martes, 19 de septiembre de 2017

Limbo

Limbo, Melania G. Mazzucco. Premio Elsa Morante. Traducción de Xavier González Rovira. Anagrama. 2014. 496 páginas. 22,90 euros.


En octubre de 2010 murieron cuatro soldados italianos en una emboscada en el valle de Gulistan, provincia de Farah. Los cinco militares iban a bordo de un Lince, que saltó por los aires. Su blindado formaba parte de un convoy que realizaba una misión de escolta a camiones civiles. Pertenecían al 7º regimiento Alpino (tropas de montaña). Sobrevivió un soldado, que quedó en estado muy grave. Aquel atentado conmocionó a Italia. Se alzaron voces críticas contra la presencia de su ejército en Afganistán. Que yo sepa, ha inspirado dos novelas extraordinarias a otros tantos escritores del país comunitario: El cuerpo humano, de Paolo Giordano; y Limbo, de Melania G. Mazzucco. Amba fueron publicadas en 2012.

El narrador turinés divide su obra en dos partes. “Experiencias en el desierto” aborda las pequeñas misiones y tareas encomendadas a los soldados (adiestramiento de la policía afgana, construcción de una lavandería, prácticas de tiro, limpieza de la base), nos relata los problemas y peligros a los que deben hacer frente (ataques, tormentas de arena, intoxicaciones…) y nos presenta a unos personajes creíbles, muy bien caracterizados. El miedo, la culpa, los nervios o el insomnio son algunos de los sentimientos y de las reacciones físicas que los reclutan y los oficiales padecen a diario. Entre ellos destaca el teniente Egitto –hombre al que sus compañeros consideran equilibrado y meticuloso, pero que en realidad oculta con antidepresivos un hondo desarraigo familiar–, cuyo relato autobiográfico supone una de las cimas de la novela. Además, a través de conversaciones de chat y del intercambio de e-mails, tenemos acceso a la interioridad de otros personajes y a su modo de encarar, en la distancia, sus relaciones íntimas. 
En esa convivencia, los soldados –con independencia de su graduación– se despojan de su pudor y asumen como propio el cuerpo ajeno. La desnudez, el deporte, la obsesión por el sexo y la disentería los convierte en un cuerpo indisoluble. La segunda parte del libro, “El valle de las rosas”, relata la misión de escolta que el contingente militar realiza fuera de la burbuja de seguridad de la base. La introspección psicológica y las pequeñas aventuras que forman parte de la vida ordinaria de un soldado ceden paso a un angustioso episodio de narrativa bélica, de terribles y graves consecuencias para la tropa.

La narradora romana mezcla en Limbo la emboscada que tuvo lugar en 2010 con los atentados suicidas que venían sufriendo las tropas italianas desde 2009 (desde 2003 si llevamos el escenario en Irak). Así, tenemos en el libro dos ataques distintos, y una superviviente, pero no de la columna de blindados que cruzaban el desierto, sino del atentado que tuvo lugar en una base aliada.

Limbo es una novela magnífica que alterna dos tiempos. El presente, en tercera persona, donde la mariscal Manuel Paris regresa a su pueblo para recuperarse de las heridas –físicas y emocionales– que le produjo el atentado; y el pasado, narrado por la propia protagonista a petición de su psiquiatra militar con el fin de que encar sus traumas y sanarse. Si la línea Live sigue el orden cronológico de un año; la segunda trama, Homework, supone un extenso flashback aleatorio, donde la comandante relata en desorden sus recuerdos (llegada a Afganistán, infancia, misiones, retrato de los compañeros caídos, oposiciones para entrar en la academia de Módena…), según lo necesita o va adquiriendo fuerza para hacerlo (el atentado, de hecho, no lo cuenta ella, sino la narradora).

Ambas líneas se complementan para caracterizar a Manuela Paris, para hacernos creíble el personaje, para comprenderlo. Si el atractivo de los homework descansa en las portentosas descripciones de Afganistán, o en el relato del periplo que recorrió la joven estudiante de turismo hasta lograr su sueño de ingresar en la brigada alpina; no menos interesantes son las secciones live, donde la narradora ancla al personaje en su contexto familiar, en su vida privada (aquí Mazzucco introduce un gancho sentimental que seduce a los lectores: el romance que mantienen Paris y Mattia, un hombre sin pasado que vive en el hotel frente a su casa, y cuya biografía se conoce al final, gracias a unas cartas).

Melania G. Mazzucco retoma en su novela motivos que la caracterizan: el destino aciago que zarandea a los protagonistas, el futuro abolido, personajes tensados hasta el límite de su capacidad de resistencia, la fuerza de los personajes femeninos, la defensa de ideales, la larga –e injusta– espera del regreso de la vida a su cauce (de ahí el tútulo de la obra, Limbo), el amor hacia la arquitectura italiana, o el sentimiento de rechazo que sienten aquellos que no encajan dentro de un sistema (no apto es un sintagma recurrente en sus libros). Además, como decía, simultanea tiempos, desordena la cronología, niega constantemente las expectativas de los lectores, contrapone miradas y abre planos.

Su lectura es una delicia. La traducción, muy buena. Lógicamente, en un libro de 500 páginas hay pasajes menos logrados que otros, de lectura más árida, pero Limbo tiene la virtud de llevarnos a Farah y Ladíspoli merced a su estilo minucioso, a una prosa atenta a los detalles, y a un excelente trabajo de documentación.    



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