Arañas de Marte, Guillem López. Valdemar. 2017. 256 páginas. 13,20
euros.
A un libro le pedimos muchas cosas: que nos entretenga,
que nos haga pensar, que nos enfrente a nuestros miedos, que nos sacuda, que
nos deleite por su estética, que nos acompañe, que nos alerte, que nos
consuele, que nos rete. La última novela de narrador valenciano Guillem López
(1975), Arañas de Marte (Valdemar), cumple dichos requisitos. Casi nada. El argumento es
este: coincidiendo con el primer aniversario de la muerte de Joan, su hijo,
Hanne sufre una crisis nerviosa a la que nosotros, los lectores, asistimos en
tiempo real. La novela transcurre dentro de su mente. Un cerebro alterado por
la tragedia. A partir de ese instante, del modo que la protagonista pierde pie
sobre el concepto certeza, nosotros también. Su depresión la lleva a confundir
recuerdos e invenciones, a dar por real la fantasía, a presagiar el pasado, a
construir diferentes versiones de los hechos vividos por ella, el niño y Arnau,
su esposo. López, en el fondo, dialoga con su libro con la amplia tradición
literaria/cinematográfica que aborda el asunto del contraste entre la
apariencia y la realidad (desde Calderón de la Barca, pasando por Unamuno,
Philip K. Dick o las hermanas Wachowski). Por otro lado, el narrador se dirige
al lector explícito, a lo largo de la obra, para compartir con él sus
comentarios sobre varias parejas de binomios: cordura-enfermedad,
realidad-ficción, seguridad-incertidumbre. Algunos son muy buenos: “Quizás un
lunes por la mañana la realidad se trace con tiralíneas: despertador, café,
ascensor, atasco, trabajo…y así siempre, cada día. Aunque en otra parte –porque
siempre ocurre en otra parte–, la vida da un traspiés y todo se va a la mierda.
Entonces, descubrimos que no somos más que un equilibrista chino que gira
platos sobre varas y corre de una parte a otra del escenario. Si cae uno, caen
todos” (p. 46).
Arañas de Marte, es una gran novela para recordarnos que hay un peligro
–invisible, aleatorio– que siempre nos acecha: la enfermedad mental. ¿Qué puede
horrorizarnos más que asistir a la pérdida de identidad de un ser querido, que
saber que toda nuestra vida compartida ha dejado de tener un espejo donde
mirarse? No reconocerte en lo que quedas, o peor, ser consciente de que has
dejado de ser quien fuiste, es la mayor historia de terror que uno pueda
imaginarse. Guillem López ha escrito un libro muy bueno, laberíntico,
contradictorio, lleno de vueltas de tuerca. Altamente recomendable.
Esta re seña ha sido publicada por La Tormenta en un Vaso.
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