En la vida hay cosas importantes, y otras menos
importantes. Por un lado estás tú –el Tú del diálogo soberano–, y por el otro
las menos importantes.
Lo que vale en la vida, lo único que da sentido y
valor a ésta, es el amor. Si hay amor, todo lo demás se dará por añadidura; y
si falla el amor todo lo demás se desmorona, se descompone, se desvanece. Como
decía Claudio Rodríguez en Casi una leyenda: “¡Si es el amor sin dueño, si
es nuestra creación:/ el misterio que salva y la vida que vive!”
Enamorarse es volar (con todos los riesgos y
desmesuras que ello comporta, y si no que se lo pregunten al enamorado Ícaro,
por no mencionar a otros ilustres aviadores); amar es no dejar caer. Esto
último exige menos fuego, pero mucho más músculo y constancia. Es la verdadera
prueba.
Eros, con todos sus fulgores suntuosos, puede
también encerrarnos en un egoísmo compartido. Pero como nos enseñó Emmanuel
Levinas –desde detrás de las alambradas de un campo de concentración–, Eros se
vuelve amor en el sufrimiento por el sufrimiento del otro.
Recordó (trajo de nuevo al corazón) Juan de Yepes:
“a la noche, seréis examinados en el amor”. No examinados por los libros
publicados, ni por las ciudades conquistadas, ni por las amantes satisfechas,
ni por las elecciones ganadas, ni por las toneladas de acero o cemento
producidas, sino examinados en el amor. Esa noche no es la de ningún hipotético
e indemostrable Juicio Final, sino la cotidianidad vespertina de cada uno de
nuestros días; y ese examen es el único que cuenta de verdad. (Las mujeres, ya
por delante de los varones en méritos académicos en un país como el nuestro,
también obtienen mejores notas en este examen.)
Ariadna aprende, desaprende y vuelve a aprender en
estos poemas. La acompañaremos en su recorrido ígneo –y también en su laboriosa
construcción.
Jorge Riechmann
Recordad que presento Helio el próximo 8 de mayo en la Casa del Libro (calle Fuencarral, 119. Metro Bilbao), a las 19:00. Me presenta el poeta Javier Díaz Gil
No hay comentarios:
Publicar un comentario