El hombre sin rostro, Luis Manuel Ruiz. Salto de Página. 224 páginas.
16,90 euros. 2014.
Según la contracubierta de la
novela El hombre sin rostro, el protagonista del libro es el profesor Salomón Fo,
una mente brillante al servicio, hace años, de la Real Academia de Ciencias
Exactas, Físicas y Naturales del Reino de la España de 1908. Pero basta leer la
obra para percatarnos de que la verdadera depositaria de semejante galardón es
su hija; sin lugar a dudas, el personaje más importante y original de toda la
trama: una mujer que rompe con las convenciones sociales de la época, que gana
para la feminidad distintos espacios reservados a los hombres (cuadriláteros de
boxeo, carreras de automóviles), de carácter independiente, razonador e imaginativo
y espíritu curioso. Sobre sus hombros cae la responsabilidad –libremente
aceptada– de proteger la vida de su padre y del elenco de científicos asociados
al misterioso proyecto Anfitrión, financiado por el Ejército y la Policía para
defender al reino de las amenazas internas (revueltas anarquistas) y externas
(Guerra de Marruecos) que puedan socavarlo. Y ahora sí, tras el –justo–
intercambio de galones, podemos empezar a analizar el libro.
El hombre sin rostro es una estupenda novela de
humor, aventuras e intriga que saciará las expectativas de los amantes de
dichos géneros. Se trata de un cóctel donde se mezclan historias clásicas de
detectives (Las memorias de Sherlock Holmes), guiños a películas de misterio
(Un cadáver a los postres, El secreto de la pirámide) o a dibujos animados (Los
autos locos,
¿Quién engañó a Roger Rabbit?), y obras fundacionales de la ciencia-ficción (El
hombre invisible,
¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?).
La estructura del libro no se
aparta un punto del canon: tras el asesinato inicial de Ernesto Silva (director
del Museo de Historia Natural de Madrid), un joven reportero del heraldo El
Planeta (Elías
Arce) intenta resolver el enigma que encierra esta muerte, a la que sigue la de
Enrique Saldaña, director del Comité Científico del Reino. En sus pesquisas,
Arce encuentra en la figura de Salomón Fo la clave de un programa de
exterminio. Una vez analizado el nexo que une a las víctimas (su colaboración
con el proyecto Anfitrión), el periodista y la hija del científico, pese a sus
desavenencias, se alían para contactar con el resto de profesores a fin de
prevenirles y proporcionarles seguridad. Lista en mano, los personajes
emprenden una alocada carrera contrarreloj que los lleva por los barrios de
Madrid, Barcelona y Pontevedra.
El libro destaca por su
ambientación. Luis Manuel Ruiz ha realizado un encomiable ejercicio de documentación
histórica sobre el mapa y los usos de la corte a principios del siglo pasado.
Lo mismo que el Galdós de los Episodios Nacionales, revive el pulso de un Madrid
bipolar donde el progreso –acotado entre Embajadores y Recoletos, y reflejado
en lujosos palacios, en el asfaltado de calles, en la iluminación eléctrica o
en la instalación de tranvías– convive con la miseria del extrarradio urbano
–localizado en Legazpi, un barrizal lleno de escombros, roedores y fábricas–.
Foto de Raúl Doblado
Otro aspecto destacable del libro
es la voz narradora. La ironía, el humor, la mirada sarcástica sobre los
personajes dotan a la novela de pasajes realmente divertidos. Luis Manuel
Ruiz es un
narrador de raza, que maneja los tiempos, el ritmo y la retórica con
inteligencia.
El hombre sin rostro supone un homenaje a muchos
referentes literarios y cinematográficos de la infancia y de la adolescencia.
No faltan ni las tormentas, ni los apagones, ni los mayordomos, ni las miradas
de recelo que se lanzan entre sí los desconfiados personajes. Pese a estos
guiños, la imaginación de Luis Manuel Ruiz (al contrario que la de su reportero, Elías Arce,
que “más parecía un filete de bacalao, por lo tieso y árido”) reportará a los
lectores varias horas de grato –y necesario– entretenimiento.
(Esta reseña ha sido publicada por micro-revista. Tenéis el enlace aquí.)
No hay comentarios:
Publicar un comentario