sábado, 1 de diciembre de 2018

Poemas de Ciudad sumergida




 
                  I



Sois la vida que empieza, un mundo en expansión.
Acogéis en un cuerpo diminuto, creciente,
el amor desbordado de unas madres arqueras
que sueñan con vosotros donde quieran que estén:
bajo la pirotecnia de auroras boreales,
en la selva tomada por monos y mosquitos,
sobre guijarros negros de una playa remota,
entre puestos de frutas en medio de la calle.
Por eso es necesario que os agarréis al vientre
de esa madre que os canta cada día en la ducha.
Es su fuerte latido el que escucháis ahora
en la noche templada que os arropa y envuelve.
Escuchad ese arrullo de manantial caliente.
Os habla un corazón que no conoce el miedo,
que exilia a la pereza, que bombea bondad.
Yo os pienso a cada instante. Estáis conmigo, aquí.
Y de la misma forma, os acompaño siempre.
Lo sabréis con el tiempo. Cómo podré explicarlo:
cuando escuchéis un verso y sonriais a oscuras,
cuando os alumbre el pecho un diamante macizo.
Soy la imagen que un día veréis en un espejo.






               II




Ha llegado el otoño con su frío cambiante
y una alfombra de hojas despeina las aceras.
Caminamos del brazo por crujidos de ámbar
pero apenas miramos la desnudez del árbol,
las pulpas sobre el suelo o las pieles polares.
Nuestros ojos no enfocan la realidad del resto,
son arpones de luz que descienden al fondo
de las constelaciones para que no estéis solos,
para daros vigor en la vida que empieza.
Retumba en la galaxia donde flotáis dormidos
la canción muscular que os acuna en la noche.
Por su ritmo constante adquiriréis muy pronto
una nueva firmeza bajo el espacio líquido.
Nos alegra pensar que al fin habéis venido
al bosque de planetas que con pacientes dedos
colgamos en la cumbre de la ilusión más pura.
Abrid los ojos, ved: las vitrinas de estrellas
os alumbran el surco que conduce a nosotras.
Tras el último giro os aguardan dos madres
que no se cansan nunca de nombraros y hablaros;
que han encendido un fuego, con abundante leña,
que os mantenga calientes a este lado del mundo,
y que ahuyente a las bestias en las noches de invierno.


 
 
              III



Sé que os hablo y me oís. Necesito creerlo
en este abismo helado que nos acecha, insomne.
No lo puedo evitar. Late en mí la certeza
de que ya estáis viajando hacia el ser que seréis.
Vuestras células saben el camino que lleva
al destino cifrado que cumpliréis un día.
Una tarde de otoño quizás también sintáis
esta antorcha en el iris de extraña llama azul
que baja las compuertas de castillos dorados.







                IV


Os nombro con palabras pulidas y brillantes
forjadas en mis horas de espera en erupción,
porque no puedo veros; tengo que imaginaros
en la piscina amniótica donde nadáis felices
a muy poco de mí, de mi mano de fiebre.
¿Veis su sombra lunar sobre el polo del cielo:
ese horizonte en calma, ese límite dúctil
que ha de ser el primero que en la vida crucéis?
Os tengo que contar tantas cosas aún,
que me da miedo el alba. Que vuestra vida es vuestra,
que nadie va a vivirla por vosotros,
que os espera un futuro irrepetible
detrás de cada puerta.
Nosotras os pondremos en la ruta.
Pero escuchadme bien:
sólo al principio iremos de la mano,
para que cada día andéis más lejos
y así vayáis ganando en confianza.
Después observaremos desde un pliegue
vuestro avanzar seguro hacia el asombro.
Me gustaría tanto que supiérais
del poderoso imán con que prendéis mi luz.
El fulgor se derrama por mi pecho, a salvo
de la conspiración de los diluvios.



Ciudad sumergida, Hiperión, 2018.


Presentación el jueves 13 de diciembre de 2018, en la librería La Sombra (San Pedro, 20, Madrid). A las 19:30


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