Lenguas de marabú. Poesía
cubana del siglo XXI. Edición de Verónica
Aranda. Polibea. Madrid. 265 páginas. 2018. 10 euros.
La poesía cubana está de moda en
nuestro país. Si en 2015 salía de la imprenta de Hypermedia Ediciones la
antología The cuban team. Los once poetas cubanos, preparada por uno de ellos: Óscar Cruz;
este año ha visto la luz en Madrid el libro Lenguas de marabú. Poesía cubana
del siglo XXI, realizada por la poeta
española Verónica Aranda, auténtico puente cultural entre ambas
orillas del Atlántico. Ambas compilaciones se complementan. La primera recoge
autores nacidos a partir de 1950, desde Soleida Ríos hasta Legna Rodríguez (que
acaba de publicar en Alfaguara la novela Mi novia preferida fue un bulldog
francés). En el prólogo, Cruz se refiere a
su once titular como “una coalición contra la abulia y el gran aburrimiento,
contra las formas precocidas de representación”. La segunda se centra en los
autores más jóvenes, aquellos que comenzaron a publicar con el nuevo milenio.
Coinciden, pues, tan sólo en dos poetas: Jamila Medina Ríos (quien ha publicado
recientemente en la capital su poemario Anémona –Polibea, 2016–) y la ya mencionada Legna Rodríguez.
Aranda, por su parte, nos describe a sus veinticuatro seleccionados como un
grupo de “cierta dureza”, independiente y heterodoxo. Unos y otros se
caracterizan por unos rasgos comunes: experimentación formal (gusto por la
fragmentación, la prosa poética, el versículo, la acumulación neobarroca de
imágenes) y apertura temática (erotismo, feminismo, metalenguaje,
culturalismo). Lenguas de marabú traza
“una pequeña cartografía que da cuenta de la amplitud y variedad de propuestas
estéticas” vigentes tanto en la isla como en la diáspora. Sobresalen los versos
de Luis Yuseff, en diálogo con la tradición poética de la vieja Europa (Celan,
Hölderlin, Ovidio); la desazón de Leymen Pérez: “Cuba, soleada cáscara./ En una
semilla rompiéndose/ por dentro, vivimos”, “Todos los silencios caben en una
piedra”; la reflexión metaliteraria de Michel Trujillo: “La familiaridad está a
dos pasos del olvido/ cuando cesa el lenguaje para tratar las cosas”; el
recuerdo nostálgico de un emigrante, Yosie Crespo: “yo sólo he sido culpable de
perderme en el tiempo/ cuando me adentro en tus calles que recorro/ desde la
memoria/ para que así no desaparezcas”; la fuerza viva de un poeta tremendo,
Idiel García: “tengo que ser más fuerte/ que los lejanos héroes griegos/ para
no correr a la embajada […] porque más importante que la huida/ es encontrarnos
las luces interiores/ para poder estar en paz con uno mismo” (todos sus poemas
antologados son magníficos); el torrente imaginativo de una autora
imprescindible: Jamila Medina;
el costumbrismo crítico de Anisley Miraz: “Yo
sólo he intentado con esfuerzo/ el acto de andar sobre las piedras,/
inventándome plazas sin inspectores ni tur-guías,/ ni forasteros buscando culos
jóvenes y negros”, su reivindicación feminista en el espléndido Cuando
me contemplo en los espejos…; el vitalismo
de Margarita Blanco; la perfección técnica de Legna Rodríguez, de sonetos
sarcásticos; o la elegía moral de Sergio García Zamora (reciente ganador del
Premio Internacional Gabriel Celaya, con Diario del buen recluso). Todos ellos escriben una obra alejada del “rastro
de jalea”, de los “cristales de azúcar”,
de las “cisternas llenas de jarabe” y de los “poemas empalagosos” que
critica en la lírica última mundial el poeta rumano Matei Visniec
(En la mesa con Marx, La Garúa, 2017).
Este elenco de autores cubanos comparte el ideario de León Felipe,
y como él bien podrían decir: “Yo no he venido aquí a hacer dormir a nadie”. En
un contexto de cambio socio-político en la isla caribeña, y de reivindicaciones
globales (visibilización LGTBI, empoderamiento de las mujeres…), estos jóvenes
vates avivan la llamarada que el zamorano encendió en 1942 con Ganarás la
luz: “La poesía de esta hora no ha de ser
música, ni medida, sino fuego”. Así pues, que arda.
Esta reseña ha sido publicada por la revista Oculta Lit.
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