BRADBURY POETA*
Luis Alberto de Cuenca
Instituto de Lenguas y Culturas
del Mediterráneo y Oriente Próximo
(CCHS, CSIC)
Sabemos que Raymond Douglas Bradbury nació en Waukegan,
Illinois, un 22 de agosto de 1920, y que falleció en Los Ángeles, California, el
5 de junio de 2012. También sabemos que inició su carrera literaria en 1939,
cuando lanzó en Los Ángeles su fanzine Futuria Fantasia, germen de tantas otras empresas
posteriores. Lo que no teníamos tan claro es que, además del inmenso narrador
cuyas novelas —Crónicas
marcianas
(1950), Fahrenheit 451 (1953)— conoce todo el mundo, fue un espléndido poeta, como se han
encargado de decirnos a los hispanohablantes dos libros recientes, ambos en
edición bilingüe: esta preciosa antología preparada por Ariadna García y Ruth
Guajardo y unas Poesías completas (Madrid, Cátedra) de más de mil páginas traducidas por
Jesús Isaías Gómez López, profesor de la Universidad de Almería.
De
modo que con la poesía de Bradbury, que empezó a publicar en los años 70 del
siglo pasado, cuando ya era un cincuentón, hemos pasado de la ignorancia al más
preciso de los conocimientos, pues la labor de García y Guajardo, por una
parte, y de Gómez López, por otra, nos ha puesto al alcance de la mano, de los
ojos y de la mente la producción poética del maestro norteamericano. En el caso
de la antología que nos ocupa, hay que decir que está vertida al castellano con
una sensibilidad poco común, lo que no es de extrañar, participando en las
tareas de traducción un nombre propio tan acrisolado dentro de la poesía española
de última hora como el de Ariadna G. García, que ha dado muestras de su enorme calidad
lírica en poemarios como Napalm, Apátrida o La Guerra de Invierno (los tres en Ediciones
Hiperión). Las traductoras indican al final del hermoso texto introductorio que
antecede al florilegio que se han mostrado en todo momento “fieles al tono, la
intención y el nivel del discurso de cada poema de Bradbury”, realizando los
cambios pertinentes en el terreno de la sintaxis y del léxico, que son característicos
de cada lengua y que, por tanto, precisan de una adaptación. El inglés es, además,
mucho más condensado que el castellano, por lo que la mancha impresa del texto
original es bastante más reducida que la de la versión española. Hay versos ingleses
que exigen un desarrollo en castellano mucho mayor, y eso explica que haya páginas
pares en blanco con texto impreso en las páginas impares enfrentadas con ellas
(que son las que corresponden a la traducción de Ruth y Ariadna).
Bradbury, a quien Borges adoraba —firmó un prólogo para la primera edición de sus Crónicas
marcianas (1955) de Minotauro que no tiene desperdicio— y al que mi amigo Garci
dedicó a comienzos de los 70 un libro memorable —Ray Bradbury, humanista del
futuro— es un
poeta de verdad, de los que transmiten emoción a raudales. Ariadna y Ruth
hablan de Dylan Thomas y Gerard Manley Hopkins como sus dos influencias poéticas
más notorias. Yo añadiría la del inevitable Walt Whitman, cuya huella es
perceptible en los poemas más bíblicos y versiculares de Ray y en los de casi
todos los poetas norteamericanos que vinieron al mundo después de la publicación
de Hojas de hierba.
No es fácil sustraerse a la influencia de Whitman, y la postura anímica de
Bradbury recuerda mucho, en su vitalismo exacerbado, a la del autor de Canto
a mí mismo.
Foto Julián de Domingo
Decía Bradbury en
el prólogo a sus Cuentos de dinosaurios que había tres temas que fascinan a los lectores
y que seguirán fascinándolos por los siglos de los siglos: el antiguo Egipto,
el planeta Marte y los dinosaurios. Yo añadiría como fuente de fascinación
permanente para el lector de hoy y de mañana la escritura de Bradbury, tanto la
de sus novelas y cuentos, sobradamente conocida y reconocida, como la de sus
poemas, ahora puesta en circulación entre nosotros por esta antología de Salto
de Página y por la poesía completa de Cátedra. Los amantes de esa escritura
estamos de enhorabuena con el descubrimiento de sus versos.
(Artículo publicado en el número 20 de la revista Nayagua. Junio 2014)
* Ray
Bradbury, Vivo en lo invisible. Nuevos poemas escogidos (edición bilingüe).
Traducción y prólogo de Ariadna G. García y Ruth Guajardo González. Madrid,
Salto de Página, 2013.
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