miércoles, 5 de junio de 2019

Donde siempre es medianoche

Donde siempre es medianoche, Luis Artigue. Pez de Plata. Colección Narrativa. 291 páginas. Oviedo, 2018.

Donde siempre es medianoche, la última novela del escritor Luis Artigue, no me cabe duda alguna de que haría las delicias de Alfonso de Valdés, secretario de cartas latinas del emperador Carlos V, del escritor satírico Luciano de Samosatta, del filósofo holandés Erasmo de Rotterdam, del novelista Ray Bradbury o del científico Carl Sagan, y a buen seguro que a día de hoy encantará a los amantes de la novela gótica, de la negra, de la distópica, así como de la historia medieval y renacentista. Pero por su potencia ideológica, enamorará, sobre todo, a los lectores críticos con nuestro actual sistema económico, con la tele-realidad que logra inmunizarnos frente a los problemas colectivos, a la ciudadanía sensible a la crisis ecológica y a aquella preocupada por la crisis energética que está a punto de dar un frenazo que nos estampe contra el cristal del coche.

Artigue, como el Bradbury de Fahrenheit 451, vaticina un futuro que ha pasado. Para su delitante novela, saca de la chistera de la Historia los despiadados Autos de Fe, ejecuciones públicas con las que combatir, en esta ocasión, a los miembros de una sociedad secreta anticapitalista; pero es que además echa mano del mítico manual Malleus maleficarum –publicado por los inquisidores alemanes en 1484 para la persecución de brujas y hechiceros– con la intención de legitimar una disparatada caza de individuos revolucionarios y anti-sistema. ¿Y a qué se debe tanta violencia estatal, se preguntarán ustedes? Al enigma que envuelve a la ciudad toscana de Silenza (Silencio), envuelta en una noche perpetua; misterio que investiga un narrador genial (hiperactivo e hipocondríaco), un chistoso Cicerone que nos guía, a golpe de fotos, por las callejuelas, castillos, basílicas y catedrales que ocultan los más sórdidos secretos, al que llaman en el gremio periodístico: el Sabueso Informativo. Sobre él descansa la responsabilidad de descubrir si ese Reino de las Sombras es fruto de “un trastorno climático, astrofísico o bíblico”. 

Y es aquí, precisamente, donde Artigue se luce actualizando las denuncias de una espléndida obra renacentista: El diálogo de las cosas acaecidas en Roma, de Alfonso de Valdés. Si el secretario imperial justificaba el saqueo de la ciudad santa (perpetrado por los tercios españoles en 1527) como consecuencia de su corrupción moral (no en vano, se había convertido en una “gigantesca máquina financiera”, Ana Vian dixit), Artigue baraja la misma hipótesis para la crisis civilizatoria de la que habla en su libro (“este mundo en crisis también está adorando con adherencias místicas a su dios: un dios economicista, neoliberal, ultracapitalista partidario de las privatizaciones, de la reforma laboral semiesclavizante…Sí, adoran a los dioses de Wall Street, del Banco del Vaticano…”) y cuyo resultado son los delitos sin cuento que transcurren de noche. ¿Serán la violencia y al caos un anticipo del Apocalipsis, como denunciaba Lactancio en la obrita valdesiana? ¿Será la noche un símbolo de nuestra ceguera política, del apagón energético que nos está esperando, de la soberbia y vanagloria que enturbia los corazones del supuesto homo sapiens, o de esa noche oscura del alma que precede a la luz (el regreso a la espiritualidad), tras conocerse, purgarse y enmendarse?

Como quiera que sea, se ve que Luis Artigue se lo ha pasado de maravilla escribiendo su libro. No sin concesiones a la novela juvenil (se trata, además, de una edición bellamente ilustrada), el escritor leonés sumerge a su fotoperiodista en un infierno poblado por personajes a menudo caricaturescos: científicos, catedráticos, alcaides de castillos, celadores de manicomios, comisarios, líderes religiosos tecnoevangelistas y una mujer fatal que es una incógnita.

Donde siempre es medianoche es una novela divertida, crítica, inteligente y trepidante. Mientras célebres editoriales propulsan obras insulsas de sobremesa, Pez de Plata ha publicado una novela maravillosa, auto-reflexiva (el propio libro sirve de terapia a su protagonista, asesorado a su vez por su psicólogo, que le corrige el manuscrito y afea su estética algo gore), en diálogo con dos ricas tradiciones literarias: la culta y la popular.
 
Luis Artigue ha sido nominado por este libro al Premio Ignotus. Desde aquí le deseamos la mejor de las suertes.


Esta reseña ha sido publicada en la revista digital Oculta Lit. Podéis leer el artículo AQUÍ


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