jueves, 1 de junio de 2017

Los ritmos rojos del siglo en que nací. Un cuento triste

Los ritmos rojos del siglo en que nací. Un cuento triste, Jesús Munárriz. Hiperión. 2017. 67 páginas. 10 euros.

Todo el mundo conoce al Jesús Munárriz (1940) editor y traductor. Hay un consenso unánime entre lectores y especialistas para reconocer la extraordinaria tarea, en pos de la difusión de la poesía española y extranjera, de Ediciones Hiperión. El catálogo del sello es espectacular, desde aquella primera traducción del Hiperión de Hölderlin, a cargo del propio Munárriz. El premio de la casa es, quizás –con permiso de Adonáis–, el más importante de cuantos se convocan anualmente para descubrir a los nuevos talentos de nuestra lírica. Por todo ello, la editorial que fundaran Jesús Munárriz y Maite Merodio allá por 1975 recibió en 2004 el Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural. Más de mil títulos lo avalan. Pero resulta que Munárriz, además de lo expuesto, es uno de los poetas destacados de su promoción. De hecho, en 1994 ya aparecía su nombre en el libro de Anaya de COU (preparado por Vicente Tusón y Fernando Lázaro) bajo el membrete “Poesía desde 1970”. Por aquel entonces, sólo había publicado seis libros de poemas. Y no obstante, ya tenía su hueco dentro del canon. Poeta tardío, daría a la imprenta su primera obra, Viajes y estancias. De aquel amor me quedan estos versos, con treinta y cinco años. Con un par de libros publicados en la treintena, otro par en la cuarentena, y un trío en la década siguiente, su eclosión creativa tendría lugar cumplidos los sesenta, editando nada menos que once poemarios entre el 2000 y el 2009. A sus setenta años, el poeta vasco no sólo sigue en activo (entregando tres nuevas colecciones), sino que está demostrando una altura de miras y un compromiso político (ciudadano) que ya lo quisieran los autores bisoños. Los poetas somos buzos preparados para sumergirnos a distintas profundidades, por eso no es de extrañar que la obra de Jesús Munárriz concilie el tono amoroso con el satírico o el social. Cada tema cuenta, todos son necesarios. 
Su última entrega, Los ritmos rojos del siglo en que nací. Un cuento triste, no podría ser más actual. Y no me refiero a que su fecha de publicación coincida con el primer centenario de la Revolución Rusa. Me refiero a que las dudas que plantea el libro son oportunas hoy, en un momento histórico en que el socialismo europeo ha perdido su norte, y los nuevos partidos de izquierdas (integrados por facciones filocomunistas: Unidos Podemos, Syriza o el Partido de Izquierda en Francia) no terminan de convencer ni de encontrar su espacio. El libro nos presenta a un sujeto lírico preocupado por el futuro del mundo, una voz curtida que conoce la Historia y teme que pueda repetirse en el futuro. Este temor, por supuesto, no es explícito. Munárriz conoce su oficio. Se ha entrenado con los mejores púgiles del verso. Deja que sea el lector quien establezca las conexiones adecuadas entre el cuento que nos relata y el porvenir hacia el que avanzamos, si no viramos el rumbo –que no parece–. Cuando ves que tus desvelos y luchas de juventud por conseguir una democracia pueden caer en saco roto dos generaciones más tarde, no queda otro remedio que quejarse, que tratar de abrir los ojos a quienes no perciben el peligro por ningún lado: “deseo que no ocurra/lo que puede ocurrir y a todos amenaza”. Y de eso va el libro. Munárriz, a sus setenta y tres años, nos cuenta un cuento. Conocedor de la obra de León Felipe y de Victoriano Crémer, su relato no pretende disfrazar las taras del mundo ni edulcorarnos la vida. Al contrario, nos muestra nuestra historia más letal: la lucha de clases que asoló al siglo XX, el auge de los totalitarismos, la II Guerra Mundial, la guerra fría. 
Valiéndose de recursos sencillos (dicotomías cargadas de connotaciones semánticas: “explotadores”-“proletariado”/ “paraíso”-“apocalipsis”; símbolos: “relámpago”, “trueno” que connotan la fuerza de la revolución rusa;  enumeraciones: “fascismo, salazarismo, franquismo”; paralelismos: “se animaron los pobres, se asustaron los ricos”), Munárriz sintetiza en 700 versos la historia del fracaso de una humanidad que “vislumbró el paraíso/pero no fue capaz de conservarlo”. Entre las posibles causas: la ambición y el egoísmo. No obstante lo comentado, Los ritmos rojos del siglo en que nací. Un cuento triste, es algo más que un resumen por motivo del centenario de la revolución de los humildes por cambiar un sistema opresor. El último tramo del libro nos recuerda que “siguen gozando los provilegiados,/ siguen sufriendo los desposeídos”. 
La globalización (el trabajo barato, la deslocalización, el mercado internacional, el ecocidio –Jorge Riechmann dixit–) acentúa esta brecha social más aun si cabe. El riesgo de que nuevas revoluciones sean sofocadas con violencia existe. 
Pero no todo está perdido. Estos tiempos, “pueden ser un final,/pueden ser un principio”. Depende de nosotros. De nuestras decisiones colectivas. De lo que prioricemos (¿el consumo o el reparto?, ¿el individualismo o la solidaridad? ¿lo privado o lo público?). Jesús Munárriz se suma a las voces –imprescindibles– que llaman al cambio y alertan de las amenazas que nos acechan (Jorge Riechmann, Emilio Bueso, Ismael M. Biurrun, Antonio Turiel, Jorge Posada, Roberto de Paz o una que les escribe desde las páginas de su rompehielos).  “Sigue rodando el mundo, y los humanos/siguen sin aprender a disfrutarlo/en paz”. Y, tú, lector, que dices. ¿lo lograremos?   



          

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