viernes, 17 de julio de 2015

Responsabilidad familiar



Artículo de la profesora Olga Casanova

El País. 4 /01/ 2000
 
Hay tantas cosas que una sociedad debe exigir y dar a sus profesores -si fuera consciente de la importancia de la calidad de su labor- que no deja de resultar absurdo que alcancemos un protagonismo tan escaso, una valoración tan pobre sobre nuestros juicios y apreciaciones cuando tenemos una información directa sobre cómo será el próximo mundo, el que ahora estamos fabricando. Cuando aparecemos es siempre por semanas blancas, por navidades, los días sin clase por la tarde en junio o las vacaciones de verano. La obsesión por los horarios escolares no es siempre el síntoma de una preocupación por la calidad de la enseñanza, especialmente cuando para algunas asociaciones de padres se convierte casi en el único tema a analizar y combatir. Vivimos en una sociedad que desconoce y se ausenta de sus obligaciones educativas gracias al trabajo porque eso le permite no tener que analizar y comprometerse y sí exigir a la escuela unos horarios y unas temporalizaciones que le permitan delegar en otros la educación de sus hijos, una educación que no sirve para mucho si esa responsabilidad no es compartida entre familia y escuela. No deja de ser contradictorio que las familias abominen, con o sin razón, de la semana de Carnaval pero que no reivindiquen con la misma pasión el derecho a unos horarios laborales que les permitan regresar antes a casa y ocuparse y convivir con sus hijos. Éste es un mundo que crea huérfanos y que exige a la escuela una paternidad a la que no está llamada aunque su labor sea la de tutelaje y acompañamiento. La educación escolar, pese a todo lo que conlleva, no puede suplir las responsabilidades de las que la familia y la sociedad pretenden desprenderse con respecto a sus niños y adolescentes.


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