Fotos Isaac Sibecas
Un
poeta siempre está llamado a la rebelión. No hay verdadero poeta (hombre o
mujer) que carezca de un espíritu a contrapelo de la ideología oficial. Poeta
es querer transformar el mundo, crear una sociedad civil más justa. En los
tiempos que corren, la poesía es absolutamente imprescindible. Necesitamos
palabras que nos unan, que nos alienten y que nos acompañen. Los buenos poemas
nos mueven y nos purgan. La poesía tiene propiedades curativas, ahonda en las
heridas por las que sangramos todos, para después sellarlas. La literatura, en
general, es un antídoto que anula los efectos de la existencia. Así lo
expresaba el escritor norteamericano Ray Bradbury en su libro de ensayos Zen,
el arte de escribir: “El arte no nos salva, como desearíamos, de la guerra,
las privaciones, la envidia, la codicia, la vejez o la muerte, pero puede
revitalizarnos en medio de todo”.
Occidente
necesita reinventarse. No dirigimos en línea recta hacia un abismo económico y
social. Debemos recuperar valores en desuso. Muchos se encuentran en la tradición
literaria. Quizás es tiempo de pararnos a pensar quién somos o quiénes estamos
siendo. ¿Queremos una sociedad competitiva o colaboradora? ¿Deseamos un mundo
de relaciones sociales virtuales o reales? ¿Nos hace más felices el mundo
caduco y perecedero de la sociedad de consumo, o el compromiso y la estabilidad
de la sociedad del desarrollo sostenible?
A
estas preguntas he querido enfrentarme en mi nuevo libro de poemas: La
guerra de invierno.
Mi
última obra nació por casualidad. No la esperaba. Allá por 2011 yo estaba
finalizando un libro anterior, Helio, que se publicará el año
que viene. Pero un viaje a Finlandia y el despido de miles de profesores a
finales del curso académico (yo soy docente), me motivaron a escribir la obra. La
guerra de invierno, por lo tanto, nació del hechizo que me produjo
un país nórdico y de la vergüenza que me produjo el mío.
La
gran protagonista de la obra es la naturaleza helada, que sirve de escenario a
una historia de amor, al robustecimiento de una comunidad y al vínculo entre
las personas y los animales. El libro enaltece la vida sencilla, apegada al
entorno natural, saciada por la pareja y protegida por la vecindad. Los valores
que defiendo en los poemas son el amor, la solidaridad, la colaboración, la confianza y el respeto.
Pero
el libro no sólo exporta una serie de valores, sino que también critica a sus
contrarios. Así, arremete contra la guerra: símbolo de la destrucción, del imperialismo, de la competitividad y del enfrentamiento.
La
guerra de invierno dialoga con la literatura renacentista, recoge algunos
de sus temas y motivos: la alabanza de aldea y el menosprecio de corte, la confianza en el logro
de los sueños, el tempus fugit… En ocasiones conviene desandar lo andado para
tomar impulso hacia delante o para realizar otro camino. Hoy, más que nunca,
debemos encontrarnos en los clásicos. La crisis de occidente es una crisis de
valores. No seamos menos felices de lo que soñamos hace siglos. Recuperemos el
sentido de la verdadera felicidad, que no descansa en la posesión, ni en la
tecnología; sino en la plenitud que nos otorgan las cosas más sencillas: “un ángulo
me basta/ un libro y un amigo” (Epístola moral a Fabio, Andrés Fernández de Andrada).
Junto a Elena Buixaderas y Denisa Škodová
durante el recital bilingüe español-checo
¡Luces de Bohemia! ¡Québien suena!
ResponderEliminarElena... y Denisa, Avanti!
ResponderEliminarSe te echó de menos, Ramón. No hay dos sin tres. ¡Te veo en Praga!
ResponderEliminarSuena a poeta de verdad. Interesante la reflexión de Ariadna sobre su poesía y el tiempo que vivimos.
ResponderEliminarMuchas gracias :)
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