El arzobispo de Valencia declaró hace unos días que los
homosexuales constituimos un “Imperio” contra la familia. Supongo que se
referirá a un imperio maléfico, a una suerte de organización guiada por fuerzas oscuras
para abolir la paz de la galaxia. Lo cierto es que, sin nosotros, la demografía
de este país sería aún más penosa de lo que es. Nosotros, precisamente, traemos
hijos al mundo para que la humanidad no se extinga. Creamos familias sólidas,
basadas en el amor, la confianza y la comunicación, para dar un poco de
coherencia a una sociedad que se está desmoronando por culpa de varias crisis
solapadas (energética, económica). Quien ataca a la familia es el sistema,
quien socava las reaciones filiales es un gobierno que abarata el despido, que
recorta en Educación, en Sanidad y en Dependencia, que se gasta el dinero de
las pensiones en devolver a Europa el dineral que nos prestó para rescatar a la
banca (banca hundida por ellos, por su mala gestión, por sus despilfarros). Pero las
palabras de Cañizares, además de manipuladoras, falaces y ridículas, suponen
varios delitos tipificados en nuestro Código Penal: un delito de injurias
contra (nuestro) honor, y un delito de incitación al odio. No deja de ser
llamativo que sea un arzobispo católico el que arengue desde el púlpito contra
una porción importante de la ciudadanía, el que inocule veneno en las
conciencias de la gente para dividir al pueblo, el que irradie rabia, inquina,
ira y aversión hacia otros seres humanos: sus vecinos, sus familiares, sus
compatriotras. Las palabras de este pobre hombre frustrado deberán ser
valoradas por el gobierno que salga de las próximas elecciones a fin de
eliminar todo tipo de patrocinio económico institucional a la Iglesia católica.
Un Estado moderno no puede financiar terroristas verbales. El odio homofóbico
del arzobispo no es inicuo. Sus despotricaciones avalan las agresiones físicas
que los homosexuales venimos padeciendo en los últimos meses. Ahora mismo, las
fuerzas y cuerpos de seguridad deberían tenerlo en prisión. La
fiscalía del Estado debería acusarlo de enaltecimiento del terrorismo. Su odio
cobra cuerpo en los descerebrados que atacan a los homosexuales, se cobra
víctimas entre hombres inocentes; sus palabras tienen como objeto movilizar a
la ciudadanía en contra sí misma (de hermanos y convecinos). ¿No es eso
terrorismo? Cañizares es un aspersor de rabia, si bien son otros los que la
canalizan y ejecutan. Ayer la delegación del gobierno permitió una
manifestación nazi en Madrid. Por lo visto, ni los líderes religiosos ni los
políticos tienen valores morales en esta nación. En las urnas podremos revertir
este absurdo en que España se está conviertiendo. En las urnas y en los
paritorios. Por suerte, los homosexuales estamos trayendo al mundo hijos a los
que educamos en la convivencia, la solidaridad, el respeto, la dignidad o la
justicia. ¿Será que Cañizares tiene miedo al advenimiento del mundo por el que
dio la vida el rebelde, subversivo y perseguido de Cristo?
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Bravo Ariadna, un análisis muy lúcido de lo que está ocurriendo.
ResponderEliminarAhora me viene a la mente la frase de Antonio Gramsci: "El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos".
Un saludo
Gracias, David.
ResponderEliminarSaludos
el obispo Cañizares , gracias a Dios , tiene boca , quien tiene boca se equivoca . No tomarlo como algo personal , otro obispo falto al respeto al os matrimonios la comosi tener hijos fuera propio de una clase inferior ... se lo comieron vivo
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