Tú que has sido un país
remoto,
inalcanzable,
eres
frontera, al fin, donde comienza
el
mundo que he soñado.
Toda
mi realidad nace contigo:
cuando
tus adjetivos la matizan,
cuando
tu voz la nombra.
Y
yo también me empiezo
y
me termino en ti.
Atrás
quedan las vidas que he llevado:
la
que sufría el cuerpo, silencioso,
rodeado
de sombras y mercurio;
y
la que imaginaba de tu mano.
Allá
donde otros temen jaurías de cristales en el suelo,
y
se vuelven, confusos, al cráter donde entierran
[ilusión y deseos,
tú
has encendido antorchas y has seguido avanzando.
Pero
nada es sencillo.
Cuántas
lágrimas dejas horadando la tierra
[a tus espaldas.
Llego
hasta ti contando las campanas de sal
[que lentamente lloras.
Es
tu cuerpo una gota
que
tiembla y yo recojo entre mis brazos
[de metal y de lana.
Resiste
un poco más. Ya queda menos
para
que los océanos se cierren y las nubes emerjan
[de su cárcel de agua.
Si
tu amor es posible, si el prodigio
de
tu cuerpo en la noche bajo el mío
es
una realidad que nos envuelve,
no
dudes de que siempre mantendremos
la
aurora en la mirada al contemplarnos,
la
hoguera de un futuro compartido.
Igual
que las raíces, tú me arraigas.
Ya
no temo la vida
porque
sé que eres cierta.
(De mi poemario Helio, publicado en 2014 por La garúa)
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