Un
minuto antes de la oscuridad, Ismael Martínez Biurrun. Fantascy. 2014. 320 páginas.
16,90 euros.
Uno de los géneros narrativos en moda, por la crisis, es
el distópico,
cuya fin es pintar un futuro donde la humanidad ha fracasado en su intento de
conseguir una sociedad justa y libre para todos. Los géneros son construcciones
culturales y agrupan a las obras en función de una serie de convenciones, pero
dentro de cada uno podemos encontrar elementos distintivos que permiten
divisiones internas. Así, por ejemplo, dentro de la distopía caben novelas
localizadas en un estado totalitario que suprime la voluntad humana (1984,
Un mundo feliz),
o que se desarrollan bajo una dictadura pero incitan a la revolución contra ese
orden (Fahrenheit 451, Los Juegos del Hambre, El hombre que gritó “La
Tierra es plana”),
o aquellas otras que acontecen en pleno colapso energético y civilizatorio y
nos hablan de nuevos modelos de agrupaciones humanas que garanticen la
supervivencia. A este último grupo pertenecen Cenital (Emilio Bueso. Salto de Página. 2013) y Un
minuto antes de la oscuridad (Ismael Martínez Biurrun. Fantascy. 2014). Cenital describe un mundo en ruinas donde
los humanos, como el Ave Fénix, tratan de resucitar de entre las cenizas. Obra
coral y miscelánea, más que narrar una historia en un marco plausible, nos
retrata los distintos tipos que han sobrevivido a la caída de Occidente. Y lo
hace sin profundizar en ellos, a vuela pluma, desde un plano aéreo, lo mismo
que Luis Vélez de Guevara se propuso en el siglo XVII con su Diablo Cojuelo. Se trata de un libro que habría
de ser de lectura obligada en el Bachillerato, si bien de novela al uso tiene
bastante poco; ni falta que le hace. Bueso alerta con ensayos, argumentaciones y un pequeño
relato distópico de la debacle que se avecina si no cambiamos de modelo económico
y frenamos el consumo energético.
En Un minuto antes de la oscuridad, Ismael Martínez Biurrun coloca a los lectores justo
antes, en un Madrid que, no pudiendo garantizar a todo el pueblo seguridad,
educación y sanidad, levanta un muro entorno a la M30. En esta distopía no es
la renta la que selecciona a los ciudadanos que habrán de sobrevivir, sino su
domicilio. Biurrun construye una historia compleja, entretenida, violenta y llena de
giros imprevistos con un estilo soberbio. Sin duda alguna, es uno de los
mejores escritores de la actualidad. Ahí tienen pruebas: “Sole lo acusaba de
vivir dentro de una armadura medieval, mirando al mundo a través de la estrecha
rendija de sus obsesiones, incapaz de realizar otro movimiento que no fuera
hacia delante”. El protagonista de la obra es Ciro, un profesor universitario
de Historia Moderna que ni cobra ni tiene alumnos, por lo que colabora en la
cocina de la universidad, de donde roba alimentos para llevar a su esposa y a
su hijo. Hombre confiado, de naturaleza tranquila y cobarde, aún cree en el
sistema. En las asambleas vecinales de su distrito –un barrio rico de la
periferia de Madrid, al otro lado de la M30– es famosa su defensa de las
reclamaciones al ayuntamiento para exigir la restitución de los servicios básicos
(recogida de basuras, transporte público…), muy consciente de que “en el
momento en que dejemos de exigir nuestros derechos como ciudadanos dejaremos de
ser considerados ciudadanos”. Esta actitud quijotesca en una periferia asediada
por grupos armados, le aleja de su esposa y amigos, que poco a poco emigran
hacia los primeros refugios que se abren fuera de la capital. La decapitación
del decano y el descubrimiento en clase de una alumna asiática se convertirán
en los acicates de su lenta e inexorable transformación. Un minuto antes
de la oscuridad combina
distopía y thriller para reflexionar sobre conceptos como la ilusión de
normalidad, la
regulación de prácticas de exclusión social, la adaptación al medio, la anulación
del sentido crítico, la paternidad o la pareja. Uno de los ejes sobre los que
recae la tensión del libro (además del erótico y de la intriga criminal) es la
amenaza que pende sobre la cabeza de los protagonistas, cuyas vidas se
encuentran a diario en peligro. Ismael Martínez Biurrun introduce en la cubeta de su
libro gotas de terror y violencia como nunca hasta ahora. La banda criminal que
hostiga a los vecinos de los barrios residenciales de Madrid es hija del
empobrecimiento paulatino de la población, de la lucha por los recursos; pero
no lo es menos del desánimo y de la tristeza. En el futuro que describe Ismael la alegría ha dejado de existir.
Verdugos y víctimas comparten una falta de proyecto, de fuerza y de energía que
los hunde en un pozo irracional. Tristeza. Una palabra. Un sentimiento del que
no se habla en el libro, aunque lo define todo. Tristeza por la falta de
servicios, por la pérdida del lustre de las calles, por el envejecimiento de
los barrios. Tristeza que paraliza los ánimos, distancia a las familias y
embrutece las almas. Tristeza. Una emoción que hay que combatir. De lo
contrario, quién sabe, puede que un día se cumpla la pesadilla de Ismael. Por eso, no dejen un resquicio
al pesimismo, ni levanten un muro antes de tiempo. Un minuto antes de la
oscuridad,
de lectura amena y fluida, llevará al lector –sin concesiones ni descansos– a
un desenlace original y demoledor. Avisados están. No se lo pierdan.
Esta reseña ha sido publicada por La tormenta en un vaso, la teneís aquí.
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