia a la juventud y el desafío a las convenciones sociales. La estética surrealista o simbólica sirven como cauce de expresión de motivos renacentistas (locus amoenus, amor sensual, placer, hedonismo) y medievales (desdén de la amada). Junto al verso libre y la prosa poética encontramos sonetos endecasílabos y alejandrinos. Dividido en tres partes, todas comparten un mismo título (“Agente del deseo”, tomado de Miguel Hernández), a imitación de la estructura de Sobre los ángeles (Rafael Alberti); símbolo de la importancia del asunto erótico. No obstante, hay un desarrollo argumental: búsqueda interior, insatisfacción amorosa y consecución del deseo. La voz que enuncia se construye y se afirma en su sexualidad.





                  Banzay
               (Fragmento)

He liberado al fuego que me forma,
a la luz de un corazón en celo,
con el deliberado propósito de que alguien me abrace.
Me he adueñado de mí.
                                     Y te busco.





                    Un cuerpo

                                                      “¿A dónde huir, entonces?”
                                                                       Ángel González


Tumbada entre las flores, las amapolas muerden
los restos de ternura que me quedan.




                 Habibi

Se me cuaja la sangre cuando veo
la rosa de tus labios encrespada;
y es mi sangre un helado de granada,
y es tu rosa mi más firme deseo.

Me derrites con ese bamboleo
de leche con espuma desbordada;
y por beberla avanzo entusiasmada
como el polen directa a su apogeo.

Pero la timidez irreductible
que por costumbre sale de tu boca
el corazón me deja disgustado.

Y al no poder librarme de esa roca
una punta de acero, inamovible,
se clava como un pez en mi costado.