Mapa
de una ausencia, de Andrea
Bajani. Trad. Carlos Gumper. Siruela, Madrid, 2017. 176 páginas, 16.95 euros.
Hace
una década, el escritor italiano Andrea Bajani (1975) publicó en su país Se
consideri le colpe. Se trataba de
su segunda novela, y con ella cosechó varios premios: Súper Mondello, Recanati
y Brancati. Él mismo relata en una reciente entrevista concedida a El
Cultural que aquel libro le
cambió la vida: “Y no sólo por el éxito y los premios que ha obtenido, sino por
una razón más significativa: fue en estas páginas donde encontré por primera
vez mi propio estilo, es decir, la forma con la que quiero cruzar el mundo a
través de las palabras. Íntima y política al mismo tiempo, con lirismo y
ternura, cinismo e ironía, todo a la vez, y no puede ser de otra manera.” La
obra ha sido publicada por Siruela con el espléndido título Mapa de una
ausencia. Con una prosa clara y
en apenas 170 páginas, Bajani nos cuenta la historia de una búsqueda, despliega
por el suelo varias piezas para que su protagonista reconstruya el puzzle de su
madre. Al igual que en Eres como eres, la última novela de Melania Mazzucco, la obra comienza in medias
res con la muerte inesperada de
un progenitor. Por medio del flash back, se irá dando a conocer a los lectores episodios que evoquen el
carácter y el pasado de la persona ausente. Bajani, emplea, no obstante,
técnicas distintas a las utilizadas por su compatriota. Para empezar, recurre
al narrador en primera persona, una voz que apela de continuo a la finada,
estableciendo un diálogo con la mujer añorada, la que protagoniza sus
recuerdos, con el fantasma de la madre que tuvo y desapareció. Esta elección es
intensamente emotiva, por lo que tiene de conversación a destiempo, abocada al
fracaso. No hay nostalgia en la interlocución, ni tan siquiera quejas o
reproches. Sino simple constatación de que los viejos puentes entre la madre y
el hijo se han volatilizado.
El libro comienza con el aterrizaje del avión que
lleva a Lorenzo desde Italia a Rumania, para asistir al entierro de su madre. En
apenas unos días, gracias al trato obligado con los amigos y conocidos de ella
(el socio, el chófer y otros empleados de la empresa para la que trabajaba),
completa el dibujo inacabado, la mitad invisible, de una progenitora fugitiva.
El resto de la imagen la lleva dentro de él, y en su conversación frustrada,
nos la pinta. Así, convergen en el libro varios tonos (el ligero y el grave)
junto a varias miradas (la infantil y la adulta). Estos contrapuntos ayudan a
destensar la obra, a amabilizar la narración de una experiencia traumática, a
rebajar los grados de tragedia por la muerte de un ser –en realidad–
completamente desconocido. A este fin contribuyen también las escenas absurdas
que jalonan el relato (los móviles sonando junto al féretro, la posado al lado
del palacio de Ceaucescu con las manos llenas de cabezales de ducha). No
dramaticemos. No es tan grave la cosa. Aquí no ha pasado nada (en lo político, en lo personal), parece que nos
diga Bajani con su aguda ironía. Estas boutades, por otro lado, me recuerdan a las de Luces de bohemia.
La entrañable relación de la madre con su hijo
pequeño, mientras teje una relación erótica con su socio a espaldas del marido,
guarda relación con Incendios,
de Richard Ford, otra formidable novela sobre el abandono materno, contada
–también– por un narrador testigo. Ambas nos plantean preguntas difíciles, para
las que –seguramente– no existe una única respuesta: ¿es legítimo que una mujer
destruya su familia por un sueño (sexo-laboral)?, ¿qué debe priorizarse: la
felicidad personal o la de un hijo?, ¿es ético engrendrar una vida para luego
desentenderse de ella?, ¿puede llamarse madre a una mujer que ni acompaña, ni cuida, ni protege,
ni alienta a su retoño a lo largo de su camino?
Estupenda novela, de capítulos breves muy bien
cerrados, a modo de poemas. Quien la lee, pide más.
Esta reseña fue publicada por Oculta Lit el 2 de marzo de 2018.
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