viernes, 2 de marzo de 2018

Tu sangre en mis venas. Poemas al padre

Tu sangre en mis venas. Poemas al padre. Edición de Enrique García-Máiquez. Renacimiento, Sevilla, 2017. 277 pp. 12 €



Enrique García-Máiquez firma una antología en Renacimiento que compila poemas dedicados a la figura del padre. Explica el escritor, en el prólogo, que se ha circunscrito a la producción lírica española e hispanoamericana contemporáneas. Leyendo el índice, una se pregunta si otro criterio de la selección no habrá sido que sólo tenga voz el sexo masculino, como si la figura del padre fuese monopolio de los hijos varones, un coto vedado a la injerencia de las mujeres. No en vano, frente a la torre de los 84 poetas varones que expresan su punto de vista sobre el tema del padre, nos encontramos con la banqueta de las –escasas– 6 autoras femeninas. Como resultado, el discurso familiar, la representación del progenitor, queda en manos de los de siempre: los hombres. Y el modelo que dibujan entre otros se justa a los roles patriarcales y a los esterotipos tradicionales. Estos hijos nos hablan de padres “de alma fuerte, sobria y senequista” (Duque-Amusco), de carácter seguro, orgulloso, seco, severo y a menudo violento; no faltan las escenas de caza, de pesca, en bares y burdeles. Por supuesto, han sido educados para la incomunicaión afectiva, para la represión de sentimientos, y esa distancia, a veces, está simbolizada por el despacho o el estudio donde acometen empresas de mayor calado que el disfrute de sus hijos. Me pregunto qué imagen habría exportado de sus padres la mitad ignorada. Porque, obviamente, no todos los varones del siglo pasado, nuestros padres y abuelos, fueron cortados con la medida del tópico. ¿Habrían hablado las hijas de esos otros modelos alternativos a la ideología dominante?
Vamos a poner un ejemplo paradigmático. Paca Aguirre, en su poemario Los trescientos escalones (1976), nos evoca el apego de un padre hacia su hija –del estrecho vínculo amoroso que comparten– en una escena donde él, pincel en mano, esboza el retrato de la pequeña en un hotel de París, ya en el exilio. La mujer que dialogada con su padre treinta años después del episodio descrito, aún mantiene viva la calidez del trato, la complicidad que los unió en la lejana infancia:

Papá me dice que levante la cara un poco más,
dos o tres pinceladas y termina el retrato […]

Papá, perdimos tantas cosas […]
Y para eso pasaste días enteros
pintando una escalera interminable,
una hermosa escalera rodeada de árboles y árboles,
llena de luz y amor,
una escalera para mí,
una escalera para que pudiese subir,
vivir

Este otro modelo de padre –cercano, accesible, cariñoso–, además, pretende la autonomía de su hija, la quiere libre, autónoma.

Pongamos un segundo ejemplo: Miriam Reyes abre Espejo negro (2001) con un durísimo poema dedicado a un padre hundido, desorientado, vulnerable, que sueña con su tierra y con la juventud perdida:

Luego despierta en un piso alquilado a la ciudad de los huracanes de la miseria
y blasfema y maldice y no tiene amigos.

Escondido en la noche
papá llora por las certezas que lo defraudaron.  


¿Cuántas otras poetas habrán elaborado, en las últimas décadas, un arquetipo distinto al patriarcal? ¿Cuántas lo habrán criticado?
No obstante los reparos mencionados, Tu sangre en mis venas recoge algunos poemas verdaderamente bellos, conmovedores, que se ofrecen a modo de elegía funeral, o de homenaje al padre que aún pervive. Algunos recogen motivos manriqueños: la estimación del plazo de la vida, la reflexión sobre la inexorabilidad de la muerte, o el elogio del fallecido. Otros desarrollan motivos tradicionales de la elegía fúnebre renacentista y barroca. Lo hay que guardan relación con Garcilaso: la idea de que la muerte no daña a quien muere sino a aquellos que le sobreviven, el anhelo de la propia extinción, o el contraste entre las “memorias llenas de alegría” y el dolor actual (precioso La tierra se ha quedado negra y sola, del poeta argentino César Fernández Moreno).
Destaco Algo sobre la muerte del Mayor Sabines (de Jaime Sabines) e In Memoriam J.B. (de Paco Brines), por el tono grave y sentencioso; Coral roto (de Vincent Andrés Estellés), De re rústica (de Aquilino Duque), Noche de los furtivos (de Andrés Trapiello) y Escribir es sembrar (de Pedro Sevilla), por la belleza de sus imágenes y el trabajo con el léxico; Frente a la estatua del poeta Leopoldo Panero (de Juan Luis Panero), por la ironía y la crítica que condena los excesos de un padre violento, alcohólico y promiscuo; Habla a su padre (de Miguel d´Ors) y Don Manuel (de Fernando Ortiz) por el sincero testimonio de quienes evocan las frustraciones y desencuentros vividos en casa; Padre (de José Carlos Llop), por la búsqueda –abocada al fracaso– de un vínculo en la muerte que fue imposble en vida; Oración por mis padres (de Jesús Aguado), por el himno que celebra el milagro de la existencia; Sueño con mi padre (de Amalia Bautista), por el delicado e ingenioso texto dedicado un fantasma; y sobre todo: Care Pater (de Mario Míguez), excelente poema dedicado a un padre enfermo, necesitado de cuidados que asume su hijo, toda una lección moral sobre el sentido de la vida y de la poesía:

…Hay que entregarse.
No es sólo escribir versos ser poeta […]
Que no basta tener conocimiento,
saber qué es la bondad o la nobleza,
que hay que intentar vivirlas, encarnarlas.

Detrás suena, claro, la Epístola moral a Fabio, del capitán Andrés Fernández de Andrada: “Iguala con la vida el pensamiento”.

Ojalá la antología vea en el futuro una segunda edición, y que García-Máiquez equilibre la presencia de mujeres y hombres en sus páginas. Son muchas las voces fememinas que han quedado fuera, y son cada vez más los autores varones que se están replanteando su masculinidad. Quizás sea este un buen momento para una compilación dedicada al padre no se quede en la mera recolección de textos, sino que sirva de reflexión a la sociedad sobre la confrontación de modelos, y sobre la progresiva evolución de un concepto que necesitamos –pensemos en la violencia machista– moderno y democrático.    


Esta reseña ha sido publicada por la revista Oculta Lit. Original, aquí.



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