martes, 29 de marzo de 2016

Rosario Castellanos



Una de las escritoras que más influyeron en mis comienzos literarios (la cito en Napalm) fue la poeta mexicana Rosario Castellanos. La descubrí en la universidad, como al salvadoreño Roque Dalton, otro de los autores hispanoamericanos por los que siento predilección desde entonces. De Rosario me fascinó su empuje, su nervio lírico, su garra; a la vez que asumí, a la estela de su ejemplo, un compromiso por visibilizar a la mujer en mi creación poética. Esto parece de Pero Grullo, pero no lo es. En mis poemas marco el género, lo explicito; así como abordo temas y motivos que sólo pueden explicarse desde la óptica femenina. Esa veta recorre mis libros desde Construyéndome en ti (1997) hasta el poemario que ultimo ahora. En ocasiones hablo desde mi experiencia personal como mujer nacida en unas circunstancias sociales concretas. De ahí la reivindicación en mis poemas de la homosexualidad como forma legítima de amor. Hoy en día, por fortuna, vivimos en una España moderna que reconoce legalmente el matrimonio igualitario, pero aún hay rescoldos de intolerancia e intransigencia que hay que combatir, entre otras trincheras, desde la literaria. Pero además, en otras ocasiones he asumido otras voces, otras perspectivas (de mujeres heterosexuales, casadas) para hablar de temas comunes a todas nosotras: la violencia doméstica, o la (in)seguridad en una misma para poner fin a una relación peligrosa e insana. Estos motivos los trato en Napalm (Hiperión, 2001) y en Apátrida (Hiperión, 2005). En otras ocasiones, y asumiendo también un enfoque heterosexual, me he adentrado en asuntos que atañen por igual a mujeres y hombres, como son el desgaste amoroso, la pérdida de pasión o la infidelidad (Helio, La Garúa, 2014). Pues bien, una de las causas de este compromiso con las mujeres y, en definitiva, con la sociedad de mi tiempo, es la obra de Rosario Castellanos, a la que rindo homenje recuperando uno de sus poemas. Y no quiero acabar esta pequeña reflexión sin citar las palabras de otro excelente poeta mexicano, Octavio Paz, a propósito del vínculo indiscutible entre la/el artista y su contexto: "ignorar la relación entre sociedad y poesía sería un error tan grave como ignorar la relación entre la vida del escritor y su obra".

 
No, no es la solución
tirarse bajo un tren como la Ana de Tolstoy
ni apurar el arsénico de Madame Bovary
ni aguardar en los páramos de Ávila la visita
del ángel con venablo
antes de liarse el manto a la cabeza
y comenzar a actuar.
Ni concluir las leyes geométricas, contando
las vigas de la celda de castigo
como lo hizo Sor Juana. No es la solución
escribir, mientras llegan las visitas,
en la sala de estar de la familia Austen
ni encerrarse en el ático
de alguna residencia de la Nueva Inglaterra
y soñar, con la Biblia de los Dickinson,
debajo de una almohada de soltera.

Debe haber otro modo que no se llame Safo
ni Mesalina ni María Egipciaca
ni Magdalena ni Clemencia Isaura.

Otro modo de ser humano y libre.

Otro modo de ser.
 

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