El pasado 15 de marzo se cumplió el primer centenario del nacimiento de uno de nuestros más emblemáticos poetas de la segunda mitad del siglo XX: Blas de Otero. Recuerdo que leí de adolescente Expresión y reunión (Alianza, 1981), en la biblioteca de la esposa de mi padre, y que me causó honda impresión el prólogo de su compañera, Sabina de la Cruz. Otero fue mi guía durante la primera etapa de mi creación poética, junto a Miguel Hernández y Claudio Rodríguez. Tan interiorizado lo tenía, que en COU pedí permiso a mi profesor de literatura, Paco Muñoz Marquina, para saltarme la clase en la que explicó su obra, y marcharme a la biblioteca a leer a mi nuevo autor de cabecera: Vicente Aleixandre. En selectividad me cayó un soneto suyo, y saqué un 9,30 en el comentario de texto.
Quiero honrar su memoria con uno de sus poemas: "Crecida", una obra de actualidad, no ya sólo por el atentado reciente en Bruselas, sino porque nuestros representantes europeos no hacen lo que debieran por frenar la guerra en Siria, porque con nuestra vergonzosa política exterior somos cómplices del sufrimiento de miles de inocentes a los que hemos cerrado las puertas, que malviven en campos de refugiados italianos, griegos o macedonios, sin esperanza y sin porvenir.
Este poema podría estar en boca de cualquiera de ellos.
Crecida
Con la sangre hasta la cintura, algunas veces
con la
sangre hasta el borde de la boca,
voy
avanzando
lentamente,
con la sangre hasta el borde de los labios
algunas
veces,
voy
avanzando
sobre este viejo suelo, sobre
la
tierra hundida en sangre,
voy
avanzando
lentamente, hundiendo los brazos
en
sangre,
algunas
veces
tragando sangre,
voy
sobre Europa
como en
la proa de un barco desmantelado
que hace
sangre,
voy
mirando,
algunas veces,
al cielo
bajo,
que
refleja
la luz
de la sangre roja derramada,
avanzo
muy
penosamente,
hundidos los brazos en espesa
sangre,
es
como una
esperma roja represada,
mis pies
pisan
sangre de hombres vivos
muertos,
cortados
de repente, heridos súbitos,
niños
con el
pequeño corazón volcado, voy
sumido
en sangre
salida,
algunas
veces
sube
hasta los ojos y no me deja ver,
no
veo más
que sangre,
siempre
sangre,
sobre
Europa no hay más que
sangre.
Traigo
una rosa en sangre entre las manos
ensangrentadas.
Porque es que no hay más
que
sangre,
y una
horrorosa sed
dando
gritos en medio de la sangre.
(De Ángel fieramente humano, 1950)
Me ha gustado el poema que has elegido, muy a propósito, y las palabras introductorias.
ResponderEliminarMuchas gracias, Guillermo, por tu comentario. Saludos.
ResponderEliminarElectrizante y conmovedor, lo primero por su forma y lo segundo por su fondo. Yo también lo conocí, al autor, en clase de literatura en el instituto, junto a otros como Gabriel Celaya.
ResponderEliminarUn saludo
Gracias por tu comentario, David. Otero es un poeta que, pese al paso del tiempo, sigue siendo de plena actualidad. Yo descrubrí después, cuando preparé mi edición de la poesía del 39 al 75, al tercer miembro de aquel "triunvirato vasco": Ángela Figuera. Excelente poeta a la que también he reivindicado en el blog, en entradas previas. Igual podría gustarte. Desde luego, es de lo mejor de nuestra poesía social.
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