Andrés García Cerdán. Rialp. 2015. Premio Alegría.
9,50 euos. 65 páginas.
Sorprende y emociona ver la
evolución de un poeta desde sus primeros libros al último, desde sus primeros
bandazos en el aire al dominio absoluto de la técnicas de vuelo, de las
corrientes de viento y de su musculatura. Es el caso de Andrés García Cerdán. Una amiga común (Laura
Nocciòli, estudiante Erasmus en el Albacete de finales de los 90 y de doctorado
en la Complutense del 2001) me regaló su segundo poemario Los buenos
tiempos (Premio del Ayuntamiento de
Ciudad Real) allá por 2002. Obra tierna y gamberra, habla del (des)amor, la
memoria, el sexo y el rock and roll con un estilo irónico que rinde homenaje a
sus maestros (César Vallejo, José Martí, Nicanor Parra, Leopoldo María Panero, Charles Bukowski o Bob Dylan). Ya en estas páginas Andrés
apunta al blanco de su más reciente publicación, Barbarie, en versos cargados de intención
política como este: “No hay patria que no sea caminar sobre golpes”. El libro
por el que ha merecido el Premio Alegría 2015 supone la consagración de su
autor. Su visión del mundo oscila entre dos platillos: por un lado, considera
inaceptable el Estado Islámico y el terrorismo yihadista (léanse los poemas
“Los bárbaros” y un texto de antología: “Fresas”); y por otro bascula hacia el
lado contrario: el canto hímnico de la plenitud (“Arroyos”, “La muerte del
derviche”). Denuncia y mística; violencia y panteísmo; la noche y el día que se
funden en un libro maduro, reflexivo, de ritmo impecable e imágenes hermosas:
“a tu alrededor/como grandes cerezas silenciosas/giran y giran los planetas.
Dentro de ti se mueve una corriente/de cenizas antiguas.” (pág. 56). Jorge
Riechmann apela
a que el compromiso primero de un poeta es con la poesía y después con su
tiempo. Andrés García Cerdán es un apóstol de este credo literario. Defiende la
causa de la libertad criticando el odio del ISIS, pero también la hipocresía
occidental (“¿A qué precio se vende el mármol mítico/en los mercados europeos?”
pág. 21); sin descuidar por ello la belleza estética. Valga por ejemplo el
poema Ludus Magnus, donde el ritmo cadencioso del endecasílabo y los encabalgamientos
suaves sirven para introducir y desarrollar el tema del paso del tiempo, los
heptasílabos focalizan imágenes y los encabalgamientos abruptos nos llaman la
atención sobre conceptos (“qué es/vivir”).
A los motivos consagrados por la
tradición, como el de las ruinas romanas (que leemos en autores como Rodrigo
Caro) suma
Andrés la amenaza yihadista y la relevancia de la Realidad 2.0 para la
propagación de videos virales.
Andrés García Cerdán ha sometido su poética a un
proceso de destilación, de refinación. Y como resultado, Barbarie es sin duda uno de los poemarios
más interesantes que nos dejado la cosecha del 2015.
Reseña publicada por el blog La Tormenta en un Vaso. Enlace, aquí.
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