Sé. Itinerario de una
despedida. Norberto García Hernanz.
Traducción al catalán José Luis García Herrera. Madrid, Devenir, 2019. 105
páginas.
Morir es sumergirse en una
oscuridad interminable. Nadie conoce la fecha de su fin. Pero sí sabemos que a
todos nos llega, antes o después. De que la vida pasa rápido nos advierten los
poetas desde el siglo I antes de Cristo. A Virgilio debemos el tópico latino
del tempus fugit. De su paso sigiloso y
traicionero nos previene Manrique en su inmortal elegía, cuando escribe: “cómo
se viene la muerte/tan callando”. Si en la poesía cancioneril y en la lírica
áurea encontramos innumerables composiciones panegíricas dedicadas a amigos y
familiares que han perdido la vida, lo cierto es que no abundan en los
proyectos literarios que se publican hoy. Vivimos en una sociedad hedonista en
exceso, que se cree inmortal gracias a sus avances científicos; en una sociedad
pagada de sí misma que oculta la enfermedad, el envejecimiento o la muerte tras
los cristales de los grandes almacenes y de las pantallas de plasma. Por eso,
cuando leo un libro elegiaco, más que una curiosidad sé que sostengo entre las
manos un corazón valiente que late en el sentido inverso a las agujas del
reloj. Pienso en obras como Desalojos, de Miriam Reyes; El don de la batalla, de María Luisa Mora Alameda; o en el volumen Sé.
Itinerarios de una despedida, de Norberto
García Hernanz. El libro es una pequeña boya en el mar, una “página breve de
afecto” dedicada a la madre, y que nos alerta sobre la inexorabilidad del fin.
Me gusta el poema Ángel exterminador: “Cuando acaba,/se tiñe de blanco las alas manchadas de sangre/y repasa
la lista siguiente,/repleta de nombres”. Norberto, lejos de inventar un
imaginario para evocar la muerte, la nombra por medio de una simbología
reconocible (la Nada, la noche, las sombras) y de alusiones tradicionales de
cuño cristiano o heleno (ángeles, barqueros, rayos destructores). Con un verso
claro, de tono coloquial, Norberto connota una pesadumbre que llega a
emocionarnos (“…nada quedó por decir/en el desvanecerse, poco a poco tu firme
palabra./Eso es lo bueno./Lo malo es que te fuiste y no hay camino de regreso”,
p.29), una nostalgia por la cotidianeidad perdida que conmueve (“todos los
inviernos que me quedan/serán más fríos y nevados/sin el abrigo amoroso/de tu
medio punto inglés”, p. 67). Sé. Itinerario de una despedida traza un viaje de regreso desde el hospital donde la
madre sucumbe hasta la eterna altura de su infancia, en la Costa Brava (de ahí
que la edición sea bilingüe catalán-castellano); en un intento por conseguir
que el cronómetro vuelva a ponerse a cero, como si el poeta tuviese en su mano,
por sortilegio, el control del tiempo. La obra se cierra con una contundente
invitación al goce del instante: “Todos los amaneceres/son ocasiones de
celebrar lo efímero” (p. 73).
Esta reseña fue publicada por Culturamas el 30/08/2019. AQUÍ.
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