En el año 2009 encontré, de
casualidad, en una librería de Dublín un libro que me atrajo con fuerza: I
live by the invisible, una antología de poemas selectos de Ray Bradbury. Aquella coincidencia tuvo en mi
vida consecuencias imprevisibles y excepcionales. La obra no estaba traducida
al español. Me costaba creerlo, la lírica de unos de los grandes narradores
norteamericanos del último siglo permanecía inédita en la lengua de Cervantes.
Y me confabulé con mi pareja para remediarlo. En 2010, Ruth Guajardo y yo emprendimos la aventura de
su traducción. Hoy en día, gracias a la apuesta de Salto de Página, el libro
está en las calles.
¿Qué distingue a Ray Bradbury?
Hay autores que escriben con un
ojo en el mercado y con la oreja pegada a cuanto está de moda, que escriben
libros sin alma. Frente a éstos, los hay que se conocen, que ya saben cuál es
su identidad literaria, qué temas les preocupan y obsesionan, aquellos
incendios o fuegos diminutos de los que luego hablarán con pasión, en mareas de
palabras que arrastrarán con ellos a los lectores. Imposible escapar de la
resaca cuando el oleaje emerge del fondo de uno mismo, con la fuerza de la
sinceridad, y las aguas transportan el amor, la furia y el miedo que asolan las
entrañas de quien escribe. Ese ímpetu arrastra, voltea, hunde e inunda a los
hombres y mujeres que se asoman, en busca de emociones, a las playas de los
verdaderos escritores. Allí siempre encontramos una bandera roja señalando el
peligro de inmersión en las altas mareas de la vida. Nadie escapa de un libro
si te empuja, con vigor animal, a la arena submarina, donde lidia el autor con
la muerte, con el paso del tiempo, la vejez, la memoria o la injusticia. Pocos
son los escritores que se llenan las manos de sangre, que levantan polvo a
cientos de kilómetros bajo el nivel del mar. Se les reconoce porque “sabían
divertirse trabajando”. Gracias a sus obras, los lectores, después, se
encuentran más seguros en el mundo, más fuertes, más preparados para sobrevivir
bajo la luz del sol y las estrellas. Bradbury es uno de ellos.
Escribía llevado por la voracidad. Sus poemas son relámpagos. Energía. Tensión.
Una veloz descarga que estremece la sangre. Sus poemas emocionan y duelen
porque son sinceros. Nos habla de sí mismo, de sus miedos, recuerdos y
nostalgias. En cada verso aletea la vida. No es autor que use máscaras o que
imposte la voz. Se nos presenta con los brazos desnudos, cubiertos por el polvo
del pasado y anhelantes de nuevos arañazos. Si lo lees, el niño que fue Bradbury te mira desde el fondo de los versos. El anciano
respira. ¿Le concedes el sueño de la inmortalidad?
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